No me atraen las típicas entradas donde el autor, tras un espacio de tiempo sin publicar de forma continua, se disculpa prometiendo que pronto volverá al redil de la constancia. De verdad que no me gustan. Entonces, ¿qué hago publicando este post? Decirme a mí mismo que existo. Podría haber utilizado el clásico pellizco en el brazo (o en alguna otra zona más dolorosa) pero dejar constancia por escrito tiene una garantía: queda grabado en el tiempo como una especie de contrato.

Todos llevamos una vocecilla en nuestra cabeza que nos va martirizando continuamente sobre las cosas que hacemos mal o, simplemente, las que evitamos llevar a cabo por falta de convencimiento o simple pereza. Y he de decir que la mía siempre se ha quejado de esto último. Pero que le voy a hacer, soy vago por naturaleza. Ya lo decía mi madre: «no dejes para mañana…». Y yo siempre le hago caso: lo dejo todo para la semana que viene.

Aunque no sólo quería aprovechar esta entrada para para obligarme a mí mismo a seguir adelante con este blog sino que también quería presentaros a todos los que seguís pasando por este apeadero en el universo internauta al nuevo miembro de mi familia: una Suzuki GSXR 600. Si os acordáis de aquella entrada en la que hablaba de mis propósitos para los años venideros no os sorprenderéis de la elección. Es algo que llevaba persiguiendo mucho tiempo y, al final, ha acabado en casa. Y para muestra una foto (con barro. Llevo dos días seguidos con lluvia).

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