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Empareja2 (12) – Proposición por sorpresa (parte 2).

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Segundos después volvió a cerrase, tras los pasos de la chica que llevaba aquel número. Por el pasillo del otro extremo apareció la número dieciséis. Suspiró aliviada una vez se reunió de nuevo con sus amigas.
-Parece que las habitaciones se comunican –pensó Marta en voz alta-. O es que es una muy grande. Por que si acabas saliendo por aquel pasillo…
-Y todas suspiran cuando vuelven –apuntó Thaïs-. Como si salieran del infierno. ¿Qué les harán?
-Supongo que alguna prueba de imagen. No todas tardan lo mismo así que habrá algunas que posen y otras que no hará falta que lo hagan –sus pies se movían espoleados por los nervios, que aumentaban conforme cantaban otro número-. No sé si prefiero tardar mucho o poco.
-Tranquilízate. Lo que sea será. No te preocupes tanto.
Pero la espera no le ayudaba a tranquilizarse. Tampoco las miradas de su amiga al reloj. Que cada vez eran más frecuentes.
-Deja de mirarlo de una vez –dijo Marta regañando a Thaïs-. Por más que lo mires no vamos a tardar menos. Si no quieres estar aquí espérame fuera.
Pero era incapaz de abandonar a su amiga ante el peligro. Tuvo que armarse de paciencia y, al cabo de otras dos horas, escucharon por fin el número treinta y uno. “Allá vamos”, pensó Marta envalentonándose. Las piernas le temblaban amenazando con no aguantar su peso. Pero su orgullo era más fuerte. “He dicho que lo haría y lo haré. Que sea lo que Dios quiera”.
La nueva habitación era el doble de grande que la anterior. Pero peor iluminada. Unos focos colgaban del techo en el centro de la estancia arrojando una débil luz sobre un pequeño escenario, flanqueado por paraguas de fotografía. Se levantaba un palmo sobre el suelo y una falsa pared, cubierta por una cortina blanca, delimitaba el espacio en dos de sus lados. Frente al set una cámara, que descansaba sobre un trípode, dominaba estoica la escena. A la derecha de la puerta había una mesa, repleta de papeles, tras la cual se sentaba la mujer que les había recibido al principio. Más a la derecha un biombo blanco se erguía majestuoso cercano a la pared. Detrás suyo, aunque no se veía a simple vista, una amplia colección de ropa interior reposaba sobre un perchero y una pequeña mesa.
-¿Marta de la agencia Garbo? –preguntó la mujer con tono cansino-.
-Sí. Soy yo.
-Vamos a hacer algunas pruebas –rebuscó entre los papeles sacando un pequeño cuaderno con fotos-. La agencia nos mandó tu book –hojeó las páginas-. Ahora que te veo estas fotos son un poco antiguas.
-Sí. Es que –Marta trató de excusarse-. Son de hace un par de años. Cuando terminé el curso de teatro.
-Bueno. Ve detrás del biombo y vístete con el modelo que te apetezca -la mujer depositó el book de vuelta a la mesa y miró a Marta esbozando una falsa sonrisa. Thaïs se mantenía junto a la puerta observando la escena-. Marcos ha ido a beber agua. No tardará en venir.
Marta avanzó hacia el biombo situándose tras él. Los nervios se habían transformado en pánico. Deseó con todas sus fuerzas salir de aquel lugar. “Pero tengo que hacerlo. Tengo que hacerlo”. Rebuscó entre la ropa interior hasta encontrar lo que más le gustaba: un conjunto de sujetador y braguita en encaje blanco rematados con un diminuto corazón de cristales de Swarovsky. “Se ve bonito. Pero no sé como me quedará puesto”. Se desnudó, colgando toda la ropa en el escaso espacio que quedaba disponible, y observó su blanca piel con una mueca de asco. “No me van a coger. Soy horrible. Y no estoy morena. Si no me gustara tan poco la playa podría haber aprovechado para ir a tomar el sol”.
-No tengo todo el día –gritó la mujer-.
Marta dejó los complejos a un lado y se vistió lo más deprisa que pudo. Se colocó el sujetador, abrochándoselo con dificultad por la espalda. Y a la hora de ponerse la braguita sintió una punzada de suciedad. “¿Voy a tener que restregar mis partes con las de las otras chicas?”. Miró fugazmente la mesita localizando una pequeña pila de papeles adhesivos. “Deben de ser para colocarlos en las bragas”. Miró el reverso de la prenda, despegando la tira que tenía pegada, y colocó una nueva, calzándosela posteriormente. “Ya no puedo echarme atrás”. Salió del biombo y se acercó a la mesa caminando estilizadamente.
-Colócate en el centro del set –dijo la mujer mirándola fijamente-. Y espera a que venga Marcos.
