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Infimocuentos – Punto de partida.

-¿Estás preparado?
-Claro que sí.
Pero no lo estaba. Miró una última vez hacia el suelo y la altura le hizo cerrar los ojos al mismo tiempo que un golpe de aire le balanceaba bruscamente junto con la rama que le unía a su madre, el arce.
-A la de una…
-¡No estoy preparado!
-Dooos…
-¡Espera!
-¿Qué es lo que pasa? ¿No decías que ya estabas?
-¡No lo estoy! ¿Que será de nosotros una vez que caigamos?
-El viento nos llevará lejos depositándonos en una tierra fértil y libre de plagas.
-¿Y tú te crees eso?
-¿Por qué no iba a creérmelo? Es lo que nos ha contado madre…
-¿Sólo tenemos que dejarnos llevar? Yo quiero decidir mi propio futuro. Quiero elegir el sitio en el que crecer.
-¿Y cómo lo vas a hacer si eres una semilla? No tenemos patas, ni brazos, ni siquiera músculos…
-Eso no me va a impedir elegir mi destino.
-Estás loco si crees que podrás hacerlo. No puedes moverte.
-Pero al menos lo intentaré.
La semilla visualizó una hilera de árboles que se extendía en el horizonte, imaginó que volaba en esa dirección hasta aterrizar en su fértil suelo y, gracias a otro golpe de viento, se dejó llevar girando sobre sí misma mientras acariciaba la corriente de aire. Minutos más tarde aterrizaba suavemente sobre una extraña y cálida masa parduzca. A pocos metros escuchó las carcajadas de su hermana semilla.
-¡Mira donde has caído!
-¿Dónde estoy?
-¡En una mierda! Ja, ja… ¿No querías elegir tu destino? Pues mira cual era…
-No tiene ninguna gracia.
Pero para su hermana sí que la tenía. Tanta que estuvo horas riéndose mientras la tierra las distanciaba, ahora convertidas en germen. Y los años pasaron hasta que un día, en plena pelea con el resto del floreciente bosque por atrapar los tímidos rayos de sol invernales, dos de su ramas se rozaron reconociéndose al instante.
-¡Hermana!
-¡Cuanto tiempo!
-¿Y qué tal te va?
-Bien. Luchando por crecer.
Se miraron sorprendiéndose de sus apabullantes diferencias. Una estaba raquítica y casi sin ramas, irguiéndose apenas metro y medio por encima de la tierra. La otra, frondosa y con buena salud, doblaba en altura a su infeliz hermana.
-¡No puedo creerlo! ¿Cómo lo has hecho?
-Quise cambiar mi destino y así lo hice.
-Pero… ¡Eso es imposible!
-Nada es imposible cuando tu punto de partida es ya una mierda.


Comentarios

6 comentarios

zapatos

es increible, se parece muchisimo a un relato que lei cuando tenia 15 años y me recuerda muy familiar…
de donde lo has sacado?
por facor me interess muchisimo…
un saludo

Lucía

Jajjaja, le está bien por reirse … nunca hay que reirse del mal ajeno.

lupe

Estupendo relato, asi es, cuando se parte de cero, solo queda subir.
Un beso

Ilion

jaja, Es buenísimo!!!

Iván

Zapatos, lo saqué de mi cabeza. Nunca he leído nada parecido por lo que no puedo ayudarte. Si guarda similitus con otro texto es por pura casualidad.

Nunca, Lucía (quizá sólo por dentro). Al final lo ajeno puede acabar siendo nuestro.

Eso creo yo también, Lupe. Lo negativo no existe en la realidad.

Gracias, Ilión. Encantado de que te guste.

Capitana

Me ha encantado, qué cierto, si vives en un agujero, no se puede caer más bajo, con el timpo sólo queda subir, crecer y medrar para llegar a ser alguien.

Un saludo.


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