Opinión: perdiendo la intimidad.
ADVERTENCIA:
SI NO HAS LEÍDO LA HISTORIA DE «ATRAPADOS POR LA NIEVE» ANTES DE LEER ESTE ARTÍCULO, LÉELA PRIMERO. ESTA ENTRADA DESVELA LA TRAMA DEL RELATO.
SI NO HAS LEÍDO LA HISTORIA DE «ATRAPADOS POR LA NIEVE» ANTES DE LEER ESTE ARTÍCULO, LÉELA PRIMERO. ESTA ENTRADA DESVELA LA TRAMA DEL RELATO.
Espero que me hayas hecho caso y hayas leído previamente la historia. Intenté crear una atmósfera de suspense e intriga que se arruinaría conociendo el final. No se si realmente lo conseguí pero desde luego me costó bastante mantener la sorpresa.
A la hora de crear el relato, éste lo planteé sobre tres pilares: el riesgo de no ir preparados cuando se coge el coche y hay previsión de nieve por donde circulemos, la idea del enamoramiento surgido de una experiencia adrenalítica y la efervescencia de páginas como YouTube. La idea surgió a partir de las primeras nevadas del año, donde tanta gente se quedó atrapada con el coche, por no llevar las cadenas, y fue derivando hasta el resultado final. También me resultó curiosa la idea de juntar a dos personas después de sufrir durante toda una noche, sin poder manejar la situación. Y aquí tengo que hacer una rectificación. Iñaki dice que «las relaciones surgidas de una experiencia intensa son más felices y duraderas». Y ya me han dicho que es al revés. Recuerdo que la frase la escuché hace mucho tiempo en la película de «Speed» y no se por qué decidí aplicarla aquí. Pero me equivoqué y la planteé al contrario. Pero bueno. Como lo puse en boca de un personaje y no del narrador tampoco queda mal.
Y la tercera base fue el YouTube. Y es sobre esto de lo que voy a opinar. De todo lo relacionado con las numerosas cámaras que últimamente proliferan en todos los ámbitos de la vida. No se puede negar que la imagen ha tomado el protagonismo en la forma de expresarse de toda la sociedad. Y en la manera de asegurar la integridad física y psicológica de sus habitantes. Hoy no podemos andar por la calle sin que alguna cámara nos grabe. O entrar en un banco, ir a comprar a un supermercado, vigilar a nuestros hijos en la guardería mientras nosotros trabajamos en la oficina… ¿Realmente es necesario vender tan cara nuestra seguridad? ¿Tenemos que perder la intimidad para salvaguardarnos? Yo creo que no. No puedo negar que es una buena manera de capturar a la gente que infringe la ley atentando contra las personas. Desde el famoso atentado de Nueva York se ha intensificado la obsesión de todos los gobiernos por la instalación de cámaras en las ciudades con la excusa de la prevención. Y ahora es extraño que suceda algún atraco o crimen del que no se dispongan imágenes. Los telediarios se llenan de noticias con reportajes reales, donde antes superponían un croquis o un plano con la situación del hecho mientras los presentadores hablaban con el corresponsal por teléfono. Hoy en día los vídeos llegan antes que la propia información. Y es esa importancia que le han dado los medios de comunicación lo que realmente ha impulsado el éxito de páginas como YouTube o Metacafe. Hace unos días vi una noticia por la tele que me impactó: un motorista que escapaba de la policía se chocó contra algo (no recuerdo muy bien qué) saliendo de un túnel y voló por los aires unos cuantos metros. Este incidente fue grabado por las cámaras de seguridad de la instalación. Posteriormente fue difundido mediante una conocida página de Internet dedicada al intercambio de vídeos haciéndose eco de ello el propio telediario. ¿Quién viola los derechos de imagen e intimidad que todos poseemos gracias a nuestra constitución al difundirse este tipo de imágenes? Se supone que los vídeos que graban las cámaras de seguridad son para uso exclusivamente privado y esclarecedor de delitos. Dejando de lado los hechos que pudiera haber producido el conductor de la motocicleta (por algo huiría de la policía), la persona que haya distribuido las imágenes actuó de forma grave. Y ese es el problema de YouTube: el ansia de notoriedad y las ganas de ser famoso de las personas que cuelgan los fragmentos de realidad. Cada uno es libre de hacer con su vida lo que quiera. Si se tienen ganas de grabar cada momento del día pensando que eso puede interesar al resto del público, adelante. No hay ningún problema. Lo que me da verdadero miedo es a los extremos que se puede llegar por obtener un material original. Cada vez son más numerosas las noticias de maltrato escolar que ha sido registrado en el móvil y, posteriormente, distribuido por Internet. El acoso a los profesores, las palizas a vagabundos grabadas con cámara en mano… Nadie se libra de un objetivo. Todos tenemos en el bolsillo un objeto capaz de registrar lo que ven nuestros ojos. Y ya no hay necesidad de explicar nada: solo enviar un simple archivo multimedia. Ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras. Y la estamos vendiendo muy cara.
