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Empareja2 (15) – Eligiendo sabores (parte 1).

-¿Por qué has tenido que traer a ésta? –preguntó Sergio asegurándose de que Thaïs no le escuchaba. Marta suspiró de agotamiento-. ¿No se supone que deberíamos venir nosotros solos?
-¿Y a ti que más te da si traigo a mi amiga? –replicó Marta colgando su abrigo del respaldo de la silla para posteriormente sentarse a la mesa-. Así tendremos otro punto de vista a la hora de escoger. No quiero que prevalezca tu criterio aquí también.
-¿Mi criterio? –susurró Sergio exasperado. Giró la cabeza comprobando que Thaïs también se había sentado a la mesa, señal de que debían acabar con la conversación-. Todas las decisiones han sido conjuntas…
-¿De qué estáis hablando? –preguntó Thaïs. Tenía la cara apoyada entre las palmas de las manos en un gesto típicamente infantil mientras contemplaba a la pareja como quién mira la televisión-. ¿No estaréis discutiendo?
-No –respondió Marta cogiendo las cartas de menús del centro de la mesa-. Comentábamos lo agradable que es el restaurante.

El comedor del restaurante era relativamente amplio, de aproximadamente cien metros cuadrados, separados de la barra del bar por una cristalera que permitía contemplar el número de personas que en ese momento se disponían a tomar la cerveza de media mañana. En el otro extremo una doble puerta de roble macizo mantenía cerrado el acceso a la cocina. Diez pequeñas mesas rectangulares se disputaban el espacio del comedor sin una aparente disposición, como bailarines en la sala de una discoteca, manteniendo en el centro un pasillo que conectaba la cristalera con la puerta de la cocina. Otras seis personas, agrupadas por parejas, se encontraban diseminadas entre las mesas ojeando las distintas cartas del restaurante.
-¿Ya habéis escogido uno? –preguntó Thaïs señalando los menús que atesoraba Marta. Ésta se los alcanzó-. Espero que no os decantéis por el pescado. Soy incapaz de tragarlo.
-Pensé que te lo tragabas todo –bromeó Sergio clavando la primera estocada de la mañana. La mirada de Thaïs fue fulminante pero eso no le amedrantó-. Además. Tampoco vas a venir al banquete.
-¿Cómo que no va a venir? –replicó Marta alzando ligeramente la voz-. A ver si vas a ser tú el que no viene.
-Ya me dirás entonces con quién te casas –ironizó Sergio-.
-Pretendientes no me faltan, te lo aseguro.
-Doy fe –dijo Thaïs sonriendo. Ahora fue Sergio quién le lanzó una mirada fulminante. Marta trató de golpear la pierna de su amiga pero estaba demasiado lejos como para hacerlo con disimulo-.
-¿No habíamos quedado en que sería una celebración íntima? –preguntó Sergio-. Si empezamos a invitar a los amigos se nos irá el dinero del presupuesto. Y tampoco es que tengamos demasiado.
-Sé de sobra el dinero que tenemos –dijo Marta mirando alrededor. El resto de personas había dejado de ojear los menús -. Pero si has conseguido salirte con la tuya tengo derecho a alguna compensación. Y Thaïs irá. Puede que invite a alguien más.
Las puertas de la cocina se abrieron dejando paso a cuatro camareros, cada uno de los cuales se dirigió a las mesas ocupadas. La discusión entre Sergio y Marta cesó momentáneamente.
-Buenos días –saludó el camarero que les había tocado en suerte. Era un hombre joven y atractivo, moreno, de pelo largo y una sombra de perilla afeitada al milímetro-. En un momento les traigo los entrantes. Salvo un par de variaciones son comunes a todos los menús. Después iré trayendo tres muestras de cada plato y menú. Eran el dos, el tres, el cinco y el seis, ¿no?
-Así es –corroboró Marta-. ¿La muestra será la cantidad final del banquete?
-Más o menos la mitad. Espero que hayan venido con hambre –ironizó el camarero mostrando una amplia sonrisa-.
-Yo tengo un hambre que devoro –dijo Thaïs mirando provocativamente al camarero-.
-Espero que después de probar todos los menús queden satisfechos con la calidad y presentación de nuestros platos –el camarero se ruborizó ligeramente-. Y tengan la seguridad de acertar con el menú elegido –recogió las cartas que le tendía Thaïs y, sin atreverse a mirarla, hizo ademán de marcharse-. Ahora les traigo los entrantes.
-¿Has visto lo bueno que está el camarero? –susurró Thaïs acercándose a su amiga una vez el camarero hubo marchado-. Ahora mismo me lo montaba con él en la cocina.
-Y con todos los pinches, seguro –apuntilló Sergio-. Podrías haberte dejado las calenturas en casa. ¿Todo esto está ya incluido en el precio del banquete? –preguntó dirigiéndose a Marta. Ésta se encogió de hombros-. Pues cuando vuelva se lo pregunto. Apenas llevaré veinte euros.
-¿Es lo que ganas en un mes sirviendo bocadillos? –preguntó Thaïs entre carcajadas. Marta fue incapaz de resistirse y también rompió a reír-. Si nos quedamos con hambre puedes entrar a la cocina y hacernos unos montaditos.
-Dejadlo ya –dijo Marta enjugándose las lágrimas-. Preparaos el estómago por que os va hacer falta sitio. Y de postre hay seis tipos de pasteles.

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Comentarios

4 comentarios

> Exequiel <
Lucía

Llevándose tan mal porque iban a seguir ninguno de los dos adelante con los planes de boda … ni juntos.

Yo es que esas cosas no las entiendo!!

Tengo que situarme: es ficción, es ficción. No tiene porque ser comprensible para mí …

Iván

A ver si puedo hacerlo, Exequiel. Gracias por haberme elegido.
No creo que se lleven mal, Lucía. De hecho ambos están enamorados el uno del otro. Las discusiones forman parte de la pareja y depende del carácter de ambos miembros se discute de una manera o de otra. Les diré que quieres que se lleven mejor.
🙂

Ilión

Jaja. Thais es la caña.

Me encanta esta historia…

Besos


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