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¿La píldora azul o la roja? (Parte 2).

Capítulo anterior.

-Vaya susto que me habéis dado –exclamó la recién llegada-. Entré en casa y al ver todo apagado y que no estabais pensé –miró fijamente a su padre. Percibía algo extraño en su mirada-… ¿Te pasa algo papá?
-¿No te habrá hecho efecto justo ahora? –Sandra cogió de la barbilla a su marido y le obligó a mirarla. Éste giró la cara bruscamente-. ¿Te ha hecho efecto ya?
-¿Qué es lo que tenía que hacer efecto? –preguntó extrañada Belén. Se había acercado a la cama sentándose junto a su padre-. ¿No habréis estado bebiendo? Después de las broncas que me habéis echado a mí por el mismo tema… Todavía me acuerdo de vuestra última juerga. ¿Por qué me miras así? Parece que no me hayas visto nunca –se aposentó más cómodamente y, al echarse hacia atrás, tropezó con las cajas de medicamentos. Tomó una y la examinó intrigada-. ¿”Enamoryl”? ¿Qué hace esto aquí?
-Son cosas nuestras –respondió Sandra arrebatándole la caja. Abrió el cajón de su mesita y la ocultó dentro, junto con el otro paquete-. No tienes por que meterte donde no te llaman.
-Supongo que sabéis que es un medicamento prohibido que solo se sirve con receta. Así que me extraña mucho que lo tengáis vosotros –una punzada de temor atravesó su mente-. ¿Estáis enfermos? ¿Os lo ha recetado el médico por alguna enfermedad?
-No te preocupes. Estamos bien. Solo es que… Lo tomamos de vez en cuando.
-¿De vez en cuando? –el tono de voz de Belén había adquirido tintes de enfado. Era incapaz de asimilar el repentino comportamiento de sus padres-. ¿Cómo puede ser que lo toméis de vez en cuando? Y más sabiendo los peligros que tiene. Tengo amigos que se han quedado gilipollas por meterse esa mierda.
-Será mejor que te vayas a tu habitación y olvides lo que has visto –dijo Sandra autoritariamente. Miró a Carlos comprobando desconsolada como no apartaba los ojos de su hija. El asco y la rabia luchaban entre sí por apoderarse de sus actos. Y la ira causada por el amor no correspondido era más fuerte-. ¡Deja de mirarla! ¡Es tu hija!
-Ya se que es mi hija –respondió él tratando de recomponerse. Su corazón estaba sumido en un tremendo enredo. El amor que sentía hacia Belén era inmenso. Tras la ingestión de la píldora se había multiplicado por dos. Pero la sensación de deseo hacia ella le repugnaba. Y el afecto paterno había quedado relegado a un segundo plano -. La recuerdo perfectamente. ¿Crees que lo he olvidado?
-Pues lo parece. No dejas de mirarla. Y tú –continuó Sandra elevando el tono de voz-. Ya te he dicho que te vayas a la cama.
-De aquí no me voy hasta que no me expliquéis lo que pasa –cruzó las piernas y los brazos aguardando dicha explicación. Siempre conseguía lo que deseaba de sus padres. Y esta vez no iba a ser una excepción-. Estoy esperando. Quiero saber que hacéis con esos medicamentos. Creo que tengo derecho a saberlo.
-Está bien –dijo su madre resignándose-. Los tomamos para que el amor que sentimos no se borre –buceó entre sus recuerdos tratando de hallar los motivos exactos por los que empezaron a tomarlos-. Siempre tuvimos miedo a perder la compañía del otro. Nuestros amigos se han ido divorciando uno tras otro. Y, desde que sacaron la pastillas del amor, decidimos que jamás nos pasaría lo mismo. Que antes que se agotara la pasión las tomaríamos para volver de nuevo al punto de partida.
-Recuerdo la primera vez que las tomamos –dijo Carlos rompiendo su ensimismamiento-. Era el décimo aniversario de aquella cita en el parque. Y –hizo un esfuerzo-… Y me dijiste que tenías la solución a la falta de pasión que sufríamos en aquel momento.
-Es verdad –corroboró Sandra-. Tenía tanto miedo… Y lo sigo teniendo. No soportaría vivir sin tu padre –Carlos intentó decir lo mismo pero sus sentimientos habían cambiado radicalmente-. Lo es todo para mí. Y fue tan difícil llegar a estar juntos.
-Ya lo sé mamá –dijo Belén cansinamente-. Me lo habéis contado miles de veces. Sois primos, vuestros padres no os dejaban estar juntos, os escapasteis de casa… Me sé la historia de memoria.
