-¿Señor alcalde?
-Dígame.
-Ha llegado el banquero. Dice que tiene una cita con usted.
-Que pase.
…
-¡Buenos días!
-Buenos días, señor alcalde. Perdone por abusar de su confianza viniendo hasta el ayuntamiento.
-Perdóneme usted a mí. No recordaba que teníamos una cita.
-Y no la teníamos. He venido por iniciativa propia.
-Vaya. Intuyo entonces que no será una visita de cortesía.
-Pues no. He venido para avisarle de la escasez de fondos en las cuentas del ayuntamiento.
-¡Eso es imposible! Había dinero suficiente como para afrontar con éxito los presupuestos de este año…
-Siento llevarle la contraria, pero eso no es así.
-No puede ser.
-Se lo aseguro. He revisado cada una de las cuentas. El ayuntamiento no podrá sufragar ni la construcción del nuevo colegio.
-¡Eso es una tragedia! ¡Es nuestro proyecto estrella!
-Pues me temo que va a acabar estrellado.
-¡Algo ha debido pasar! ¡Yo no he autorizado ningún gasto!
-Su equipo de gobierno es demasiado amplio. Y con pocos escrúpulos, añadiría.
-En algún sitio tiene que quedar dinero…
-Así es. Pero sólo su cuenta personal dispone de fondos.
-Pero… Esos ahorros los guardaba para los estudios de mis hijos.
-Precisamente. Si no se construye el colegio ya me dirá usted donde va a llevarlos a estudiar…
-Me pone en un aprieto. Si se entera mi mujer me mata…
-No creo que quede nada de usted una vez la prensa se entere del escándalo.
-Tiene razón. Autorizaré el traspaso desde mi cuenta hasta la del ayuntamiento.
-Hace bien. Siempre queda tiempo para el ahorro.
-Veo que, aparte de las malas noticias, también le gustan las citas.
-Se la regalo. Y para que vea que nuestro banco es generoso con sus clientes también le hago entrega de este calendario.
-¿Después de la confianza que hemos despositado en su banco sólo me regala un calendario?
-Bueno. También tenemos bolígrafos…