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Sinceridad y Jack Daniel’s.

Entraron en el ascensor recorriéndose el cuerpo con las manos mientras sus lenguas se enredaban en un abrazo húmedo. Buscó a tientas los botones liberando la mano derecha de los pechos de la chica y pulsó de memoria el del tercer piso. Instantes después introdujo la extremidad bajo la blusa magreándole los senos al tiempo que la otra mano se entretenía con el trasero. La chica no le andaba a la zaga aunque sus movimientos eran más torpes debidos, seguramente, a los tres Jack Daniel’s de más que bailaban a su propio ritmo dentro del estómago.
-Ya hemos llegado-dijo él despegándose para abrir la puerta del ascensor. Llevaba de la mano a su conquista dirigiéndola de lleno a su guarida-. ¿Te apetece tomar algo?
-Solo quiero follarte –contestó ella. Escupía las palabras con dificultad haciendo un enorme esfuerzo en articularlas correctamente. El mismo esfuerzo que utilizaba para mantener el equilibrio-. ¿Dónde…? ¿Dónde tienes la cama?
-Por aquí.
Ni siquiera se molestó en encender las luces. La guió hasta su dormitorio y, una vez allí, la empujó suavemente sobre la cama deshecha. La luz tenue de la calle bañaba el cuerpo de la chica a medio desvestir incitándole a echarse sobre ella, arrancarle por completo la ropa y culminar con éxito una noche de cacería. Pero algo se lo impedía. En su interior una vocecita le gritaba haciéndole sentir culpable.
-Ven aquí –dijo ella al tiempo que se contoneaba sensualmente sobre las sábanas-. Ven dentro de mí.
-No puedo –se sentó sobre el borde de la cama y arropó a la chica. Ésta le miraba extrañada-. Sé que mañana no te acordarás de nada pero no puedo hacerte el amor. Te he emborrachado para llevarte a la cama y no debería haberlo hecho. No estoy acostumbrado a ligar y pensé que hacerlo de esta manera me facilitaría las cosas –se levantó avanzando hacia la puerta-. Duerme. Mañana será otro día.
-¡Espera! –gritó la chica. Se había incorporado mirándole con una repentina, y a la vez extraña, lucidez-. No te vayas. Jamás imaginé que fueras tan sincero.
-Ya no pareces tan borracha. Sí que te has recuperado pronto.
-Es que… Bueno. Ya que tú has sido tan sincero voy a serlo yo también –hizo una pausa recopilando el valor suficiente para continuar-. Me he hecho la borracha para robarte la casa cuando estuviese dormido.
-¿¡Qué!?
-No te enfades. Sé que no está muy bien lo que pretendía hacer pero tú tampoco te has portado como un angelito.
Él volvió hasta la cama sentándose nuevamente sobre el borde aunque en el otro extremo, lejos de la chica. Estaba descolocado.
-¿Por qué no continuamos con lo que pretendíamos hacer? –dijo ella-. Como si nada hubiese pasado. Me gustas y me gustaría hacerlo contigo.
-¿No te parece demasiada sinceridad antes de empezar una relación?
El silencio se interpuso entre ambos como un frío manto de desconfianza. Al rato la chica lo rompió.
-¿Tomamos una copa?

Comentarios

4 comentarios

ISOBEL

muy bueno, me sorprendió, me gustan los finales abiertos

Iván

Gracias isovel. Queda abierto, desde luego. Seguramente la mejor manera de arreglar una confusión es empezar de nuevo.
Un beso!

Ilión

Un placer leerte.

No sé si sigues los comentarios a «entradas antiguas», y aunque mis comentarios no aporten realmente nada constructivo, supongo que siempre anima que te digan que gusta lo que escribes.

Así que, cada vez que me guste un relato, lo diré. 😉

Iván

Todos los comentarios aportan mucho a la persona que ha hecho la entrada. Sirve para saber si algo gusta o no acaba de convencer. Y, sobre todo, para dar ánimos. Y a mí me animan mucho.
Mil gracias!


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