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Empareja2 (13) – Cada uno por su lado (parte 1).

Marta terminó de ducharse con celeridad y, como había hecho antes Sergio, se acicaló concienzudamente para la cita que se avecinaba. Afortunadamente su pareja había salido antes por lo que no tendría que dar explicaciones sobre por que se arreglaba tanto para una sesión de fotos. Marta no le dijo que había quedado personalmente con el fotógrafo, que la cita era en el piso de éste, ni siquiera que, supuestamente, iba con la excusa de la confección de su “book”. Ella se había repetido mentalmente esa excusa multitud de veces durante los últimos días pero en su interior latía un ligero nerviosismo que crecía a medida se acercaba la hora imposible de explicarse como simples expectativas ante una sesión de fotos. Y la ropa interior que había elegido, de encaje negro con un llamativo ribeteado rojo, no casaba directamente con esa idea preconcebida. “Es por si tengo que posar en bragas”, pensó Marta mintiéndose a si misma mientras se miraba en el espejo. Terminó de vestirse, se pulverizó una nube de perfume y salió a la calle asegurándose antes de su aspecto. Miró el reloj: las ocho de la tarde. “No sé si llegaré a tiempo. Buscaré un taxi”. Paró uno y veinte minutos más tarde se encontraba ante el portal del edificio del fotógrafo.
-¿Quién es? –una voz masculina atronó a través del interfono-.
-Soy Marta. Vengo por lo de la sesión de fotos.
El chirrido de la cerradura le indicó la apertura de la puerta, la empujó y se adentró en el vestíbulo del edificio. Era una estancia reducida con una escalera que subía caracoleando por la izquierda y un antiguo ascensor en el centro y al fondo. Avanzó hasta él, abrió la verja de hierro y pulsó el botón del tercer piso. El ascensor se elevó entre crujidos y tambaleos hasta pararse en la cuarta planta. Marta suspiró de alivio cuando salió de lo que acordó en denominar “cacharro”, giró a la derecha y pulsó el botón de la puerta B. Tras unos instantes ésta se abrió chirriando denotando su antigüedad y falta de aceite.
-Hola Marta –saludó Marcos. Su aspecto era imponente vestido de sport en diseño italiano. Un halo a colonia masculina le envolvía rivalizando en intensidad con el aroma a salsa boloñesa proveniente de la cocina-. Estás preciosa. Pasa al comedor y ponte cómoda. Ahora te sirvo una copa.

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-¡Sergio!
Todos los integrantes de la larga mesa corearon al unísono el nombre del recién llegado. Ya habían sido acomodados en el comedor a la espera del último comensal.
-Hola a todos –dijo Sergio-. No voy a saludaros uno a uno así que imaginaros que sí que lo he hecho.
Avanzó hacia la única silla vacía deteniéndose de vez en cuando a intercambiar algunas palabras con los ex compañeros que le salían al paso sin levantarse del asiento. Una vez llegó al suyo comprobó con alegría que le habían sentado junto a Idoia y frente a Miguel y a Ángel. Dio gracias al destino por ello aunque, a juzgar por un guiño sospechoso de Ángel, no debía ser cosa suya.
-Hola Idoia –saludó dándole dos besos. Tuvo la sensación de que las comisuras de los labios de ambos se rozaban-. ¿Cómo estáis vosotros?
-Hola Sergio –respondió Miguel con una sonrisa-. Deseando verte y saber que te cuentas.
-Que se va a contar –rió Ángel. Continuó con un chiste que había estado pensando toda la tarde-. Su vida ahora es como un bocadillo: fría y sin complicaciones.
El entorno más cercano rió la gracia. Sergio se mantuvo serio mientras cesaban las risas y se quitaba la chaqueta colgándola del respaldo de la silla.
-Veo que tus chistes son igual de malos que antes. Si te metieras en un circo acabarías encerrado en la jaula de los monos.
De nuevo estallaron las carcajadas esta vez debido al contrincante. A Ángel se le congeló la sonrisa en la boca mientras unos tonos rosados se le acumularon en las mejillas.
-Dejadlo ya –dijo Miguel mediando entre sus dos amigos-. Parece que el tiempo no pase. