Pequeña poesía.
Tu diminuta mano
agarra con suavidad
uno de mis dedos
y una angelical sonrisa
se dibuja
en la sencillez de tus labios.
No tengo ninguna duda.
El destino de mi vida
era estar a tu lado.
Si alguna vez soñé contigo
seguro que jamás lo hice
con la seguridad que la realidad
resultara aún más maravillosa
que el propio sueño.
Tus balbuceos interrumpen
mis desbocados pensamientos
y henchido de alegría
me parece escuchar
que claramente pronuncias
la palabra «papa».
Y eso es lo que soy:
tu padre.
E incapaz de aguantarme
se me escapa una lágrima.
Vuelves a sonreir.
Y entonces comprendo
que por más desgracias que viva,
por más inseguridad que sienta,
por más tristeza que padezca,
una simple sonrisa tuya
es capaz de devolverme
la alegría de la vida…
Espero que os haya gustado.
Un saludo!
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