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Todo ha cambiado. Nada es igual.

Vuelvo a casa.
Y aunque parezca
que no me haya ido
todo ha cambiado.
Recorro la misma calle
en la que hace años
jugaba con mis amigos.
Pero han desaparecido.
No puedo encontrarlos.
Ya no veo ningún niño
corriendo tras la pelota
o haciendo castillos de arena
en el parque cercano,
que llora en silencio,
huérfano de risas infantiles.
Todo ha cambiado.
Ante mis ojos
se extiende un campo de golf
que, a pesar de su verdor,
no logra engañar
a mi cansada memoria
que recuerda, con pena,
el bosque de su juventud.
Nada es igual.
Soy un fantasma
atrapado entre el pasado
y una pared present
que soy incapaz de atravesar.
Observo mis manos
viejas, resecas,
y llenas de arrugas.
“Todo ha cambiado.
Incluso mi cuerpo.
Aunque siga siendo un niño
parezco un viejo.
Con el alma infantil intacta
a pesar de los años.
Pero no es suficiente.
Atrás quedó el mundo
y con él mis esperanzas
de reencontrarme conmigo mismo.
Nada es igual”.


Comentarios

3 comentarios

Lorena

Que bonito… yo soy incapaz de expresar lo que siento en un escrito.

Iván

Muchas gracias.
Bueno. Quizá para mí sea algo más fácil. Pero lo realmente importante es lo que uno siente. No lo que dice.
El corazón no dice mentiras.

Alberto

Me ha gustado. Lo cierto es que muchas veces pasamos por los parques donde jugabamos de pequeños y es inevitable que la nostalgia nos invada, pero lo que más me llama la atención, por no decir que me causa desasosiego, es ver como donde antes los niños inundaban los parques corriendo de un lado para otro, ahora apenas ves alguno de pasada.


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