-Aunque parece que ahora ha cambiado. ¡Carlos! –Sandra le zarandeó violentamente-. ¡Vale ya! –abrió su cajón y extrajo de nuevo los medicamentos. Se los alcanzó junto con el vaso de agua-. Tómatelos otra vez. ¿Sabes que lo que se te pasa por la cabeza se llama incesto?
-¡No se me pasa nada por la cabeza! -replicó éste de mala gana-. Y no pienso tomarme nada.
-¿No estará papá enamorado de mí? –Belén miró a sus progenitores con repugnancia-. Decidme que no es verdad. ¡Por favor!
-Pues parece que así es. ¡Tómatelo! –insistió de nuevo. Carlos se negó girándose en redondo-. ¡Te he dicho que te lo tomes! ¡No pienso tolerar tu comportamiento!
-¡Me es igual lo que digas! –contestó él alzando más la voz que su mujer-. No eres mi dueña. Nunca lo has sido y no vas a empezar ahora.
-¡Dejad de discutir! –gritó Belén sacando a relucir su carácter. El silencio reinó durante unos segundos-. No soporto veros así. Jamás os he visto enfadados. Vosotros no sois así. Las putas pastillas os han cambiado
-No es verdad –negó su madre-. Si hemos llegado hasta aquí es gracias a ellas.
-¿Te estás oyendo? –la ironía afloró al tono de la chica-. Hablas como una yonki. Estás enganchada. Y no es la primera vez que lo veo. A muchas amigas mías les ha pasado. Ya no puedes salir tranquila de fiesta sin dejar de vigilar tu bebida. Siempre hay algún cabrón que intenta meterte una pastilla de “Enamoryl” sin que te des cuenta –le pareció increíble estar adoctrinando a sus padres-. Hay veces que pierdes la memoria durante unos minutos. Puede que durante horas. O mezclas los recuerdos sin que distingas muy bien los reales de los que son mentira…
-No somos unos drogadictos si es lo que insinúas –dijo su padre girándose hacia ella. La mirada derrochaba irritación-. En este momento no creo que haya sido buena idea tomarlas –su corazón pensaba lo contrario. Gracias a ellas volvía a latir con la fuerza de un veinteañero-. Pero, desde luego, no somos unos yonkis. Ésa no es manera de hablarle a tus padres.
-¿Qué no ha sido buena idea tomarlas? –Sandra volvió a cargar contra su marido-. Gracias a ellas Belén está en esta habitación –se levantó de la cama enfurecida-. ¡Gracias a ellas hemos construido toda nuestra vida! ¡Nuestro hogar! ¿Lo has olvidado?
-¡No lo he olvidado! –también se levantó pero él llevaba ventaja en la discusión. Los sentimientos no eran los mismos que los de su mujer-. No he perdido la memoria. Lo recuerdo todo perfectamente. Pero he cambiado. Todo entre nosotros ha cambiado –avanzó hacia ella y, procurando no hacerle daño a su hija, le tiró los medicamentos de un manotazo. Éstos cayeron al suelo junto con el vaso de agua, que se hizo añicos al impactar contra las baldosas. El líquido resbaló salpicando los pies de la familia-. No pienso tomar ni una pastilla más –se giró y cruzó el dormitorio saliendo por la puerta-. ¡No quiero volver a oír nada de este tema!
Sus pasos se perdieron por el pasillo. Ambas mujeres se miraron, atónitas ante el comportamiento de Carlos. Siempre había sido una persona tranquila y sosegada. Hasta ese momento. Y tardaron un tiempo en poder asimilarlo.
-¿Ves lo que te decía? –susurró Belén-. Sus efectos son imprevisibles.
-No ha sido por las pastillas –Sandra se sentó de nuevo en la cama lanzando un sonoro suspiro. Trató en vano de detener las lágrimas-. Ha sido por que has entrado justo en el momento en el que le hacían efecto. Y ahora –su desconsuelo era creciente-. Ahora… Está enamorado de ti –las palabras pesaban como una losa sobre su alma. Por partida doble-. Y la única manera de solucionarlo es haciendo que tome la pastilla del desamor.
-Ahora va a ser imposible –Belén trató de consolar a su madre-. Lo intentaremos mañana. No te preocupes –le dio un cariñoso beso en la mejilla-. Todo saldrá bien
-Espero que sí –se enjugó sonoramente las mejillas con la palma de la mano derecha-. Vete a dormir. Por hoy no podemos hacer nada más.
-Está bien –se levantó de la cama dirigiéndose hacia la puerta-. Buenas noches.
Belén salió del dormitorio sin cerrar la puerta. Su madre, una vez estuvo sola, apagó la luz y se tumbó sobre el edredón, apartando previamente hacia un costado todos los recuerdos, que yacían inmóviles junto a ella. “Es lo único que me queda”, pensó apenada mientras soltaba las riendas de su llanto. “Todo se ha ido a la mierda”.

