Relato: ansias de sangre.
-¡Mierda! -zumbó la mosquita interrumpiendo la succión. Sacó el aguijón y miró con detenimiento el lugar donde se había posado-. ¡Estoy en el culo de un perro! ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Levantó el vuelo y, tras unos segundos planeando, se posó sobre una hoja de higuera. El rocío había depositado sus perlas sobre la superficie por lo que tuvo que extremar las precauciones. «Que hambre tengo», pensó mientras tragaba el último regusto a sangre de perro. «Tengo tanta que mi instinto me ha llevado hasta el último animal del que me alimentaría. ¿Es tan difícil encontrar sangre de humano? Estoy harta de comer sucedáneos». Levantó nuevamente el vuelo buscando otra víctima pero en un primer momento no tuvo suerte. Ya estaba a punto de desistir cuando a lo lejos divisó una figura alta recortándose en la bruma. «¡Un humano!». A su lado un animal más pequeño, seguramente un perro, brincaba nerviosamente tratando de llamar la atención de su dueño. «¡Por fin voy a dejar de comer basura!». La mosquita enderezó el vuelo aterrizando poco después en un brazo huesudo y lampiño desdeñando la peludez del animal de compañía. Las ansias de sangre guiaron su aguijón peligrosamente.
-¡Puto mosquito! -gritó el humano al tiempo que se propinaba un sonoro manotazo aplastando al repentino atacante-. ¿Por qué tendré la sangre tan dulce?
Comentarios
4 comentarios
Es una mosquita vampira. Lo se…
no está mal la moraleja, sucede a veces, despreciamos las cosas que nos parecen pequeñas, por otras que al final nos cuestan más caras.
Somos como la mosquita de tu historia… solemos complicarnos la vida por ambición o por ese inconformismo que normalmente nos persigue… Un beso.
Para mí que todas las mosquitas lo son, Lady. Incluso las muertas… 😛
Sacaste justo lo que quería transmitir, Lupe. Me gustan las historias con moraleja.
Demasiada ambición suele ser peligrosa, Neruda. El inconformismo exacerbado también.
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