Mundo moderno: la alimentación.
El fin de semana pasado fui, como tantos otros, a comprar a un gran supermercado. Y viendo la gran variedad de productos de alimentación se me vino a la cabeza una pregunta: ¿donde está el límite a la hora de crear nuevos artículos? Hice memoria y no me costó demasiado remontarme a los tiempos donde lo más moderno era la leche desnatada. No soy tan mayor y, aunque pensemos que era la época de “Los Picapiedra”, no hace tanto que lo más nuevo que podías encontrar en la nevera de un supermercado era un yogur con trozos de fruta (a quién se le ocurriría la idea de añadirle fruta con lo buenos que están con sabor a polvos, donde uno puede identificar el sabor de la fresa sin haber comido nunca ninguna). Pero claro. Eso no podía durar. Según los creativos para que un producto venda tiene que ser original y nuevo. O renovado. Y ese concepto ha resultado ser más provocador que poner una máquina de preservativos a la puerta de un colegio de monjas. Y, amparándose en los supuestos beneficios para la salud, las marcas de alimentación evolucionaron sus productos desde la leche desnatada hasta los yogures prebióticos y con fibra. Y algo que siempre me he preguntado: ¿cómo es posible que un litro de leche desnatada valga más dinero que uno normal? ¿Un yogur de cereales tiene que costar más de la mitad que uno sin, cuando ni siquiera los pelan y te los endiñan con toda la cáscara? Así tienen más fibra, dicen las marcas. Yo añadiría más: lo que tienen es más morro que una excursión de jubilados en el buffet libre de un hotel de playa. Por que, ¿realmente la fibra sirve para algo? ¿Solo para ir al baño? Si lo que realmente quiero es ir más suelto me como medio kilo de fabada y consigo el mismo efecto por el mismo precio (además de unos bonitos fuegos artificiales). Por que aquí hay una gran mentira: el muesli. O lo que es lo mismo: el pienso de conejo. Ese alimento tan sano y nutritivo que sabe igual que morder el tronco de un árbol después de haberlo meado un perro. Y a los que les gusta: los “Smacks” son lo mismo y saben mucho mejor (con su kilo de azúcar en cada paquete, ideal para los diabéticos). Aparte de tener multitud de vitaminas y minerales añadidos. Y llegados a este punto es donde se me viene a la cabeza la imagen de “super-ratón”. ¡No olviden vitaminarse y supermineralizarse! (que sería lo que se metía este bicho). Estos dibujos animados también los debieron de ver los creativos y prueba de ello es que ya no se puede vender nada que no esté enriquecido (Pocholo prefería añadirlo por su cuenta). Hasta los caramelos para los niños tienen vitaminas y minerales. ¿La gente come tan poca cantidad de alimentos frescos que hay que añadirle aditivos hasta a las maquinillas de afeitar? Yo creo que, si una persona se alimenta a base de productos preparados, al cabo del día ha tragado tal cantidad de vitaminas que, cuando vaya al váter, su mierda puede resultar más sana que una naranja de Valencia (recordad: cinco al día). Prefiero no saber de donde sacan los complejos vitamínicos. Parece que la vida moderna nos desgasta tanto que solo podemos sobrevivir a base de aditivos. Necesitamos dormir más y mejor, tener más vitalidad, mejores defensas… ¡Si ni siquiera podemos practicar sexo sin tomarnos una ampolla de “Revital”! (no voy a hacer ningún chiste; la imaginación se activa con la palabra). ¿Cómo sobrevivieron nuestros abuelos sin tomarse un “Actimel” por las mañanas, un vaso de leche con “omega-3” o una tostada de pan integral con salchichón Light de pavo? Todavía no me lo explico. No entiendo por que los alimentos actuales tienen que servir también como medicina. Si estoy estreñido quizá necesite meterme un supositorio por el culo antes que beberme dos litros de leche con “tonalín” (que seguro que iré al lavabo, pero a mear). Y si estoy bajo de defensas prefiero ir al médico que tomar cada día un “Actimel” (esto le iría bien al Real Madrid). Y hablando de Actimel. ¿Por qué no los hacen más grandes en vez de venderlos en botellas tan pequeñas? Digo yo que podrían poner la misma cantidad de bichos en un recipiente