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Volando a ras de suelo.

El viento silba en mis oídos
al partirlo en dos con mi cuerpo
pero su resistencia no vence
a mis ansias de velocidad.
Giro el puño del acelerador
hasta el final del recorrido
y observo como la aguja
se desplaza por encima
de los doscientos cincuenta.
Me siento libre.
Estoy volando a ras de suelo
montado en un caballo alado
con ruedas en vez de alas.
Los problemas terrenales
no tienen ya importancia.
Atrás queda mi mujer
con su amenaza de divorcio
dispuesta a apartar los niños
del costado de su padre.
Lejos queda ya el banco
a punto de embargar un piso
que nunca fue del todo mío.
Ahora solo existo yo
y el rugido de este motor
latiendo furioso entre mis piernas.
Ninguna otra cosa importa.
Ni la calzada, ni esta curva
que da entrada al puente
y me ha sido imposible ver.
Estiro brazos y piernas
mientras mi cuerpo cae
sin lastre hacia el vacío.
Soy un ángel sin alas
desprovisto de sensaciones
a excepción de la libertad.
“¿Quién fue el que mentiría
diciendo que antes de morir
cruzaban por tu mente
los instantes más felices?”
Soy incapaz de ver nada.
Las lágrimas enturbian mi mirada.
Jamás en mi vida
me había sentido tan feliz.


Comentarios

2 comentarios

Alberto

No voy a comentar nada, sólo voy a quitarme el sombrero. Touche.

Iván

Para no comentar nada has sido expresivo. 😀
Muchas gracias.


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