Marta subió al decorado situándose frente a la cámara. Juntó las manos por detrás de la espalda y se dispuso a esperar. Pero apenas tuvo que hacerlo. Un hombre joven, de apenas treinta años, surgió desde la oscuridad del fondo de la habitación. Caminaba a grandes zancadas, señal de que las prisas y los nervios le azuzaban.
-¿Ésta es la última, Julia? –preguntó en voz alta cuando llegó a la altura del set. Se mantuvo frente a él, dándole la espalda a Marta-.
-Sí, Marcos –respondió la mujer desde detrás de la mesa-. Se llama Marta. Viene de Garbo.
Thaïs miró a aquel chico quedando cautivada por su belleza. Vestía con vaqueros y camiseta holgados. Aunque bajo ellos se podía adivinar un cuerpo fornido y cuidado. Una media melena coronaba de rebeldía aquella cabeza juvenil cuya cara, bronceada, rebosaba de una barba aparentemente descuidada. No podía ver con claridad sus ojos. Pero se le antojaron dulces y enérgicos. “Tengo que verle de cerca”, pensó Thaïs. Siempre claudicaba, indefensa ante sus impulsos pasionales.
-Debes de estar cansado –dijo ella acercándose hasta Marcos. Se arrepintió de haberlas dicho una vez surgieron de su boca. Pero ya había establecido contacto-. Después de toda una mañana mirando a mujeres.
-¿Tú quién eres? –preguntó él con desdén-. ¿Otra modelo? Pensé que ésta era la última –señaló a Marta sin ni siquiera volverse-. Tendrás que esperar tu turno fuera.
-No soy modelo –respondió Thaïs ignorando el tono de Marcos-. Vengo a acompañar a mi amiga. Y te aseguro que es la mejor.
-Eso ya lo juzgaré yo –se acercó hasta la cámara recogiéndola del trípode-. Empecemos –se dio la vuelta y enfocó con ella a Marta. Segundos después apartaba el ojo del visor-. ¿Tú eres Marta? –preguntó dirigiéndose a la chica-. ¿Eres la misma que la del book de la agencia? No te pareces en nada.
-El book es un poco antiguo –volvió a excusarse-. Es de hace dos años. De cuando terminé el curso de teatro y me puse a buscar trabajo en este mundillo.
-¿Y todavía no te has hecho uno nuevo? –preguntó Marcos. Su voz había adquirido un tono amable y meloso. Volvió a mirar a través de la cámara. No tardaron en sonar los disparos-. ¿Cómo es que con es cuerpo no tienes un book decente? Con lo hermosa que eres no te costaría encontrar trabajo de modelo –se acercó hasta los paraguas ajustando la iluminación. Marta quedó cegada por unos instantes-. Abre los ojos y muévete. Como si estuvieras corriendo por una playa –ésta obedeció. El miedo y los nervios se difuminaban-. Así. Así. Perfecto. Ahora túmbate en el suelo mirándome con picardía. Perfecto. Pásate el dedo índice por los labios. Como si estuvieras lamiendo un trozo de helado.
Marta improvisaba cada postura añadiéndole todo el empeño del que disponía. Al principio le costaba soltarse. Pero al cabo de unos minutos se encontraba tan cómoda que había olvidado que estaba casi desnuda ante un extraño. Y accedía por completo a sus deseos. Incluso en poses demasiado íntimas.
-Camina despacio a cuatro patas. Como si fueras una perra. Ahora siéntate y desnuda tu pecho derecho. Como si se hubiera salido por sí solo –Thaïs no podía creer lo que veían sus ojos. Su amiga estaba completamente transformada. Ni en sueños hubiera sido capaz de imaginar su comportamiento-. Perfecto. Por hoy ya tenemos bastante –Marcos se giró dirigiéndose a Julia-. La elijo a ella. Marta será la próxima imagen del catálogo.
-Hablaré con el anunciante –dijo la mujer sacando un teléfono móvil de la montaña de papeles-. Y se lo diré al resto de las chicas.
Marcos dejó la cámara nuevamente en el trípode y se acercó al decorado. Thaïs le seguía de cerca con la esperanza de que se fijara en ella. Pero éste solo tenía ojos para su amiga.
-Ya te puedes vestir –le dijo a Marta-. Te llamaré cuando vayamos a hacer la sesión definitiva. Supongo que tendremos tu teléfono correcto. Sino llamaremos a la agencia.
-Vale –dijo Marta. Una vez había dejado de posar la sensación de desnudez había vuelto a apoderarse de ella. Tuvo la necesidad urgente de vestirse-. Esperaré la llamada.
Bajó el escalón y se dispuso a dirigirse hacia el biombo. Pero la voz de Marcos la detuvo.
-El sábado que viene estoy libre. Si quieres te puedo hacer las fotos para tu nuevo book. Y luego te invito a cenar.


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