Carlos dio una nueva vuelta tratando de coger la mejor postura. El sillón no era muy cómodo y los últimos acontecimientos tampoco le ayudaban a descansar. “¿Estás loco?”, se preguntaba a sí mismo. “¡Estás enamorado de tu propia hija! ¡Eso es incesto! Según nuestra ley judicial sería pena de cárcel. ¿Te has vuelto loco?”. Volvió a girar sobre sí mismo. La desesperación se apropiaba de su mente. “Puede que pongas como excusa a las pastillas. Pero deberías ser más fuerte que sus efectos. Recuerda que eres su padre. ¡Eres su padre!”. Se estaba volviendo loco. Lo notaba. Deseó estar lejos de aquella casa. De su mujer. De su amada hija. Pero no podía. El deseo era más fuerte que su cordura. Deseaba ir a la habitación de Belén. “¡Para ya! ¡Esto tiene que acabar!”, pensó golpeándose con furia la cabeza. Dio otra vuelta. El insomnio era ya invencible. Tras unas horas de girar en redondo, sin que su mente tampoco se detuviera, decidió levantarse y tratar de coger las píldoras. Avanzó de puntillas por el pasillo y, al pasar por la habitación de su hija, echó un pequeño vistazo a través de la rendija de la puerta. “Está dormida”. La luz de la luna entraba sigilosa por la ventana bañando la silueta de la chica. “Es preciosa”. Se sacudió el mal pensamiento de la cabeza obligándose a seguir avanzando. Llegó hasta su dormitorio y se detuvo a escuchar. La respiración de Sandra sonaba profunda y acompasada, señal de que debía estar profundamente dormida. Unos pasos más y pasó bajo el dintel de la habitación. Echó un vistazo a su alrededor localizando el objetivo sobre su propia mesita de noche. “Menos mal que no las ha guardado. Resultará más fácil”. Recorrió sigiloso el escaso espacio que le separaba de los medicamentos, los recogió, y volvió por donde había venido sin despertar a su mujer. “Misión cumplida”.

