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Infimocuentos: un susto de amigo.

-¡BUUUUU!
El chico, lejos de asustarse ante aquella extraña aparición, le preguntó con curiosidad.
-¿Quién eres tú? ¿Y qué haces en mi casa?
-¿No te he asustado? -le preguntó el fantasma claramente frustrado. Parecía no poder aguantar el llanto-. ¿Ni siquiera un poco?
Y rompió a llorar desconsoladamente. Las lágrimas brotaban de sus traslúcidos ojos infantiles y desaparecían conforme se acercaban al suelo dotando a la escena de un aspecto fantasmagórico, a la par que cómico. La estatura del fantasma no disimulaba su corta edad a pesar de flotar casi veinte centímetros en el aire. El chico, viendo que el fantasma no dejaba de llorar, decidió consolarle.
-No hace falta que te pongas así. Me has asustado pero he preferido interiorizar el miedo. Es que soy muy tímido.
-Lo dices para animarme -dijo el fantasma enjugándose las lágrimas. Éstas desaparecían bajo su extremidad vaporosa-. Pero sé que no te he asustado. Todavía no he conseguido asustar a nadie. Soy un fracaso.
-No digas eso -dijo el chico frotándole la espalda. Su mano se hundió en el cuerpo de la aparición-. Vaya. Si me descuido te atravieso -sacó la mano observándola con disimulo. Estaba intacta-. No me has asustado porque yo no suelo tener miedo. He visto demasiadas películas.
-¿Los humanos ya no tenéis miedo? -el chico se encogió de hombros-. Desde que nací no he conseguido asustar a nadie. Soy una vergüenza para el gremio de los fantasmas.
-No todos los humanos se asustan ante las apariciones. Tendrías que aprender a utilizar tus capacidades.
-¿Aprender? -repitió el fantasma-. ¿Y cómo lo hago?
-Yo puedo ayudarte -el chico salió de la habitación volviendo al cabo de un minuto con unas revistas de cine en la mano-. Aquí está lo que más nos asusta a los humanos. Puedes tomar las fotos como modelo.
El fantasma ojeó las revistas poniendo especial atención a las fotografías de monstruos cinematográficos. Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro etéreo.
-¿Esto es lo que os asusta? -preguntó el fantasma clavando la mirada en la imagen de un «Alien»-. Pues no sé si seré capaz de adoptar estas formas sin hacer el ridículo. ¿Que va a pensar mi madre?
-¿Y por qué no ensayas conmigo? -el fantasma se sorprendió ante la proposición del chico-. No pongas esa cara. Quiero ayudarte.
-¿Y por qué lo haces? He intentado asustarte.
-Soy demasiado tímido y no sé cómo acercarme a la gente. Esta vez te has acercado tú y no quiero desaprovechar esta oportunidad. Nunca he tenido amigos.
-Tampoco yo he tenido amigos. Los fantasmas somos solitarios -la aparición dejó las revistas en el suelo y se dispuso a iniciar sus prácticas antes de que su interlocutor se arrepintiera-. ¿Estás preparado? -el chico asintió-. Intentaré parecerme a aquel bicho negro.
Una explosión blanca envolvió con un humo del mismo color la silueta del fantasma desapareciendo segundos después para dejar al descubierto un descomunal monstruo de color negro brillante que chorreaba litros de saliva por su prominente mandíbula. Sus garras se movían a escasos centímetros del chico amenazando con despedazarle pero no hubo necesidad de hacerlo. Ante la horrenda visión que se abría ante sus ojos cayó fulminado al suelo quedando tendido e inmóvil.
-¿Estás bien? -preguntó el fantasma adoptando su forma original. El chico no respondió. Tampoco respiraba-. Tenemos que seguir practicando. No creo que lo haya hecho tan bien -solo el silencio se movió-. O quizá sí.

 


Comentarios

2 comentarios

Ilion

Jajajaj. Me ha encantado!!! Genial

Que no hay que jugar con fuego… 😉

Besos

Iván

Gracias, Ilión. Ni con fuego ni con los Aliens…
😀


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