Relatos encadenados: una luz cegadora.
-Aún estás viva.
La chica miraba fijamente al pene de su acompañante observando como éste crecía lentamente de nuevo. No estaban demasiado cómodos en el asiento trasero del coche pero el escaso espacio del que disponían ya les bastaba. Eran jóvenes y su única pertenencia era aquel viejo Seat Ibiza del 97. Su único rincón de intimidad.
-¿Todavía tienes ganas de más? –preguntó Marcos asombrado. Estaba sorprendido al ver que Sonia quería seguir haciendo el amor. Pero lo que más le extrañaba era su erección-. ¿Después de dos polvos aún no tienes suficiente?
-Claro que no –la joven se le echó encima acariciando su torso desnudo. Ella también lo estaba-. Hacía tanto tiempo que no estábamos solos que por más que esté contigo no tengo suficiente –obligó a Marcos a tumbarse todavía más ocupando por completo el asiento. Tenía que doblar las piernas. Ella se veía obligada a arquear la espalda-. ¿Por qué no hemos salido antes con el coche?
-No me gusta hacerlo aquí –Marcos vigilaba con el rabillo del ojo lo que ocurría alrededor del vehículo-. No me siento a gusto haciéndolo en un descampado.
-¿No te sientes a gusto? –rió burlona Sonia -. Lo que pasa es que te da miedo.
-No lo voy a negar. Siempre me ha dado miedo. Es como vivir una escena de película de terror. Con un asesino esperando para cogernos desprevenidos.
-Me parece que has ido mucho al cine –arqueó aún más la espalda hasta golpearle suavemente la cara con los pechos-. ¿Éstas también te dan miedo?
-¿Cómo me van a dar miedo tus tetas? –preguntó Marcos irritado. No soportaba las burlas de su chica-. Me asusta este silencio. Y los búhos que lo rompen –giró la cabeza con dificultad para mirar por la ventana-. Y esta oscuridad. Me da pánico.
-Pero si hace una noche preciosa. Mira las estrellas –Sonia también miró a través de los cristales-. Y la luna casi está llena. Hay bastante claridad.
-¿Claridad? Si apenas nos vemos.
-No verás tú. Por que yo veo perfecta…
Una repentina luz les cegó cortando en seco las palabras de Sonia. Apenas duró un segundo y, antes de poder sobreponerse al susto, ya había desaparecido. Pero ya nada era igual.
-¡Quién eres tú! –preguntó Marcos atónito. Tenía los ojos como platos y una expresión de sorpresa en la cara. Mezclada con pánico-. ¿¡Y que haces desnuda!?
-¿¡Y tú quién eres!? –Sonia reaccionó de idéntica manera apartándose bruscamente de encima de su pareja. Intentó taparse sus partes más íntimas sentándose en el otro extremo del asiento, mientras Marcos se ocultaba tras sus piernas-. ¿¡Qué haces aquí dentro!? –miró asustada por la ventana-. ¿Me has secuestrado? ¡Me has traído drogada! – buscó a tientas la palanca y la accionó abriendo la puerta-. ¡¡¡NO ME TOQUES!!!
-¿¡Por qué iba a tocarte!? ¡Ni siquiera sé quién eres!
-¡Apártate de mí cabrón! –gritó Sonia mientras se alejaba con rapidez. Las piedras se le clavaban en los pies pero el pánico ocultaba por completo su dolor-. ¡¡¡HIJO DE PUTA!!!
A doscientos metros por encima dos extraños seres vigilaban los actos de la pareja a través de un pequeño monitor que levitaba a escasos centímetros de una mesa.
-¿Ves? –dijo uno de ellos-. Ya te dije que se iría gritando.
-¡Mierda! –contestó el otro fastidiado-. Ya he perdido otra apuesta. ¿Por qué siempre ganas tú?
-No lo sé. Estoy en racha. Supongo.
-¿En racha? –ironizó el segundo-. Eso es más que suerte. Pero bueno. Al menos se ha pasado más rápida la vigilancia.
-¿Ves? Ya te dije que sería divertido borrarles la memoria.
Comentarios
Deja un comentario