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¿La píldora azul o la roja? (Parte 1).

Carlos entró por la puerta de su domicilio y, como cada noche, dejó la cartera del trabajo sobre el armario del recibidor y se quitó la chaqueta, colgándola en el perchero. Esperó el encuentro con su mujer. Sandra vino corriendo por el pasillo y se echó en sus brazos, besándole apasionadamente. No por ser habitual dejaba de ser reconfortante. Pero había algo en la mirada de su mujer que le resultó extraño.
-¿Te pasa algo?
-No. No me pasa nada –Sandra se hacía de rogar-. ¿Qué tal el día en el trabajo?
-Normal. Como todos –hizo una pausa mientras le miraba fijamente a los ojos-. A mí no me engañas. Sé que te pasa algo. Y no voy a parar hasta que me lo digas.
-Está bien. Tampoco gano nada escondiéndotelo. Es que… Tendríamos que hablar.
-Que mal me ha sonado siempre esa frase. ¿Pero que es lo que ha pasado?
-Pienso que nuestra relación está aflojando. ¿No te parece?
-No creo que sea para tanto. Además –Carlos hizo memoria-. Solo han pasado tres años desde que tomamos la última píldora. Y la pasión todavía no ha aflojado entre nosotros –se pegó a Sandra posando las manos sobre su trasero-. Me atraes más que nunca.
-Puede que tengas razón. Todavía no se nos ha agotado. Pero ya no es tan intensa. Y me gustaría que fuese como antes.
-Entonces… ¿Crees que ha llegado la hora?
-Creo que sí –Sandra rodeó con los brazos a su marido y le besó nuevamente-. ¿Lo hacemos después de cenar?
-Vale. ¿Lo preparas tú?
-Claro. Siempre me ha tocado a mí. ¡Ah! –se dio la vuelta antes de internarse en el pasillo-. Ha llamado Belén diciendo que no vendría a cenar. Llegará tarde.
-Mejor así entonces. Estaremos más tranquilos a la hora de tomar las pastillas.
Carlos fue tras su mujer y ambos se internaron en el comedor. Los platos estaban ya dispuestos sobre la mesa esperando impasibles a las viandas. Él se sentó esperando a que Sandra sirviera el primer plato. Ésta no tardó en llegar con la sopa. Se sentó junto a su marido, cogió el cucharón y sirvió las dos raciones. La conversación fluía libremente mientras cenaban abarcando todos los campos que preocupaban a la pareja, abordándolos con total naturalidad. Desde los trabajos de ambos, su relación sentimental, la sexual… Hasta del colegio de su hija, aspecto que ocupó la mayor parte del segundo plato, una merluza asada en salsa verde. Cuando quisieron darse cuenta ya había pasado más de una hora y apenas les quedaban ya unas cucharadas del helado de postre.
-¿Estás preparado? –preguntó Sandra introduciéndose el último trozo en la boca-. Será mejor que lo hagamos antes de que llegue Belén.
-Pues habrá que ir preparando las fotos y las películas.
-Tranquilo. Ya me he ocupado de todo antes de que vinieras.
-Veo que ya lo tenías planeado –el tono de Carlos derrochaba ironía-. No sé por que me has preguntado si ya te sirves tú sola.
-Ya te he dicho que me siento algo extraña. Además. Miré el prospecto y justo hoy caducaban los efectos.
-Son aproximados. No significa que justo al día siguiente se esfumen. A mí no me ha pasado.
-A mí tampoco. Pero ya sabes que prefiero asegurarme. No quisiera perderte –le cogió afectivamente de las manos. Ambos se miraron diciéndose con los ojos lo mucho que se querían. Pronto la mirada no bastó y pasaron a los labios. Instantes después Sandra continuó-. Eres lo más importante de mi vida y quiero que siga siendo así. No me gustaría que hubiese ningún error.
-Lo sé. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí. Y si hay soluciones para el enfriamiento, ¿Por qué no utilizarlas –Carlos se levantó invitando a Sandra a hacer lo mismo-. ¿Vamos al dormitorio?
-Vamos.
Cruzaron el comedor, dejando la mesa sin recoger, y entraron en la habitación, cerrando la puerta tras su paso. Era una estancia amplia, casi una suite. Pero la decoración era minimalista. Un gran armario ocupaba una de las paredes, quedando las otras dos completamente vacías. En la tercera el cabecero de una gran cama, flanqueada a ambos costados por dos mesitas de noche, se acomodaba en el muro. Toda la superficie del lecho estaba repleta de fotografías sueltas, en álbumes, películas, memorias holográficas, soportes antiguos. También varios proyectores encargados de reproducir los vídeos y sonidos grabados durante los cuarenta años que habían estado juntos. Sandra guió a Carlos hasta ellos y ambos se sentaron en el borde de la cama, en el único trozo que estaba vacío.
-Cuantos recuerdos me traen todas estas cosas –dijo ella cogiendo un archivador de fotografías. Lo abrió y le echó un vistazo. La melancolía le obnubiló-. ¿Te acuerdas de esto? –señaló con el dedo una instantánea de las pirámides de Egipto-. Nuestro viaje de bodas. Ya hace casi treinta años.
