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Relatos – ¿Empeño de futuro o futuro de empeño?

Se dieron la mano y ambos permanecieron así hasta que el pudor y el miedo les hizo separarse a disgusto. No cabía duda de la atracción que se cernía sobre ambos pero los dos se empeñaron en disimularla adoptando una posición de lejanía e indiferencia.
-¿Qué tal te va con Andrés? -preguntó él entrecortadamente-.
-Bastante bien -respondió ella sin disimular un profundo suspiro-. Me ha pedido que nos casemos.
-¿Y tú qué le has contestado?
-Que sí, naturalmente.
«Naturalmente», repitió él en pensamientos. «Lo ha dicho sin pestañear, como si de verdad lo sintiera. Entonces… ¿Qué pasa con el tiempo que llevamos juntos?». El sonido de la música se introdujo sigilosamente en el íntimo espacio que los dos amantes habían construido en la sala de estar de aquel gigantesco apartamento.
-Estos días han sido los mejores de mi vida -comentó ella adivinándole los pensamientos-. Pero eso no significa que vaya a renunciar a mi futuro.
-Tampoco he insinuando eso -replicó él-.
-Aparte. ¿Dejarías a Laura para venirte conmigo?
-Claro.
Pero no estaba tan seguro. Nunca había amado a dos personas al mismo tiempo. Es más. Estaba convencido de que eso era imposible. Y ahora, al escuchar el nombre de su novia, una punzada en el corazón le había insinuado que lo que él creía agotado en realidad podía no estarlo tanto.
-Está bien -admitió a desgana-. Tampoco creo que pudiera dejarla.
-Entonces estamos igual.
El sonido de unos pasos acalló su conversación arrancando de raíz cualquier apariencia íntima entre ambos amantes. Se recostaron sobre el respaldo de sus respectivas sillas e hicieron ver que le prestaban atención al álbum de fotos que yacía sobre el regazo de ella.
-Y esta es de cuando tenía cuatro años -explicó señalando una de las instantáneas-. Mi abuela solía decirme que era tan guapa que cuando creciera tendría a todos los hombres bajo mis pies.
-Y tenía razón -afirmó una voz masculina proveniente de la puerta de habitación. Allí, bajo el dintel, se encontraban Andrés y Laura, contemplando con curiosidad la escena que protagonizaban sus respectivas parejas. Laura mostraba una apariencia algo inquieta-. Me volviste loco y, sin duda, harás lo mismo con todos los que vengan después.
-Tenemos algo que deciros -comentó Laura sin mudar sus facciones. Desde el interior del apartamento se filtraba una canción de Coldplay, tema que, según sabían ambos hombres de aquella habitación, era el favorito de Laura-. Aunque no sé por dónde empezar…
-Lo haré yo -interrumpió Andrés cogiéndola del brazo de una manera extrañamente tierna-. Lo que vamos a deciros os parecerá una locura pero es que… Estamos enamorados -las palabras cayeron tan pesadas como una gruesa tormenta de escasos segundos-. Y me gustaría que -continuó dirigiéndose a la que ya sería su ex pareja-… Olvidáramos lo de la boda.
La tensión se precipitó sobre los cuatro como una nube que desciende a ras de suelo para emborronarlo todo con su neblina húmeda y pegajosa, aunque provocó reacciones contrarias. En unos la trasgresión había desembocado en un torrente de culpa a pesar de la cual se habían decidido a actuar en contra. Para los otros dos lo que en un principio había sido sorpresa se trasformó posteriormente en indignación, aunque tintado con vetas de alegría. «Sin duda harás lo mismo con los que vengan después»… Aquella frase seguía revoloteando en el aire sin que ninguno de los cuatro se decidiera a darle caza. Y no lo hicieron. A partir de ese momento todos tuvieron claro que, aunque se empeñaran, es el futuro quien toma sus propias decisiones.


Comentarios

4 comentarios

pilyboop

Me encantan tus relatos, un final inesperado y sorprendente. Las jugarretas que te hace el destino…  🙂

Lucía

Es que el futuro es caprichoso … y el amor más!!

Iván

Muchas gracias, Pilyboop. Aunque el destino esté impreso en el billete el tren puede equivocarse de vía.

Más caprichoso que un niño en una tienda de golosinas, Lucía. 🙂

lupe

Es que no se puede tener todo ¿o si?
Saludos


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