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Empareja2 (13) – cada uno por su lado (parte 2).

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-¿Qué tal están los “Farfalle”? –preguntó Marcos rompiendo el silencio. Las palabras apenas habían circulado entre él y Marta durante toda la velada aunque con los ojos se habían contado todo lo necesario.
-Están buenísimos –contestó Marta sin apenas aliento. Se encontraba en una situación muy controvertida en la que el deseo le empujaba a seguir adelante. En contra de la poca razón que lograba aguantar su embestida-. Pero –titubeó-… ¿No tendríamos que haber empezado la sesión antes de cenar?
-Me gustan las modelos con curvas y sensación de plenitud. Y la buena presencia se consigue tras una buena comida. ¿Quieres otra copa de vino?
El comedor era amplio y vacío. Solo uno de los extremos estaba amueblado siendo la mesa del comedor su principal exponente. A ambos extremos de la mesa, pegados contra la pared, se erguían dos altos armarios repletos de libros y utensilios de fotografía. Uno de ellos estaba distribuido desde su mitad hasta el suelo por cajones llenos de carretes, negativos y tarjetas de memoria. Al fondo del comedor, entre las sombras titilantes que arrojaban las cuatro velas que ardían sobre la mesa, se adivinaba un pequeño set de fotografía vigilado por una cámara que reposaba tranquilamente sobre un trípode.
-Ya no puedo más –dijo Marta con hastío tras beberse el último sorbo de vino-. Como siga comiendo me van a estallas los pantalones.
-¿No quieres nada de postre? –preguntó Marcos levantándose de la silla. Comenzó a recoger los platos-. Tengo un sorbete de frambuesa delicioso.
-Ahora no me apetece. Quizá después de las fotos.
-Recojo la mesa y preparo la cámara.
Minutos después Marcos encendió las luces del comedor iluminando con especial intensidad la zona del fondo. Dos grandes focos flanqueaban a cada lado el pequeño set a la espera de ser utilizados.
-Vete desvistiendo.
Marta recorrió temblorosa el comedor llegando al otro extremo ocultándose tras las cortinas que servían como fondo de foto. Marcos la siguió.
-¿Por qué tengo que desvestirme? Podemos hacer las fotos con ropa.
-Primero te haré una sesión en ropa interior –Marcos se apoyó contra la pared adoptando una postura expectante-. Hiciste un casting de ese tipo así que, si quieres que te cojan como modelo de lencería, habrá que meter fotos de ese estilo en el “book”.
Marta comenzó a desvestirse mientras su cara enrojecía al mismo ritmo que caía la ropa y aumentaban los latidos de su corazón. Se quitó el jersey negro con cuello de pico, la camisa blanca que llevaba debajo, los zapatos… Si unas semanas antes hubiese imaginado la situación la hubiera tachado de loca e imposible. Pero allí estaba. Y lo más extraño es que no acababa de desagradarle. No solo la sensación de exhibicionismo provocado por el posado. Sino, también, el deseo que le provocaba la atracción hacia Marcos.”Yo solo quiero a Sergio”, pensaba mientras sus pantalones se deslizaban piernas abajo. “No quiero traicionarle”.

