Tras la entrada de ayer sobre las ventajas e inconvenientes de ir a la piscina tocaba hacer lo mismo con la playa así que, cumpliendo con mis obligaciones (al menos en lo que respecta al blog), aquí van las diferentes consideraciones a tener en cuenta a la hora de elegir al mar y a su arena. Antes que nada quisiera dejar claro que no me gusta nada la playa. Sé que estoy dentro de una minoría extraña (y en vías de extinción) pero es que no sé lo que le encuentra la gente a tostarse bajo ese sol de justicia. Me ha sido difícil encontrar las ventajas pero aquí van, junto con algunos de sus inconvenientes.

Ventajas de ir a la playa.
1 – No te cobran por bañarte. Y eso, para un catalán, es una de sus principales ventajas (lástima que para ir a ellas tengamos que pagar peaje) (chiste local).
2 – La cantidad de “carne” a enseñar es más generosa. Por lo que es recomendable ir equipado con unas buenas gafas de sol (y un bañador holgado).
3 – Se pueden hacer castillos de arena. Y agujeros muy profundos de los que surge el agua de mar (junto con multitud de porquerías).
4 – Puedes disfrutarla de noche. Resultando un buen lugar para acompañar a tu pareja o amigos (o probar las virtudes de tu nueva cámara de vídeo).
5 – Se pueden encontrar playas desiertas. Aunque resulta más difícil que localizar un chiringuito barato (o una playa nudista con mujeres atractivas).
6 – Los que no sabemos nadar lo tenemos más fácil para disimular. Sí. Lo reconozco. Me gusta la playa por que tengo margen para chapotear sin que se me note que no sé nadar (ni he tenido ganas de aprender).
7 – El sonido del mar. Por mucho que haya piscinas de olas el sonido del mar es imposible de reproducir (lástima que no ocurra lo mismo con el griterío de los niños).
8 – Tienes multitud de servicios a pie de toalla. Bebidas frías, helados… Hasta masajes sin necesidad de levantarte a pedirlos (y si eres mujer no tendrás problemas en conseguirlos gratis).
9 – Puedes bañarte aunque esté lloviendo. Y ese es uno de los mayores placeres que se pueden disfrutar en una playa (junto a una siesta bajo la sombrilla tras comernos un kilo de paella).
10 – Tienes licencia total para hacer el ganso. Y eso es algo que aprovecha hasta el más serio de los padres de familia (por no hablar de los “pringaos” de las motos de agua).

Inconvenientes de ir a la playa.
1 – Las medusas. Son la pesadilla del bañista por antonomasia (aparte de las dichosas pelotas de playa).
2 – Los “objetos indeseables” flotando en el agua. Y es que algunos piensan que el agua del mar es un vertedero, ideal para deshacerse de la mierda (incluso la propia).
3 – Hace más calor que en la piscina. Vale. Puede que el calor sea el mismo pero algo pasa que en la playa se nota bastante más (o quizá sea una excusa para salir de la arena).
4 – El viento. Con el inevitable levantamiento de polvo y arena (y persecuciones de sombrilla).
5 – Es imposible llevar dos veces la misma pelota hinchable. Es un misterio. No hay ninguna pelota que aguante un día de playa sin que acabe engullida por el mar o arrastrada por el viento (¿por qué no ocurrirá lo mismo con las suegras?).
6 – Las interminables caravanas de entrada y salida. Y eso es algo que resulta odioso ya que no hay nadie que se libre de sufrirlas si no tiene un hotel justo a los pies de la playa (o ha tenido la feliz ocurrencia de llegar en bicicleta).
7 – Aparcar el coche resulta imposible. Por no hablar de lo que cuesta muchas veces aparcar nuestro propio culo en un metro cuadrado de arena (y si encima quieres plantar la sombrilla prepárate para pelearte con una banda de niños asilvestrados).
8 – La arena perdura durante días. Incluso más que el propio bronceado (y la melancolía por el fin de las vacaciones).
9 – La sal pica una vez te has secado. Y es que a veces resulta tan complicado poder darse una ducha con agua dulce una vez has salido del mar (aunque chupándote un brazo ya tienes la mitad de un tequila).
10 – Nunca es como te la imaginas. O como la recordabas, o como te la habían vendido en la agencia de viajes. Siempre deja que desear (igual que ver a tu pareja en bañador).

Y hasta aquí las ventajas e inconvenientes de ir a la playa concluyendo, además, con el fantástico ciclo de dos entradas sobre los temas veraniegos. Aunque bien pensado (y sin que sirva de precedente) quizá me incline por hacer una tercera sobre la montaña, ya que es la eterna alternativa a los que odiamos el agua (sólo a la hora de escogerla como destino veraniego). Haciendo valoraciones creo que la piscina queda como clara vencedora. Más cercana, más limpia, más ocasional (también más cutre)… La única desventaja es que hay que pagarla. Pero viviendo en el mundo en que vivimos, ¿quién se extraña del hecho de pagar por un servicio? (que estarás ahora pensando).