-Como lo voy a olvidar. Con lo que nos costó convencer a nuestros padres para que nos dejaran casarnos –Carlos cogió el reproductor holográfico e introdujo una de las memorias en su interior. Pulsó el play y una imagen tridimensional se proyectó en el aire. En ella aparecía su hija durante la celebración de su sexto cumpleaños. Toda la familia estaba reunida en torno a ella esperando a que soplara las velas de la tarta. Sandra acarició con ternura la cara traslúcida de la pequeña. Su mano se hundió en la proyección desviando parte de la luz hacia el techo-. Es una versión holográfica antigua. Todavía no podían captar olores. Pero soy capaz de sentir el que dejaban las velas al consumirse –Carlos aspiró el aire deseando que no fuera su imaginación-. El olor a quemado al apagarlas. El perfume de Belén cuando la felicité besándole en la mejilla –el momento exacto sucedió ante la pareja-. Tantos recuerdos grabados en la mente.
-Por eso no podemos dejar que desaparezcan –mientras Sandra pronunciaba estas palabras enjugaba las lágrimas de su marido-. Tenemos que volver a tomar las píldoras –se levantó, fue hasta su mesita de noche y volvió hasta donde estaba llevando en la mano derecha dos cajas de pastillas-. ¿Estás preparado?
-Déjame leer el prospecto –Carlos le cogió los medicamentos examinando el exterior de los cartones-. Quiero asegurarme antes de tomarlas.
-Siempre haces lo mismo. ¿Es que no te acuerdas de la última vez? Además. Ya lo hice yo antes.
-Prefiero asegurarme –desplegó el prospecto del “Desamoron” y lo leyó en voz alta-. “Este medicamente está destinado a suprimir las reacciones químicas que se producen en el cerebro durante el enamoramiento, la atracción sentimental y/o sexual entre dos seres humanos y/o la posterior sensación de decaimiento producida por el rechazo de la pareja o pretendiente a la continuación o iniciación de una relación afectiva con la persona destinada a tratarse por dicho medicamento”.
-O sea que corta el amor a la persona que lo toma.
-Sí. Básicamente eso –Carlos extrajo el prospecto de la segunda caja, cuyo nombre era “Enamoryl”, y también leyó un extracto-. “Este medicamento está destinado a suplir artificialmente los medios químicos que desencadenan la reacción amorosa hacia un ser humano cuando el sistema nervioso del destinatario de este fármaco está física o psicológicamente incapacitado para ejecutar dicha reacción” –continuó leyendo para sus adentros mientras hacia el comentario-. Sirve para enamorarse de la persona deseada. O no –localizó un párrafo que consideró interesante-. “No se debe administrar a personas cuya voluntad esté mermada, no sean conscientes de la situación y/o no hayan dado el consentimiento a la toma del medicamento. Los efectos aparecerán al cabo de aproximadamente diez minutos y se prolongarán durante los tres años posteriores”.
-¿Ya estás satisfecho? Toma –Sandra extrajo dos pastillas de cada caja alcanzándole a Carlos un par. Una era roja. La otra azul. Posteriormente depositó los envases sobre la cama-. También he traído agua –ésta estaba sobre la mesita de su marido. Solo tuvo que estirar el brazo para alcanzar el vaso-. Tú primero.
-Allá voy –se tomó la azul ayudándose de un trago de agua. Su mujer le imitó -. Ahora a esperar a que nos desenamoremos.
Se ayudaron de los objetos para hacer menos tediosa la espera. Tras unos diez minutos, y muchas fotografías, Carlos rompió el silencio.
-¿Te ha hecho efecto?
-Todavía no. ¿Y a ti?
-Parece que no. Te sigo queriendo igual. Tus ojos me parecen igual de bonitos que…
No terminó la frase. Sintió un mareo repentino que le hizo cerrar los ojos. Puso las manos sobre la cama, tratando de no caer al suelo, mientras se concentraba al máximo para no perder el conocimiento. Lo consiguió. Al cabo de pocos segundos volvió a recuperar la compostura. Abrió los ojos y miró a Sandra. Pero su mirada ya no era la misma.
-¿Qué haces tú aquí? ¿Por qué estás a mi lado? No recuerdo que estuviéramos juntos.
-Tranquilo. Estamos casados. Ahora no te acuerdas pero recuperarás la memoria en poco tiempo. Son los efectos secundarios del “Desamoron”
-¿La memoria? No la he perdido. Lo recuerdo todo perfectamente. Estabas tú… Pero en mi cabeza te veo borrosa. Como si hubieras desaparecido a medias.
-Estamos enamorados. Durante cuarenta años hemos sido inseparables. Incluso tenemos una hija. Mira –le alcanzó una foto donde aparecía Belén. Era reciente-. Ésta es Belén. Tiene dieciséis años. Y se parece tanto a ti.
-Ahora la recuerdo. ¿Pero como he podido tenerla contigo? Siento decírtelo tan drásticamente pero no siento nada por ti.
-Eso no es verdad. Son los efectos de una pastilla. Mira todos estos recuerdos –Carlos observó el montón de objetos desperdigados sobre la cama-. ¿Tú crees que podríamos tenerlos si no hubiéramos estado enamorado?