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-Y entonces le dije: ¡si quiere más patatas váyase a comérselas a su casa!
Miguel esbozó una sonrisa tras el comentario de Sergio. Acto seguido giró la cabeza para sumergirse en una conversación en la que Ángel llevaba la voz cantante.
-Jamás te hubiese imaginado sirviendo bocadillos en un restaurante de comida rápida –dijo Idoia dirigiéndose a Sergio. Nadie más prestaba atención a su conversación-.
-De algún lado tenemos que sacar el dinero para la boda. Y apenas nos llega para pasar el mes.
-¿Todavía sigues queriendo casarte? –la nube de gritos y risas les sumergió en una conversación mucho más íntima. Sin que se dieran cuenta acabaron hablando en susurros-. No me extraña. Después de lo de aquella noche supe que querías de verdad a tu novia.
Sergio tardó unos segundos en contestar mientras se pensaba la respuesta. Notaba el calor de la pierna de la chica. Aunque el de su propia entrepierna lo superaba.
-Aquella noche –Sergio hizo una pausa-… No sé que me pasó. Pero lo siento mucho.
-Soy yo quién lo siente –se disculpó Idoia-. No tenía que haberte llevado a mi casa.
-Estabas borracha.
-Eso no es excusa. Estás comprometido y no debí meterme –vaciló antes de continuar-. Aunque –Idoia tragó saliva-… Si he de de decirte la verdad lo que lamento es que no lo acabáramos.
Sergio sintió removerse el entrecot en el interior de su estómago. No esperaba una confesión de ese calibre y eso acabó de obnubilarle. De su cerebro escapó todo lo que no fuera Idoia y su entorno. El resto de sus compañeros dejó de existir así como sus conversaciones.
-¿Quieres? –las palabras se resistían a salir de su boca-… ¿Quieres que esta noche lo acabemos?
-Me gustaría –la voz de Idoia era firme y cargada de aplomo. Había estado esperando la proposición toda la velada y ahora no iba a echarse atrás-. Lo he deseado desde aquella noche.
Sergio deslizó la mano por debajo de la mesa y acarició la pierna de su ex compañera. El tacto de la piel era suave y cálido. “Que raro que no lleve medias con el frío que hace en la calle”, pensó.

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El sujetador de encaje negro con ribeteado rojo se deslizó como un suspiro por los brazos de Marta precipitándose al suelo sin que su dueña hiciese nada por evitarlo. Tenía las manos ocupadas en desvestir a Marcos. Le desabotonó la camisa negra con impaciencia, le desabrochó el cinturón bajándole los pantalones, continuó con los calzoncillos… Ella ya estaba casi desnuda por lo que Marcos solo se preocupaba de besarla y terminar de quitarse su propia ropa. Cogió de la cintura a Marta y la giró apoyándola contra la pared. Besó con fruición sus senos y descendió al ombligo lamiendo con suavidad la línea imaginaria que lo unía con los pechos. Pero no se detuvo ahí. Continuó descendiendo hasta que una fina mata de vello moreno le salió al paso por debajo de las bragas. La respiración de Marta se hizo más profunda y acelerada conforme los últimos restos de ropa interior se deslizaban por sus piernas hasta hacerle compañía al sujetador.
-¿Vienes a mi cama?

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Idoia guió a Sergio por su casa en dirección al dormitorio sin detenerse en ningún otro lugar. Él ya la conocía aunque no demasiado. Tampoco le apetecía hacerlo. Cruzaron el dintel de la puerta de la habitación e Idoia se tumbó sobre la cama arrastrando encima suyo a su ex compañero de trabajo. Comenzaron a besarse sin darles tregua a sus lenguas hasta que los labios molestaron para desvestirse. Ambos lo hicieron con ímpetu, casi desgarrando la ropa del contrario, hasta que quedaron completamente desnudos y en igualdad de condiciones. Esta vez el alcohol no les enturbiaba los sentidos, Aparentemente no había otro sentimiento más que el puro deseo. Y se dedicaron con profusión a satisfacerlo.

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“¿Qué estoy haciendo?”, pensaron fugazmente Sergio y Marta. Ambos estaban en lugares distintos aunque su mente mantenía una extraña conexión a pesar de la distancia. Eran incapaces de sumergirse por completo en el cuerpo del amante. También demasiado débiles como para no abandonarse al placer que les proporcionaba dicho cuerpo. “Yo no quiero hacer esto”. Pero lo hacían. Se dejaban besar cada centímetro de la piel por un extraño, permitían que les tocasen las zonas que solo otra persona había tocado antes suponiéndose exclusivas para ella, se encaramaban a la montaña rusa del sexo gritando de placer con cada vertiginosa bajada… Los dos se habían abandonado a los brazos de la infidelidad y ésta les devolvió un brutal orgasmo con sabor a culpa. El mundo se desvaneció en el mismo instante para Marta y Sergio. “Como una pequeña muerte”, pensaron al unísono. Pero no fue la única que sintieron. Allí, entre sábanas y cuerpos ajenos, sintieron morirse una pequeña parte de ambos. Quizá no solo una parte. Pero los dos estuvieron seguros de que su amor ya nunca sería el mismo.


Comentarios

2 comentarios

Ilión

Cómo me ha gustado…

Iván

Muchas gracias. No hay mejor recompensa a un esfuerzo.
Un beso!


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