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Escaparate sobre dos tacones (parte 2).

“Será hijo de puta”, pensó. “Se cree que tiene derecho a reírse de una mujer solo por ser prostituta. Ojala te estrelles”. Se levantó con dificultad, a causa de los tacones, y se golpeó el trasero con las palmas de las manos para sacudirse el polvo de la minifalda. Recogió el bolso, que había caído al suelo, y lo abrió para verificar que no se había roto el frasco de perfume. “Está intacto, menos mal. Pensé que se habría derramado”. Sacó una foto de su hija, que siempre llevaba encima, y la contempló con melancolía. “Ya queda poco para que volvamos a estar juntas. Hoy va a ser el último día. Estoy harta de este puto trabajo. Ya no aguanto más”.
Nadia había llegado a Barcelona hacía dos años y medio buscando una oportunidad laboral con la que poder despegar económicamente. No fue fácil tomar la decisión de marcharse, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que iba a echar de menos a su hija. Pero no tuvo más remedio. En su país no había encontrado trabajo, a pesar de haberse preparado a conciencia para el mundo laboral. Había estudiado turismo, hostelería e idiomas. Pero fue todo en vano. Y más después del embarazo. Fue un descuido el haberse quedado embarazada pero desde el primer instante estuvo convencida de dar a luz y hacerse cargo del pequeño. El padre no volvió a dar señales de vida tras enterarse, por lo que ella tuvo que hacerse cargo de la niña en exclusiva ayudada, en ocasiones, por sus padres. Pero no aguantó mucho así. Tuvo que dejar el piso que tenía alquilado e irse a vivir con sus progenitores, haciéndose cargo éstos de todos los gastos. El sueldo del padre de Nadia y los pocos ahorros que tenía no cundieron todo lo esperado mientras encontraba un empleo por lo que decidió marcharse al extranjero y buscar trabajo en otro lugar. Y entre todos los destinos posibles eligió España. Le gustaba mucho el país. Incluso había estudiado su idioma, por lo que ése fue su destino. No tuvo problemas burocráticos a la hora de marcharse, así que reservó un pasaje en un autobús con destino a Barcelona, se despidió de su hija y de sus padres y marchó dejando atrás todo lo que había conocido. Con el poco dinero que aún le quedaba consiguió encontrar un pequeño piso en alquiler en un descuidado barrio del centro de la ciudad. Pero tampoco pudo aguantarlo mucho tiempo. Sin encontrar trabajo, las facturas impagadas empezaron a acumularse hasta que, tras el aviso de desahucio por parte de su casero, decidió poner un anuncio en un periódico en la sección de contactos. Y no tardó en recibir llamadas. Sin apenas hacerse a la idea se encontró desnuda ante un hombre bastante mayor que ella, con el que no tenía ningunas ganas de acostarse. Pero la necesidad pudo más. Así que hizo de tripas corazón para ganarse su primer sueldo de prostituta. Jamás se había sentido tan sucia. Cuando llegó de vuelta a su piso se metió directamente en la ducha y no salió hasta que su piel dijo basta. Nunca recordaría la cantidad de veces que se frotó el cuerpo con la esponja, rebosante de jabón. Y aunque la sensación corporal era horrible, no era lo peor. Le era imposible limpiarse por dentro. Y eso era lo que de verdad le daba asco. Y, aunque lo repudiaba, le resultaba relativamente sencillo ganarse de esta manera la vida. Siempre le había gustado la interpretación. Incluso había hecho un par de cursos. Así que decidió mentalizarse y tomarse su nuevo trabajo como si fuera el papel de una película. Después de unos meses en los que parecía que todo iba por buen camino su casero se enteró de donde sacaba el dinero y acabó echándola a la calle. Sin ningún sitio a donde ir fue de pueblo en pueblo, siempre viviendo en pensiones, hasta que la carretera le guió hasta aquel pueblo de montaña en el que actualmente se ganaba la vida.
“Pronto nos veremos hija”, pensaba mientras acariciaba la foto de su pequeña. Había vuelto a sacarla del bolso y contemplaba la inerte figura del papel con los ojos inundados en lágrimas. “Esto es demasiado duro ya para mi. Estar en la carretera cada vez es más peligroso. Sobre todo en este lugar tan apartado. Ya se que casi siempre pasa la misma gente y no suele parar nadie extraño. Pero tengo cada vez más miedo. Y solo pienso en volver a verte. Hace más de un año que te vi por última vez y solo deseo tenerte en mis brazos de nuevo. Ya tengo suficiente dinero para las dos, así que mañana volveré contigo”. Guardó la foto de nuevo en el bolso y se fijó en el cielo. Pensando en su hija no se había dado cuenta de que ya se estaba haciendo de noche. Aún se veía con nitidez, pero era cada vez más necesario esforzarse para distinguir el paisaje. “Será mejor que me vaya. Ya está bien por hoy”. Mientras decidía su partida divisó a lo lejos un vehículo. Se fue acercando y cuando llegó a su altura se detuvo suavemente, abriendo la ventanilla. Era un hombre el que conducía y, aunque la creciente oscuridad le impedía ver correctamente el contorno de su cara, alcanzó a divisar un rostro maduro y con unas gruesas gafas.
