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Una hormiguita huérfana.

Hoy era el día señalado en el que se despedía de la radio el equipo de «no somos nadie» y, dado que me ha entristecido bastante ese adiós, he decidido crear una entrada dedicada a ellos. La semana pasada ya hice un haiku de la misma temática pero hoy voy a extenderme bastante más. Espero que no se os haga muy pesado.
Haciendo un poco de recorrido por mi vida hay dos objetos que casi siempre me han acompañado: un aparato de radio y un buen libro, ambos siempre sobre mi mesita de noche. Recuerdo como mi madre me compró una pequeña y roja, a pilas, que solo sintonizaba el AM, algo que ahora resultaría muy rudimentario. Pero a mí me hizo tremendamente feliz. Pasaba las noches escuchándola a escondidas bajo mi almohada a un volumen muy bajo, por si alguien entraba a ver que hacía. Los locutores me acurrucaban con sus palabras hasta adormecerme entre noticias, música y anuncios, enseñándome un mundo que, aún siendo imposible de ver, si me permitían visitarlo con la imaginación. Y eso es lo que siempre me ha estimulado el hermano pequeño de la televisión. Por mi receptor nacían y morían programas, presentaban sus discos los grupos de música, trataban de venderme el capitalismo más efímero envuelto entre las voces más cálidas de los locutores… Aprendí que la vida siempre tiene más de una lectura y un lado amable, aún cuando el reverso resulta tenebroso. Conocí a Arús, a Iñaki, Abellán, Ortega, Caballé, Buenafuente… Tantos nombres que hay muchos que ya se me han olvidado. Pero hay uno que nunca se me olvidará: Pablo Motos. Caí en «no somos nadie» tras finalizar otro programa, hace dos años, y desde ese momento, y sin darme cuenta, entró a formar parte de mi familia. Cada mañana esperaba a que dieran las siete e irrumpieran en mi monotonía laboral dándome razones para sonreír a pesar del cansancio. Durante este tiempo nunca pensé en lo que echaría de menos aquellas voces una vez se marcharan de mis auriculares. Pero hoy me he dado cuenta de ello. Y me han entrado ganas de escribirles una pequeña poesía. Seguro que si alguien lee esto y no está habituado a escuchar la radio piensa que soy una persona muy rara por entristecerme ante el final de un programa. Pero es que la radio es muy diferente de la televisión. Los locutores no son amigos. Se convierten en hermanos.
Vamos allá.

Hoy me siento huérfano,
perdido en un mar de ondas
que trata de recuperarse
tras una tormenta.
Me siento separado
de mis padres mediáticos
que tanto me enseñaron
estos últimos años.
Aprendí a odiar el silencio
y a cambiar cada mañana
las pegajosas legañas
por lágrimas de alegría.
Me enseñásteis que la política
puede ser divertida
si miramos con humor
a quienes la ejercen.
Y ahora vuestras voces
resonarán eternamente
en nuestra memoria.
No escucharé a Juan Herrera
comentando el tiempo
con sus huevos fritos.
Ni a Laura con su pincho
defendiendo estoica
el poder de las madres.
Juan y Damián no estarán
para alegrarme con sus chistes
mezclando posturas sexuales
con recortes de revistas.
¿Y quién dará la nota
desafinando sin vergüenza
como lo hacía Marron?
Raquel desaparece
llevándose en sus entrañas
la inocente irreverencia
de una niña llamada Irina.
Y tantas otras personas
que a base de escucharlas
se convirtieron en amigos.
Como tú: Pablo.
El mejor que uno puede tener
a través de la radio.
Conmigo has compartido
mucho más que unos minutos
de simple radio.
Me has prestado tu tiempo
sin darme un recibo
que asegure su devolución.
Y ese es un riesgo
que solo los más humildes
están dispuestos a correr
con sus amigos.
Y así es como te veo:
sincero, sencillo,
con el alma de un niño,
el saber de un anciano
y el corazón de un hermano.
Gracias por dejarme escucharte.

En fin. Os seguiré en la televisión, por supuesto. Pero siempre tendré la radio preparada por si volvéis a ella. Nervioso como cada mañana, cuando dan las siete.
Antes de marcharme me gustaría dejar constancia de una cita que se me ocurrió junto con la poesía:

«Las estrellas no brillan por capricho sino por que se han ganado el derecho a estar en el cielo».

Escuchando:


Comentarios

2 comentarios

::mer::

Coño!
Hoy que he tenido más tiempo para bucear en tu blog… qué pena me da enterarme de esta noticia!!!

No somos nadie me encantaba… todas las mañanas al despertarme, o incluso antes de acostarme después de estar preparando toda la noche una entrega deproyectos…
Joder, y este año, en Portugal, fuera de casa, sólo con internet en la biblioteca… me he perdido nuestros últimos momentos sin saberlo…

Cawen to!

Me uno a tu homenaje. Grandes personajes, grandes momentos que nos han regalado a ravés de las ondas.
😀

Iván

uh. Te había respondido lo de internet y la radio en el otro comentario. Pues si no lo puedes escuchar por ahí mal asunto. Se que circulan podcast, pero me parece que metió mano cadena Ser en el asunto. La verdad es que me ha sido de gran ayuda para superar las mañanas. Y, la verdad, nunca había sentido de esta manera la pérdida de un programa. En fin. no somos nadie.
Les seguiremoa viendo en la tele.


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