de dos litros (¿alguien se cree que hay tantos millones en un sitio tan minúsculo?). Te pones a beber y te dura menos que un eyaculador precoz en los camerinos de un pase de modelos. Y hablando de los derivados de la leche (lo digo por lo del Actimel, no por el eyaculador): ¿acabarán conquistando las neveras el espacio de los supermercados? Tú lees el anuncio de un nuevo producto: “natillas con sabor a toffe (¿por que se empeñarán en sacar sabores nuevos cuando las mejores son las originales?). Búsquelo en la zona de refrigerados”. Y llegas a la zona de las neveras y te encuentras más perdido que un espermatozoide en el pañuelo de un adolescente. Hay tanta variedad de productos que encontrar lo que buscas puede ser más difícil que salir del supermercado sin haber comprado nada (deben de echar algún tipo de droga en el aire). Multitud de sabores de yogures, margarinas, zumos, petit-suisse (perdón, “Danonino”), pizzas, pastas… Y eso significa que cada vez hacemos más uso de los productos preparados. Ya no nos conformamos con comerlos en lata o congelados. Preferimos abrirlo, calentarlo y comerlo casi sin sacarlo del paquete. Y es que nuestra alimentación tiende cada vez más a la comodidad. Y eso conlleva que, además de ser más cara, también es menos saludable. Pero no nos dejemos engañar. Con añadirle vitaminas no vale. No hay nada que pueda sustituir a un plato preparado por nosotros mismos con alimentos frescos. La pereza no es una excusa.
Y ahora unas dudas.
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¿Por qué se empeñan en fabricar miniaturas de los productos originales? ¿Qué hago yo con una caja de minigalletas que son mucho más caras que las grandes, y encima me dejan con hambre? (¡manifestación contra las “minioreo”!).
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¿Por qué se supone que una madre prefiere todos los alimentos que contengan leche? ¿Realmente te va a comprar un huevo “Kinder” solo por que tenga leche por dentro?
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¿Hasta que punto se puede llevar la transformación de un animal? ¿Es necesario fabricar tantos derivados del cerdo? (los niños no necesitan comer salchichas con un 20 % de leche).
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¿Tanto cuesta cortar lechuga para una ensalada, que te la venden ya cortada? ¿Y cocer algo de pasta? Por no hablar de una tortilla francesa, que la puedes comprar congelada (o en sobre de plástico, donde solo hay que mezclar y freír).
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¿Por qué hay productos que tienen la etiqueta de “nuevo”, aún cuando llevan más de un año en el mercado? O, simplemente, cambian el envase. O varían la receta (aunque los ingredientes sean los mismos).
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¿Por qué resulta tan extraño comprar un litro de leche normal, sin que le hayan añadido o quitado nada? El que tuvo la idea de meter omega-3 se habrá forrado (y la cara que pondrían cuando le vieron echar aceite de pescado a la leche).
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¿Por qué hacen tan pequeñas las bolsas para llevar los congelados si es imposible meter en ella todos los paquetes que compramos? A decir verdad no se para que las siguen haciendo. No conozco a nadie que haya usado una.
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¿Por qué se empeñan en hacer untables a los quesos? Si me apetece comerme un trozo prefiero cortarlo a untarlo sobre un trozo de pan.
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¿Por qué a los zumos de naranja les añaden la pulpa, que es lo que menos gusta? ¿De donde la sacan, cuando la fruta proviene de concentrado? ¿Y por qué todos saben a meado de gato mezclado con cáscara de naranja?
Un saludo!
Comentarios
1 comentario
XDDDDDDDDDDDDDD
Muy bueno, aparte de reflejar una realidad social tan evidente como alarmante… Y eso que yo soy la primera «cómoda» a la hora de cocinar.
Enfín, a ver con qué nos sorprenden en años venideros (que de seguro lo harán).
Saludos 😉
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