-¿Ya te ibas?- preguntó el hombre. Parecía que, por la voz, había acertado con su madurez. Tenía un tono bastante grave. Y quizá algo agresivo-. Me gustaría pasar un buen rato contigo.
Nadia dudó. No le causaba mucha seguridad aquel hombre. Y la voz le resultaba inquietante. Pero aún así accedió a darle precio.
-Me iba ya. Pero por ser tú te dejo el completo en ciento veinte euros- duplicó el precio pensando que así desistiría. Pero, para su sorpresa, el hombre accedió.
-De acuerdo. Estás muy buena y un polvo contigo bien vale esa cantidad- dijo el hombre. Acto seguido estiró el brazo y abrió la puerta del copiloto-. Sube. Tú dirás donde vamos.
Ella se acercó hasta el coche y se introdujo en él, cerrando posteriormente la puerta. Era un antiguo Seat Ibiza pero el interior estaba extremadamente bien conservado. Parecía que se hubiese comprado ayer. Carecía de cualquier tipo de personalización, a excepción de unos dados gigantes de peluche que colgaban del espejo retrovisor. Lo único ajeno al propio coche, además de los dados, era la pegatina de la itv en la esquina superior izquierda del parabrisas.
-Métete por este camino a la derecha- indicó Nadia con la mano-. Es un camino por el que no pasa nadie. Podemos parar al final, bajo los árboles.
-De acuerdo.
Aceleró ligeramente el coche y giró a la derecha, internándose en el camino. Las piedras hacían que ambos diesen pequeños botes en los asientos, pero tampoco tuvieron que aguantarlo mucho tiempo. No pasó ni un minuto cuando estacionaron el coche bajo los árboles que ella había dicho, deteniendo posteriormente el motor. Quedaron en silencio. Nadia fue la primera en romperlo.
-Vete desnudando- dijo mientras se quitaba la camisa y luego el sujetador. Después encendió la luz interior-. Aunque mejor será que lo hagamos detrás, ¿no?
-Claro.
Salieron los dos del automóvil. Nadia aprovechó para bajarse la minifalda y quitarse los zapatos. Dejó toda la ropa bajo uno de los árboles y entró de nuevo en el coche, esta vez en la parte posterior. Su cliente hizo lo mismo, dejando su vestimenta en el asiento del piloto, y se sentó detrás, junto a ella, pero sin calzoncillos. Su pene ya estaba dispuesto a la acción y se mantenía erguido, esperando. Nadia lo cogió entre sus manos y, interpretando el papel de prostituta, preguntó:
-¿Qué es lo que quieres que haga? ¿Empiezo por chupártela?- preguntó. No obtuvo respuesta. Aquel hombre tenía la mirada fija en sus pechos y parecía que su visión impedía cualquier otro pensamiento. Volvió a preguntar-. ¿Por donde empezamos?
-Pues…
-¿Es la primera vez que vas de putas? ¿Eres tímido?
-No. Es que mis gustos sexuales son algo especiales.
-¿Especiales?
De repente Nadia tuvo el impulso de abandonar inmediatamente el coche. Y trató de hacerlo. Puso la mano en la maneta de la puerta y trató de empujarla para poder salir al exterior. Pero le fue imposible. Él le había cogido con fuerza el brazo izquierdo e impedía su escapada. Con un fuerte tirón volvió a introducirla de nuevo en el automóvil, la tumbó en el asiento y con la mano libre la agarró por el cuello, inmovilizándola.
-¿Pensabas que te ibas a escapar?- el hombre acercó su cara a la de ella, hasta que ambas narices se rozaron. Pudo ver sus ojos a través de las gafas. Eran pequeños, negros y con una mirada asesina. Un fino flequillo plateado tapaba a medias su frente-. Ya te lo dije. Yo tengo unos gustos especiales.
Nadia intentó gritar pero no pudo. Apenas le salía un ligero silbido. Tenía tan apretado el cuello que le era imposible emitir sonido. Agitó con fuerza las piernas, tratando de librarse de su agresor, e intentó golpearle en la cabeza con el brazo derecho. El hombre se echó encima suyo, sin dejar de apretar el cuello, e inmovilizó su extremidades inferiores. Solo podía usar el brazo libre, pero cada vez podía moverlo con menos fuerza. Sus pulmones luchaban por llenarse de aire y esto cada vez le provocaba una mayor ansiedad. Pronto dejó de golpearle y trató de librarse de la mano que le impedía respirar.
-Ahora tú y yo nos vamos a divertir.