No hay que hacer un esfuerzo muy grande para imaginar el futuro. Todos estaremos controlados permanentemente por un gran ojo, que estará expectante tratando de adivinar nuestros movimientos, antes de que éstos desencadenen en alguna catástrofe. Un satélite nos vigilará con la suficiente potencia como para captar lo que está escribiendo una persona mientras descansa en un parque, ajeno a dicha vigilancia. No es ciencia ficción. Ya se produce. Nos está pasando. Los pilares de la justicia han cambiado: ya no somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario. Todos somos presuntos culpables. Y, aunque no tengan razones para haberte grabado, eres sospechoso.
A la hora de crear el relato, éste lo planteé sobre tres pilares: el riesgo de no ir preparados cuando se coge el coche y hay previsión de nieve por donde circulemos, la idea del enamoramiento surgido de una experiencia adrenalítica y la efervescencia de páginas como YouTube. La idea surgió a partir de las primeras nevadas del año, donde tanta gente se quedó atrapada con el coche, por no llevar las cadenas, y fue derivando hasta el resultado final. También me resultó curiosa la idea de juntar a dos personas después de sufrir durante toda una noche, sin poder manejar la situación. Y aquí tengo que hacer una rectificación. Iñaki dice que «las relaciones surgidas de una experiencia intensa son más felices y duraderas». Y ya me han dicho que es al revés. Recuerdo que la frase la escuché hace mucho tiempo en la película de «Speed» y no se por qué decidí aplicarla aquí. Pero me equivoqué y la planteé al contrario. Pero bueno. Como lo puse en boca de un personaje y no del narrador tampoco queda mal.
Y la tercera base fue el YouTube. Y es sobre esto de lo que voy a opinar. De todo lo relacionado con las numerosas cámaras que últimamente proliferan en todos los ámbitos de la vida. No se puede negar que la imagen ha tomado el protagonismo en la forma de expresarse de toda la sociedad. Y en la manera de asegurar la integridad física y psicológica de sus habitantes. Hoy no podemos andar por la calle sin que alguna cámara nos grabe. O entrar en un banco, ir a comprar a un supermercado, vigilar a nuestros hijos en la guardería mientras nosotros trabajamos en la oficina… ¿Realmente es necesario vender tan cara nuestra seguridad? ¿Tenemos que perder la intimidad para salvaguardarnos? Yo creo que no. No puedo negar que es una buena manera de capturar a la gente que infringe la ley atentando contra las personas. Desde el famoso atentado de Nueva York se ha intensificado la obsesión de todos los gobiernos por la instalación de cámaras en las ciudades con la excusa de la prevención. Y ahora es extraño que suceda algún atraco o crimen del que no se dispongan imágenes. Los telediarios se llenan de noticias con reportajes reales, donde antes superponían un croquis o un plano con la situación del hecho mientras los presentadores hablaban con el corresponsal por teléfono. Hoy en día los vídeos llegan antes que la propia información. Y es esa importancia que le han dado los medios de comunicación lo que realmente ha impulsado el éxito de páginas como YouTube o Metacafe. Hace unos días vi una noticia por la tele que me impactó: un motorista que escapaba de la policía se chocó contra algo (no recuerdo muy bien qué) saliendo de un túnel y voló por los aires unos cuantos metros. Este incidente fue grabado por las cámaras de seguridad de la instalación. Posteriormente fue difundido mediante una conocida página de Internet dedicada al intercambio de vídeos haciéndose eco de ello el propio telediario. ¿Quién viola los derechos de imagen e intimidad que todos poseemos gracias a nuestra constitución al difundirse este tipo de imágenes? Se supone que los vídeos que graban las cámaras de seguridad son para uso exclusivamente privado y esclarecedor de delitos. Dejando de lado los hechos que pudiera haber producido el conductor de la motocicleta (por algo huiría de la policía), la persona que haya distribuido las imágenes actuó de forma grave. Y ese es el problema de YouTube: el ansia de notoriedad y las ganas de ser famoso de las personas que cuelgan los fragmentos de realidad. Cada uno es libre de hacer con su vida lo que quiera. Si se tienen ganas de grabar cada momento del día pensando que eso puede interesar al resto del público, adelante. No hay ningún problema. Lo que me da verdadero miedo es a los extremos que se puede llegar por obtener un material original. Cada vez son más numerosas las noticias de maltrato escolar que ha sido registrado en el móvil y, posteriormente, distribuido por Internet. El acoso a los profesores, las palizas a vagabundos grabadas con cámara en mano… Nadie se libra de un objetivo. Todos tenemos en el bolsillo un objeto capaz de registrar lo que ven nuestros ojos. Y ya no hay necesidad de explicar nada: solo enviar un simple archivo multimedia. Ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras. Y la estamos vendiendo muy cara.
No hay que hacer un esfuerzo muy grande para imaginar el futuro. Todos estaremos controlados permanentemente por un gran ojo, que estará expectante tratando de adivinar nuestros movimientos, antes de que éstos desencadenen en alguna catástrofe. Un satélite nos vigilará con la suficiente potencia como para captar lo que está escribiendo una persona mientras descansa en un parque, ajeno a dicha vigilancia. No es ciencia ficción. Ya se produce. Nos está pasando. Los pilares de la justicia han cambiado: ya no somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario. Todos somos presuntos culpables. Y, aunque no tengan razones para haberte grabado, eres sospechoso.
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