Belén se levantó de la cama espoleada por el sol mañanero. Su sueño, ligero y agitado, fue incapaz de aguantar la presión calurosa de los rayos. “¿Qué hora es?”. Miró su reloj. Solo marcaba las nueve. “¡Mierda! Que pronto es. Tengo un sueño que me muero”. Se estiró hasta que le crujieron los huesos, abandonó su habitación y fue a la cocina en busca de una taza de café bien cargado. “Si no me despejo con eso lo llevo claro. Después de la noche que he pasado es lo único que puede despertarme”. Cruzó bostezando el comedor pero un ruido hizo que se detuviera en seco junto al sillón. Un estruendo de platos provenía de la cocina. “Que extraño que estén ya levantados. Es muy pronto”. Cruzó la puerta y se encontró con su padre, que estaba fregando. Tardó unos segundos en darse cuenta de la presencia de su hija.
-Buenos días –le saludó sin apenas apartar la vista del fregadero-. ¿Qué tal has dormido?
-Bien –dijo Belén con cautela. Analizó el comportamiento de su padre. Parecía ser el mismo de siempre-. ¿Qué tal has dormido tú?
-Bueno. Me costó un poco pero al final lo conseguí –puso el último plato en el escurridor y se giró hacia su hija secándose las manos con un trapo-. He hecho café. ¿Te apetece un poco?
-Claro –no veía nada anormal en la manera de dirigirse a ella-. Es lo que necesito.
-Siéntate en el comedor que ahora te lo llevo.
“Parece que se le ha pasado”, pensó Belén mientras apartaba una de las sillas para sentarse en la mesa. “Su mirada ya no es la misma. Ni el tono de voz. Puede que mi madre le convenciera. Tampoco tardé tanto en dormirme”.
-Aquí tienes el café –dijo Carlos depositándolo en la mesa-. ¿Te apetece algo de comer? Yo no tengo mucha hambre.
-Tampoco yo –cogió la taza y le dio un pequeño sorbo-. ¿Estás bien?
-Sí –respondió tranquilamente su padre. Éste se sentó junto a su hija-. ¿Por qué no iba a estarlo?
-Es que después de lo de ayer…
-Lo de ayer ya está olvidado. ¿Está bueno el café?
-No está mal –con otro trago desapareció casi la mitad-. Algo fuerte. Pero mejor así. Tengo que despejarme.
-¿Despejarte? Entonces no has dormido tan bien.
-Sí que he dormido –buscó una excusa para no tener que comentar los últimos sucesos-. Tomé demasiada Coca-Cola en casa de Julia. Y la cafeína me desvela.
-Vaya. Bueno. Este café te ayudará a despejarte entonces. Termínalo.
-Me gusta ir despacio.
-Te puedo hacer otro.
-Con uno tendré bastante –Belén estaba extrañada ante la insistencia de su padre. Decidió volver a su habitación. Cogió la taza y terminó de un trago con su contenido-. Ya no quiero más. Voy a volver a la habitación para planear los deberes que tengo pendientes.
-Espera un poco. Podemos hablar de ellos. ¿Qué tienes que hacer? A lo mejor puedo ayudarte.
-¿Ayudarme? –preguntó extrañada. Hacía años que no escuchaba esas palabras-. Hace tiempo que acabaste tus estudios. No creo que puedas. Todo habrá cambiado.
-Pues hablemos de cualquier cosa. Tengo ganas de hablar contigo.
Belén se sentía extrañamente presionada por Carlos pero accedió a darle conversación. Ésta fluyó desde los estudios hasta sus amigos, pasando por su novio y los temas más íntimos. La chica miró el reloj. Había pasado más de un cuarto de hora desde que se había levantado.
-Tengo que ir a hacer los deberes –se excusó haciendo ademán de levantarse-. Luego seguimos hablando.
-Tú no te mueves de aquí –Carlos se levantó y, apoyando las manos sobre los hombros de su hija, la obligó a volver al sitio-. Quédate aquí.
-¿Qué pasa? –preguntó extrañada. Sintió algo de miedo-. ¿Te pasa algo?
-No te muevas.
-¿Qué no me mueva? –intentó nuevamente levantarse. Le fue imposible-. ¡Déjame!
-¡No te levantas! –gritó Carlos. Soltó las manos de los hombros de Belén y, cogiéndola del cuello, le arrastró la cara hacia la suya-. ¡Mírame! ¡MÍRAME!