-No logro comprenderlo. Me va a estallar la cabeza. ¿Cómo es posible? Me acuerdo de todo pero no entiendo esta doble sensación. Mi corazón me dice que tiene que ser mentira. ¿Qué te pasa? –Sandra sufrió los efectos del medicamento. También tuvo que aferrarse a la cama para no caerse-. ¿Estás bien?
-Que dolor de cabeza. ¿Qué hacemos aquí? –echó un vistazo a la habitación restregándose los ojos ante su incredulidad. Al igual que su marido era incapaz de comprender nada-. ¿Y todas estas fotos? Y en la mano tengo una pastilla roja.
-Yo también. Quizá íbamos a tomarla después de la otra.
-¿La otra?
-Es lo que me habías contado. Algo de una pastilla llamada “Desamoron”. Debe ser ésta –recogió de la cama las cajas de medicamentos-. En una pone eso. En la otra “Enamoryl” –leyó por encima los prospectos de ambas. Sandra le observaba sin abrir la boca-. La que se supone que nos hemos tomado es para desenamorarse. Era azul. Y la roja que tenemos en la mano es para todo lo contrario.
-¿Para enamorarse? No entiendo nada. ¿Qué se supone que debemos hacer? La cabeza me da vueltas y soy incapaz de pensar con claridad.
-Seguramente nos desenamoramos para después volvernos a enamorar. De ahí la píldora que tenemos en la mano. Y todos estos recuerdos… Quizá para hacernos recapacitar.
Carlos apretó el botón del proyector holográfico. Su hija apareció nuevamente en el aire. Durante unos minutos los dos se quedaron extasiados contemplando a aquella niña. Ambos la recordaban con claridad. La reconocían como parte de su sangre. Pero, inexplicablemente, se había borrado de su memoria cualquier sentimiento afectivo hacia el contrario. Les pareció tan extraña y abominable aquella sensación que al cabo de pocos minutos se convencieron a sí mismos para tomar la píldora del amor. Pero tuvo que pasar más de media hora, y el visionado de muchas fotografías y vídeos, para que se atrevieran a lanzar en voz alta la sugerencia.
-¿Quieres que tomemos el “Enamoryl”? –preguntó tímidamente Carlos.
-Estaba pensando lo mismo. Creo que tiraríamos nuestra vida a la basura si no pudiéramos volver a la relación que se supone que teníamos. ¿No crees?
-Lo creo. No se como debía ser estar contigo. Pero después de haber visto todo esto estoy convencido que debía estar bastante bien. Se nos veía felices. Y no creo que fuese fingido.
-Estoy de acuerdo –Sandra Recogió nuevamente el vaso de la mesita-. ¿Tú primero?
-Espera. Quiero leer el prospecto –alzó las instrucciones y las leyó cuidadosamente. Decidió leer un pasaje-. “Los efectos aparecerán al cabo de aproximadamente diez minutos y se prolongarán durante los tres años posteriores. Después de haberse tomado se debe mantener la visión de la persona deseada hasta que se haya materializado el resultado. El destinatario del fármaco se enamorará de la primera persona que aparezca ante su vista una vez dicho fármaco haya surtido efecto”.
-O sea. Que te enamoras de la primera persona que ves.
-Eso parece. Como solo estamos nosotros no habrá ningún problema –Carlos cogió el vaso de las manos de su mujer y se introdujo la pastilla junto con un sorbo de agua-. Vamos allá.
-Vamos –Sandra hizo lo propio-. Y ahora a esperar. Me voy a quedar mirándote fijamente. ¿Cómo me habré enamorado de ti? –dijo sonriendo-. No eres mi tipo.
-Que graciosa. Tú tampoco el mío.
Pasaron casi diez minutos haciéndose bromas sin apartarse la mirada. Carlos cambió de tema.
-¿Te ha hecho efecto?
-No. ¿Y a ti?
-Tampoco. A lo mejor estaban caducadas.
-No lo creo. Supongo que lo habríamos mirado… Espera.
-¿Qué te pasa?
-Estás –a Sandra le palpitaba el corazón-… Estás tan guapo. De repente me han entrado unas ganas locas de besarte –se acercó y le abrazó. Carlos estuvo tentado de oponerse pero se dejó hacer-. Quiero comerte la boca y no parar hasta que amanezca…
-Pues parece que no estaban caducadas. Pero yo sigo sin sentir –fue incapaz de acabar la frase. Un profundo beso le cortó las palabras. Trató de liberarse sin ofender a Sandra-. Espera un poco. De momento no siento nada por ti.
Justo en ese momento la puerta del dormitorio se abrió sobresaltando a la pareja. Belén acababa de llegar a casa y, al ver que estaba desierta y en silencio, decidió irrumpir en la habitación de sus padres.
-¿Estáis bien? –preguntó asustada.
-Sí. Estamos bien –respondió Carlos tratando de fingir serenidad-. Estábamos mirando los recuer…
La frase se perdió en el aire sin que su dueño quisiera recuperarla. El mundo había cambiado de rumbo para él. Ante sus ojos se encontraba de repente el amor de su vida. Había sido un flechazo. Como en las películas. Pero, desgraciadamente, no estaba mirando a su mujer.

