Autorretrato.
Me miro en el espejo deslizando el dedo por el contorno de mi cara y no tengo dudas: esa persona reflejada soy yo. Puedo reconocerme aunque a duras penas asimile mis rasgos. ¿El paso del tiempo me ha transformado para bien? El pelo continúa naciendo moreno y liso, las pequeñas orejas siguen en el mismo sitio manteniendo la proporción con el resto de la cara, las pupilas se revuelven en el centro del iris como un grupo de cuervos entre una pila de hierba a medio secar… Y es ese color verde pálido el que revela el cansancio de la mirada en la cual se refleja el alma, a su vez reflejada en el espejo. ¿Es éste el hombre que quería ser?
Alocado, infantil, introvertido, extremadamente tímido… Continúo comportándome de la misma manera que cuando era niño con el agravante de que mis treinta años chocan frontalmente con lo que se supone deben de ser los actos de un adulto responsable. Incluso con la timidez, frustración jamás superada, que me ha acompañado desde que pude mantenerme en equilibrio sin ayuda de mis padres. Fui incapaz de hacer muchos amigos. Ni siquiera conocidos a los que dirigirles la palabra girando posteriormente la cabeza tras haber pronunciado el saludo. Pero los amigos que hice durante mi vida jamás me han abandonado a pesar de la distancia que se fue interponiendo entre nuestra amistad. El desinterés es una de las mejores virtudes. En las relaciones duraderas resulta imprescindible.
Reconozco que no estoy del todo contento con mi vida. Nunca hice planes de futuro cuando eran necesarios y ahora que ha llegado el presente noto el resultado de otro de mis grandes defectos: la pereza. Nunca destaqué demasiado en los estudios aunque sí en las gamberradas, asignatura en la cual podría haber sido número uno de haber sido evaluable. ¿Tendría que haber planeado mi futuro laboral cuando era un crío y mi mente sólo se llenaba de estupideces con las que pasar el rato mientras perdía mi adolescencia entre amistades nada recomendables? Ahora que el espejo me devuelve con nitidez mi imagen hallo en ella mi verdadera vocación. Aquella que descubrió mi profesor de literatura cuando yo tenía catorce años y que mi pereza jamás me dejó aprovechar en su totalidad: la escritura. Recuerdo el tacto de aquel bolígrafo mientras se deslizaba incansable por la virgen superficie de una libreta recién estrenada. Como las líneas se juntaban asombrosamente en letras hasta formar un conjunto de palabras sobre el débil armazón de un soneto. Ése fue mi punto de partida. Y este espejo una de las estaciones en el camino que he conseguido abrir ante mis manos, ávidas de personajes y situaciones ficticias.
Repaso nuevamente el contorno del reflejo hasta que éste queda grabado a cincel en mi cabeza como la copia de una llave maestra guardada en el bolsillo de un sereno. Seguramente cambie dentro de treinta años pero seré yo quién acabe marcando su destino. Y este autorretrato da fe del primer paso.
Comentarios
9 comentarios
Qué bonita reflexión …
Seguro que ese ya es un gran paso y que en los próximos 30 años darás muchos más!!
Bienvenido Iván a mi blog!!!, empiezo a leerte hoy, precioso relato, 30 años…mira lo que veas en el espejo ahora es solo un mensaje que comienzas a ser un adulto. Antes cuando terminabas la secundaria ya eras grande para trabajar. Mis hijas de 19 y 17, por ahí no saben qué camintito seguir, les digo que no teman equivocarse,a saltar sin red, se aprende y se crece.
Besos.
Sabes? en algunas de las pinceladas de tu reflejo también yo me veo reflejada… el haber dejado siempre a un lado el escribir, bien por pereza, bien por indecisión o bien por esa inmadurez que siempre me ha llevado a cometer mil errores en mi vida, pero estoy de acuerdo con Graciela, hay que saltar sin red para aprender, sobre todo de lo peor. Creo que podrás vivir de tu sueño sin que tengan que pasar otros 30 años más, pero sobre todo, no te arrepientas nunca de nada…
me han gustado tus entrañas, precioso
Uf, Lucía. Ésa es una perspectiva muy lejana. Espero haber andado algo… 🙂
Una mala costumbre esperar a la red, Graciela. Cuesta lanzarse y solo el tiempo espoleará nuestra ambición. Encantado de verte por aquí.
Veo que sí que coincidimos, Neruda. Aprovecha el tiempo libre que tengas y escribe. Acabas por arrepentirte si no lo haces. Y cuanto antes empieces mejor. Ahora estoy en un taller. Si necesitas materiales te paso.
Las vestí para sacarlas d epaseo, Isobel. Parece que el esfuerzo no fue en vano.
Un beso!
pobre no se nota que nesesita mucha ayuda el pobre bueno ustedes diseque estudiar es facil pero es muy difisilpara mi levantarme temprano yo se que los quetrabajan igual lescuestaperoson grandes nosotrossomos chicostodabia incluso yo ya tengo ganas de trabajarme despido sebastian castro
Hermoso y original.
Interesante autoretrato.
Saludos.
Gracias.
La última entrada de Poemas cuando publicaba el comentario: Así es la posdata…
feo
Interesante porque se describe el mismo.
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