Hoy es un día especial y no quiero que pase completamente sin compartir el motivo con todos los que pasáis por este blog: mi hijo ha cumplido cuatro años. Cuanto tiempo y eso que, en realidad, no ha pasado tanto.
Todos los padres recordamos su crecimiento como si fuera una serie de escalones que hemos subido juntos, quedando marcado el momento en el que pisamos con firmeza cada uno de ellos, apoyándonos mutuamente, con esfuerzo, sabiendo que la escalera no tiene fin, aunque sí un imborrable principio.
Y hoy es uno de esos escalones, no importa cual ni su número, en el que puedo mirarle y descubrir en él lo mejor de mí. También lo malo, por supuesto, pero todavía queda escalera para enmendar esos errores. Y lucharé a su lado para que no cometa los mismos que yo. O, quizá, acabe siendo al revés.