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Infimocuentos: Estrellas en lata (II).

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El padre entró en casa llevando en la mano una lata oxidada. Tras cerrar la puerta se le echó encima su hijo dándole un caloroso recibimiento.
-¡Hola papá! –exclamó. Bajó al suelo dándose cuenta del objeto-. ¿Qué es eso que llevas ahí?
-Una lata que le he comprado a un viejo mercader. Me ha asegurado que está llena de estrellas.
-¿Estrellas? –preguntó el niño extrañado-. Las estrellas viven en el cielo y nadie puede alcanzar a cogerlas.
-¿Quién ha dicho que no? Nunca le pongas freno a tu imaginación.
Fueron hasta la habitación del pequeño y, una vez allí, el padre recordó las palabras del comerciante. “Abre con cuidado la lata. La luz es cegadora. Y las estrellas se elevarán con rapidez buscando el cielo”. Y así lo hizo. Protegió los ojos del niño y abrió la tapa. Se produjo un fogonazo seguido de un silbido. Después el fulgor se atenuó. Padre e hijo miraron al techo.
-¡Mira! –gritó este último-. ¡Era cierto! ¡Tengo estrellas en mi habitación! Pero no brillan mucho.
-No te preocupes. Seguro que mañana lo harán con más intensidad. Tendrán que acostumbrarse a su nuevo hogar.
Pero al día siguiente continuaron en el mismo estado. Y se fueron apagando aún más conforme pasaba el tiempo. Hasta que el niño decidió preguntarles el porque de su comportamiento.
-Por que estamos tristes –respondieron al unísono-. Éste no es nuestro sitio. Añoramos el cielo, las conversaciones con nuestras viejas compañeras, la libertad del aire frío de las alturas…
-No había escuchado nunca la palabra libertad –dijo el pequeño-. Ni sé lo que significa. Pero intentaré que no sigáis tristes.
Apiló con sumo cuidado una silla sobre la mesa y, subiéndose a ella, fue recogiendo una a una a las estrellas trasladándolas a un frasco de cristal. Una vez terminó, y hubo bajado de la improvisada escalera, las observó maravillado. Eran lo más hermoso que habían visto sus jóvenes ojos. Aún estando casi apagadas conservaban la belleza enigmática del oro de alquimista. Parecían extraídas de un cuento de hadas. Y sintió la tentación de tapar el frasco guardándolo para siempre como su más preciado tesoro. Pero apartó la idea de la cabeza al ver como le miraban. Quizá no conociese la palabra libertad. Pero acababa de entender cual era su significado.

Comentarios

2 comentarios

mreina

Bonito cuento…¡que bien escribes¡ gracias

Iván

Gracias mreina. No sé si escribiré tan bien pero desde luego me esfuerzo para ello.
Un saludo!


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