Capítulo siguiente.


Comentarios

16 comentarios

Don't worry, be happy

Sigue escribiendooo!! 😀

Un besote.

Iván

Gracias por tus ánimos, don’t worry… Son los que hacen que siga escribiendo 🙂
Otro beso para ti!

Doña Paranoica

¿¿¿¿¿¿¿¿¿NO ME DIGAS QUE HA ECHADO LA PASTILLITA EN EL CAFE DE SU HIJA???!!!!!

No me lo puedo creer ¿¿¿qué pasa después????

Un besazo enorme

Iván

No se que pasa después, doña. Aquí se acaba. No me apetecía ahondar en una relación tan tortuosa. Queda libre a la imaginación.
Supongo que la pastilla haría efecto y ambos se fugarían de casa. O algo parecido.

PeiT

Cuando dices «Aquí se acaba», ¿a qué te refieres exactamente?

O dicho de otra manera, ¿tú sabes lo que duele que te cuelguen de los pulgares del palo mayor?

Bien, bien, ahora que has pillado la indirecta al vuelo, ¡haz una tercera parte!

Iván

Me ha encantado el cmoentario, Peit. ¿O era una amenaza? 😀 Indirecta captada.
Por que me lo pides de buenas maneras… Se intentará.
Por si acaso iré escondiendo los pulgares. 😉

rakel

ola!
si te digo la verdad, es un tema que me pone los pelos de punta, en serio. yo estoy contigo, demasiado repugnante para seguir con eso, no por la forma, es que es un fondo que no me mola nada!
´pero lo dejo a tu elección, sabes que me leo todito…como una buena chica. jajjaja
besos

Don't worry, be happy

Bien, la historia sigue!

Lo que comenta Doña sería la pera, jaja! Pero un poco fuerte…

Bueno, si se la pone… pues que suene el timbre, la hija abra la puerta y sea el butaneroooo, jajaja!

Pobrecitos, se lo cargan todo. 😉

Iván

Rakel, estoy contigo. Pensaba pararme en este final. Dejando al lector que imagine la continuación. Está claro que la píldora está en el café.. Pero a partir de ahí… No me apetece continuar una historia incestuosa. Pero la mayoría obliga. Y este blog es democrático.
Eso sí. Una más y finiquitado. Cerraré el final (uy. Que se me está ocurriendo algo con un tren, un paso sin barreras y un descapotable… ;P)
Buenas noches. Me voy a la cama!

rakel

eres cruel… siempre haciendo esperar a l@s ansios@s…:(

que si hasta el domingo na, que si se me ocurre algo lo suelto y me voy a dormir… grrr! yo estoy dejando de morderme las uñas y esto no me ayuda!!!
jajajajajaja

besos!

Iván

Cuidado con las uñas,Rakel. A ver si en vez de dedos vas a tener muñones… 😀 Me parece que está un poco sobado el chiste…
Lo de la cuenta atrás lo hice para eso. Para crear expectación… Puede que haya empezado muy pronto pero es que en el fondo soy un demonio. Aunque de vez en cuando me ponga el disfraz de ángel…
;P

Gem@

Genial, veo que ya has podido solucionar lo de expandir las entradas 😉
Saludos.

