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El soldadito.

-¡Hasta siempre!
Mientras gritábamos observamos como el barquito se deslizaba lentamente río abajo. Estaba hecho de cartulina por lo que a duras penas aguantaría una larga travesía. Pero a su único pasajero no pareció importarle. Su cuerpo rígido permanecía inmóvil en la distancia. Como lo había estado durante todos estos años.
Todavía recordaba el momento en el que mi madre me lo regaló. Eran tiempos difíciles y aquel muñeco de madera fue mi primer y único juguete. Se asemejaba bastante a un soldado a excepción de los colores de su uniforme. Eran demasiado chillones para una guerra. Aunque sobrevivió a mil combates infantiles, a otras tantas caídas desde mi estantería, salió indemne de multitud de inmersiones en el pilón del pueblo… Y cientos de nuevas perrerías de mis cuatro hermanos que lo fueron heredando uno tras otro cuando el anterior dejaba obligatoriamente de ser un niño. Hasta llegar al pequeño. Cuando cumplió once años decidimos que ya era hora de dejar en libertad al soldado y comenzar el camino a hacerse hombre.
-¡Hasta siempre soldadito!
Gritamos con todas nuestras fuerzas desde la orilla del río. Pero solo sonaron cuatro voces. Miré a mi hermano pequeño. Estaba en silencio mientras trataba inútilmente de aguantarse las lágrimas.

Comentarios

10 comentarios

Doña Paranoica

Qué historia más tierna!!!!! Pobre peque, supongo lo triste y solo que se quedó al ver a su compañero de juegos navegando río abajo.

Me ha encantado Iván, como siempre

unjubilado

Los mayores casi siempre hemos menospreciado a los pequeños, no hemos sabido adaptarnos a su edad.
Como compensación le tenéis que regalar entre los cuatro una pequeña colección de soldaditos de plomo, para que los exponga en el salón y pueda contar la historia del soldadito de madera.

Iván

Gracias Doña. De eso se trataba. También de reflexionar un poco. Los niños siempre incitan a eso.
Tienes razón, Jubi. Solemos olvidar la época de la niñez. Sobre todo cuando hemos sido arrojado forzosamente de ella. La compensación me parece adecuada. Para una próxima historia.

Don't worry, be happy

Una historia muy tierna, Iván, me ha gustado mucho.

Iván

Muchas gracias, Don’t worry!

PeiT

Qué raro… ¿Éste no se enmarca en la categoría infimocuentos? Me ha encantado igualmente.

Iván

Bueno, Peit. Podría meterlo allí. Pero prefiero reservar esa categoría para los relatos más imaginativos y fantásticos. Y con magia.
Me alegro de que te haya gustado.

camdem

Realmente precioso. Yo también soy el menor de bastantes hermanos y comprendo lo que siente el chico al ver huir, con su soldadito, la infancia que ha dejado atrás. Me han encantado. Ah! y por cierto, unjubilados, no creo que el chico quiera una colección de soldados de plomo, sino unos soldados que convierta en reales durante muchas tardes de juegos. Para ser mi primera vez me estoy extendiendo demasiado. Un abrazo, Iván, y espero volver a verte pronto.

Iván

Gracias por el cumplido, Camdem. He acabado cogiéndole mucho cariño a esta historia. Y no te preocupes por la extensión del comentario. Puedes hacerlo tan largo como quieras.
Un saludo!

BLOGus

Muy buen micro relato! en pocas lineas está todo lo bueno de la niñez y lo malo de los adultos. Cuando dejamos de jugar? y digo de verdad, con imaginación y poco dinero. Un abrazo, Iván. Te voy a enlazar de una vez por todas!


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