-¡Aquí he encontrado algo- gritó uno de los agentes alzando un pequeño bolso-. ¡Parece que el asesino se deshizo de él después de abandonar el cuerpo de la víctima!
-¡Tráigalo hasta aquí!- respondió el policía de mayor graduación. Esperó hasta que llegara-. A ver que es lo que guardaba.
Todos los policías se congregaron alrededor de él esperando ver el contenido. Abrió el bolso y lo inspeccionó.
-Habrá que examinarlo todo por si ha dejado alguna huella- dijo mientras revolvía con la mano derecha, envuelta en un guante-. Parece que si ella llevaba algo de valor el asesino lo ha debido sustraer.
-¿No tiene dinero?- Preguntó intrigado uno de los policías-. ¿Podría haberla matado para llevarse el dinero de la recaudación?
-Puede ser- dijo el gente que registraba el bolso. Sacó la foto de la hija de Nadia-. Llevaba una foto de una niña. Debía ser de su hija- le dio la vuelta para observar el reverso-. Tiene algo escrito. Pero en un idioma que no entiendo.
Todos se inclinaron para mirarlo, pero ninguno sabía descifrar lo que ponía. Era un pequeño mensaje, escrito con caracteres desdibujados y titubeantes. Como si estuviera escrito por un niño. Aunque no lo entendiesen éste, simplemente, decía:

“Pronto volveremos a vernos, mamá”


Comentarios

1 comentario

....Tarantula....

Muy bueno,te felicito!Me ha gustado mucho 🙂
A pesar de quiero añadir algun pequeño detalle,sin mucha importancia:
Se bastantes cosas de esos paises,de los inmigrantes que vienen de por ahi y algo del mundo e la prostitucion (tengo una prima desaparecida,nos hemos interesado mucho en el asunto para poder encontrarla).Podría echarte un cable si quieres,claro.Por ejemplo:Sí que tienen problemas con el visado y el papeleo,y muchos ademas.Tambien es bastante caro.
Otra cosa:Pocas chicas lo hacen voluntariamente.La mayoria estan secuestradas y obligadas a trabajar en la calle,puedo hablarte bastante del asunto.
Tambien la calle es del chulo.No dejan a ninguna chica ganarse sola la pasta y menos si e s joven,guapa y del este 🙂
Espero que no te hayan molestado mis recomendaciones y enhorabuena!
Cuando tenga un rato leere los demas.Parecen igual de interesantes.Un saludoooooo 🙂


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