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Viento que sopla, viento que remueve – Relato.

Está decidido. Si no me pongo hoy a escribir el libro, ¿cuándo lo voy a hacer? Sé que ni siquiera tengo una idea acerca de sobre qué tratará la historia pero, como decía aquel poeta, «se hace camino al andar»… O una historia a base de juntar palabras. Así que, seamos sinceros. Si valiese como escritor, ¿no debería tener calidad todo cuanto escribo? Desde una simple nota a mi mujer hasta la más larga de las novelas, todo puede ser bueno si uno le añade como ingrediente el más especiado de los empeños… Así que… Vamos allá. Que nadie diga que no lo intenté.

 

Era uno de esos días en los que corría el aire como si le persiguiese una tropa de niños armados con tarros de vidrio, deseando encerrarle bajo una tapa de hojalata, y Juan, al igual que el resto de transeúntes que paseaban parapetados bajo sus gruesas capas de abrigo, luchaba contra ese viento llevando las de perder, helado hasta los huesos o, según él mismo se sentía, helado hasta la más mínima partícula de su alma. Quizá esto último no fuera consecuencia del viento pero, amargado como estaba tras el duro varapalo que había sufrido, cualquier excusa le servía para desviar por completo la culpa, aunque fuera hacia algo tan etéreo.
«Ha sido culpa tuya», pensó dirigiéndose al viento. «Tú te la has llevado arrastrándola contra su voluntad». De repente, deteniéndose en el centro de la acera ante el estupor de los viandantes, obligados a sortearle, gritó.
-¡Ha sido culpa tuya!

 

¿Pero qué mierda es ésta? ¿Un zumbado que se para en media calle para gritarle al viento? Me parece que con esto no me ganaré el respeto de los críticos. Ni siquiera el de mi mujer, que buena falta me haría… Veamos que sucede si varío el argumento.

 

El viento trató de detener sus pasos pero Juan, mucho más testarudo que la meteorología, siguió avanzando sin preocuparse de su cuerpo, expuesto al aire a través de un fino abrigo sin abotonar. «¿Porqué se habra ido?», pensaba torciendo la esquina sin percatarse de que el viento se habìa quedado atrás. «Algo he tenido que hacer para disgustarla y, sin embargo, soy incapaz de adivinar las razones que la han impulsado a abandonarme». Su orgullo le impedía darse por aludido mientras que su memoria, más preocupada de ayudarle que de avivar la melancolía, borró de un plumazo las últimas palabras de la chica que hasta ayer era su pareja. «Estás solo», le había dicho abriendo la puerta del domicilio que compartían. » Y no por que ahora te deje yo, sino por que tú mismo has querido aislarte de los demás. Incluso de nosotros». Y se marchó deseando que el amor se acomodara de nuevo en su vida, aunque de manos de otro hombre que supiera valorarla tal y como merecía. O, sencillamente, como a una amada.
-¡No voy a olvidarte! -gritó Juan despertando a su conciencia-. ¡Te quiero! Tarde, pero me he dado cuenta…
Y entonces se percató de que el viento ya no le envolvía presto a detenerle. «Ni siquiera tú quieres estar conmigo», pensó dirigiéndose a ese viento ausente. Y se pegó a la pared deseando que las lágrimas deshicieran lo suficiente el cemento como para encofrarse en el muro hasta el fin de sus días.

 

Desde luego voy de mal en peor. De una paranoia a un drama barato más propio de una telenovela que de una historia con clase. Bueno. Supongo que, al fin y al cabo, no soy más que un subproducto de mis propias locuras que no tienen la suficiente entereza como para plasmarse con dignidad en una hoja de papel. Ni siquiera en la servilleta de un bar. Si al menos lo que escribo me sirviera para recuperar mi dignidad como escritor…

 

El viento sopla con fuerza en el exterior del bar divirtiéndose como un niño que desviste a soplidos el cuerpo de sus muñecos, mientras nuestro protagonista, abatido tras la dura lucha contra sus miedos, divisa a su futuro deslizándose tras la marquesina de cristal que da a la acera.
-Ella es tan hermosa como esa chica -dice al tiempo que levanta la copa, una de tantas-. Como esa que ha pasado sujetándose el abrigo mientras se abrazaba -suspira-. Quién pudiera sentir unos brazos ajenos aunque sólo fuera para mitigar el abandono…
Da un gran trago, cierra los ojos y deposita con un golpe el vaso vacío sobre la barra, cerca del camarero. «Ya me ha tocado otro borracho», piensa mientras observa al cliente, cansado ya de escucharle lamentarse.
-No. Mucho más hermosa. Tanto, que sólo los ojos de un ángel serían capaces de contemplarla en todo su esplendor.
La puerta del bar se abre atrayendo las miradas curiosas, hartas ya de centrarse en sus respectivos vasos, y deja paso a un susurro conforme la recién llegada se adentra nerviosa hacia la barra, ocupada sólo por un alma en pena.
-¿Juan?
«Esa voz…», piensa Juan abriendo los ojos como si le hubieran estallado las córneas. Levanta la mirada, observa a la mujer como si se le hubiera aparecido la Virgen y es incapaz de hacer otra cosa que no sea llorar. «Debo ser un ángel».

 

Si alguna vez tuve dignidad esto es lo más cerca que voy a estar de recuperarla. Está claro que no valgo para esto pero, por lo menos, he creado algo que se mantendrá intacto mientras una chispa no le prenda fuego. O mientras mi mujer no decida que es basura y lo tire al contenedor sin reciclarlo. No, no creo que pase eso. Le gustan las historias de amor. Al fin y al cabo todos adoramos la fantasía…

 


Comentarios

2 comentarios

Bitacoras.com

Información Bitacoras.com…

Valora en Bitacoras.com: Está decidido. Si no me pongo hoy a escribir el libro, ¿cuándo lo voy a hacer? Sé que ni siquiera tengo una idea acerca de sobre qué tratará la historia pero, como decía aquel poeta, “se hace camino al andar”… O una historia …..

Bea

Hola! Es la primera vez que me paso por aquí… y después de haberme leído unos cuantos de sus relatos, he de confesarle que me gusta la manera en que escribe; su lectura se me hace muy rápida y amena.
Le escribía porque me gustaría darle un consejo si me lo permite: sí que es cierto que, en resumidas cuentas, una novela no es más que un conjunto de palabras unidas harmoniosamente, pero por mucho que se tenga el don de la palabra o por muy buen escritor que se sea, a no ser que se quiera evitar quedarse bloqueado con la trama a media historia, lo recomendable es trabajar el argumento e ir pensando al menos en su final para tener una base sobre la cual trabajar (aunque claro,  dependiendo de las acciones de los personajes, siempre puede cambiar). Lo digo por propia experiencia, porque he tenido que desechar muchas historias porque acababa sin encontrarle lógica a lo que había escrito.
En fin, espero que le haya servido de algo y, si algún día escribe una novela, espero tener el gusto de leerla.
Adiós y buenos días.


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