Capítulo siguiente.


Comentarios

7 comentarios

PeiT

¡Ay! Dios mío. ¡Incesto, incesto! Ya oigo los coros. 🙂

Iván

je je.. Será que sí… Será que no…
😛

rakel

muy original, si si, pero que fnal es ese?!? que pasa despues?!?!
no me digas que se enamora de la cia?!?!
ay, que esto engancha…

bjs!

Iván

Rakel, te toca esperar. Así que si te has enganchado… 😛
No es el final. Es solo la primera parte. En principio queda una segunda. Y ahora que lo pienso la verdad es que si queda algo en el aire.
Un beso!

Lucía

Espero que no lleguemos a una realidad así …

Alberto

Jeje, no lo había leido antes porque era algo largo y preferí esperAR, pero… que mal rollo de final XD, supongo que tendrás tu as guardado en la manga, así que a esperar la continuación.

Un saludo

Iván

mmm… Bueno. Quizá decepcione. Espero que no. Lo que me gustó más del relato fue crear la atmósfera de cierto futurismo pero sin resultar extravagante. ME abstuve de las descripciones exhaustivas centrándome en los personajes. Y bueno. El final está hecho, aunque en mi cabeza. Espero terminarla esta semana, aunque voy de culo.
Muchas gracias por vuestro comentarios.
Y lo del incesto… ¿Sería tan malo si las dos partes estuvieran de acuerdo? Extraño. Pero aún así ocurre.


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