Magia con el rey – Relato.
-Necesito un voluntario del público.
El mago se dirigió a las diez personas que contemplaban su número en el vestíbulo de la estación de Universitat eligiendo, ante la falta de colaboración, a un hombre joven, de unos treinta años, que se mantenía expectante en la última fila.
-¿Quieres colaborar con el espectáculo? –preguntó el mago dirigiéndose a su víctima-.
-Tengo prisa –se excusó el hombre-. Y mucho trabajo.
-Tienes prisa pero estás aquí plantado. ¿O es que piensas marcharte antes de que pase la gorra?
El resto del público rió mientras observaba como el hombre, avergonzado y herido en el orgullo, accedía al reto y al improvisado escenario de aquel vestíbulo.
-¿Cuál es tu nombre?
-Roberto.
-Bien, Roberto. Te voy a pedir que me dejes una moneda para el truco.
Éste se mostró reticente pero accedió. Rebuscó en sus bolsillos, constatando con angustia la ausencia de la cartera, y sacó un euro, único superviviente.
-Sólo tengo un euro –Roberto mostró la moneda sonrojándose-. No creo que valga.
-Veo que eres catalán –rió el mago agarrando la moneda-. Aquí tengo otra igual pero pintada con una cruz –mostró la suya, marcada a rotulador sobre el relieve del rey-. Y ahora, desaparecerán las dos.
El mago se remangó, cerró las manos con fuerza haciendo ver que las monedas permanecían dentro y, tras unas palabras mágicas, mostró las palmas, ya vacías.
-¿Y mi moneda? –preguntó Roberto entre la irritación y la sorpresa-.
-Mira en tu bolsillo –le dijo el mago dirigiéndose al público. Roberto obedeció sacando entre aplausos la moneda-. Ahora te toca a ti echarla en la gorra. Creo que me lo merezco.
Roberto miró al mago con desprecio y marchó sin decir palabra en dirección al andén de la línea dos dejando atrás a la audiencia, sorprendida ante el repentino comportamiento. De él nadie se reía, no estaba dispuesto a ser el instrumento de un mago estúpido y chistoso. Además, tenía prisa. Subió al metro, bajó en Paral.lel, realizó las gestiones pertinentes y se dispuso a regresar a su oficina en el mismo transporte con el que había venido. Pero no recordaba que había perdido la cartera y, ante la imposibilidad de comprar un billete con tan sólo un euro disponible, se encontró en una disyuntiva. No tenía tiempo que perder, pero tampoco dinero. Y no iba a volver andando. No podía coger un taxi y claro, pedir era de pordioseros. Rebuscó a conciencia en todos los bolsillos, sabiendo que el milagro era imposible, pero sucedió. Extrajo aquella misteriosa moneda reconociéndola en seguida: la cruz pintada sobre la cara del rey.
A la mañana siguiente, Roberto volvió al vestíbulo de Universitat encontrando al mago en plena preparación de su espectáculo. Se resistió pero, aun así, se acercó a darle las gracias.
-No tienes porque darlas. Seguro que a ti te hacía más falta.
-No necesito tu dinero –replicó Roberto orgulloso-. Tú eres pobre, yo no.
-Puede que sea más pobre, pero el orgullo no me impide pedir ayuda.
-Yo no necesito la caridad de nadie –Roberto sacó su nueva cartera alardeando de que estaba repleta-. Jamás me volverá a faltar dinero.
-Soberbia tampoco –ironizó el mago-.
-Ríete lo que quieras, sólo sirves para hacer chistes.
Roberto dio media vuelta con suficiencia, disponiéndose a abandonar al mago, pero éste le lanzó un último reto.
-¿No vas a devolverme la moneda?
-Tienes razón –Roberto extrajo nuevamente su cartera alcanzándole un billete de veinte euros-. Quédate con el cambio.
El mago agarró el billete abrazando a su inesperado mecenas y éste, cogido por sorpresa, cedió al abrazo sin corresponder.
-Muchas gracias –dijo el mago forzando las lágrimas-. Nadie ha sido tan generoso conmigo.
-No te lo gastes en palomas –se burló Roberto riéndose de su propio chiste-.
El mago observó como su incauto se alejaba en busca del metro, se secó con la manga las lágrimas fingidas, guardó el billete en uno de los bolsillos de la levita palpando el generoso bulto de la cartera, aún caliente, y no pudo evitar los reproches. “No he de sentirme culpable”, se compadeció. “Era un idiota”.
Este relato forma parte del concurso de TMB de Sant Jordi. Puedes visitar su página y pinchar en las estrellas. Si te ha gustado la historia, claro.
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