Balcius

Me ha gustado mucho. No continúes la historia, justo hasta ahí está perfecta (es una opinión, claro). Y en cuanto a lo difícil del tema, nadie dijo que amar fuera fácil, nunca, y abre una pregunta interesante: si este amor inducido por drogas es sólo químico… ¿no lo son acaso todos los demás?, ¿no son siempre sublimaciones o justificaciones de algo más químico e impulsivo, no ama nuestro animal y quiere nuestro espíritu? Tal vez la droga (el nombre es lo único flojo en tu historia, el resto es redondo) sólo permita saltar la inmensa barrera de prejuicios que ponemos delante de nuestros impulsos primitivos, incluyendo amor y muerte. Y he aquí que esos prejuicios son lentes y espejos, que sirven tanto para deformar como para enfocar, y sobre todo, para salvarnos de nosotros mismos. Un poco la píldora ayudaría a formarse un hombre más próximo a la tierra, un übermensch nietschesiano al estilo del que buscaba Kronnenberg en Shivers.

Disculpa el rollo, resumiendo: buen cuento.

Iván

No tienes que pedir perdón, Balcius. No me parece un rollo. Es un honor haberte despertado tal número de sensaciones.
Respecto a la continuación.. Ya la tengo prevista. Adelanto que será una cosa intermedia. Ni con mucho jugo ni excesivamente fría. Aunque desde luego el tema no me gusta demasiado. Pero la democracia impone su criterio..
Respecto al nombre de la droga. Es cierto que no están bien escogidos. Buscaba algo que no fuera excesivamente científico. Por que no tengo ni idea de química tan avanzada. Y pensé que denominaciones del tipo «respibien», por ejemplo, se ajustaban a la perfección a lo que buscaba. Como una especie de medicamente de tercera fila. Aunque sus efectos no son despreciables. Como dices el amor no deja de ser pura química. Así que inducir un estado amoroso artificial es bastante factible. Y en el momento en que eso se logre ten por seguro que este tipo de problemas surgirán. Como ha pasado con todas las drogas. ¿Acaso no arriesgaríamos nuestras vidas por disfrutar eternamente los efectos adictivos que genera en nuestro cuerpo y espíritu el amor más fresco y apasionado? Como el de dos jóvenes que lo descubren por azar y copa por completa la existencia de ambos. Yo me apunto.

Balcius

Yo no. El amor químico, adolescente, engancha pero se vacía de todo contenido. Es pasión, porque se padece. Es mejor hacer lo contrario, llegar a lo físico, a lo intenso, desde un amor más sereno y maduro. Es todavía más difícil, lo sé, pero he tenido ya demasiado de lo otro.

Si existiera el enamoryl, aquí tienes a alguien que jamás lo probaría. Creo que me caí en la marmita cuando era pequeño.

Iván

Je je… Balcius, te veo envuelto en el halo de la pasión y energía adolescente. Espero que el deseo de volver a probarlo no te persiga como al pobre Obélix.
Creo que tienes razón. Aunque en parte. Podría ser la combinación de ambas cosas: de la locura juvenil unida al reposo mental más adulto. Del amor explosivo al amor calmado. La conjunción de ambas sería lo deseable.
Es cierto que la esencia del cariño entre dos personas no se encuentra en los primeros años. Pero éste es más frágil conforme crece la convivencia y la montotonía. Hay quién no cambiaría a su pareja aún a riesgo de llegar al aburrimiento. Por que ése es el principal problema del amor maduro.
¿Por qué no unir ambos mundos? Es como si tu pareja se distanciara un tiempo de tu lado y volviera de repente. Un estallido de pasión explota ante el desconocimiento momentáneo de sus cuerpos.
El echar de menos es la mejor terapia. Es como si de golpe se borraran años de convivencia para regresar a los primeros instantes de la relación. Una explosión de amor adolescente en la plenitud de la relación. Pienso que ése sería el objetivo del Enamoryl. Al menos en esta historia. Revivir el pasado.
Espero que alcances el amor que deseas. Aunque éste siempre parte del mismo sitio: del enamoramiento. La esencia verdadera del desarrollo de la humanidad.
Gracias por el comentario!


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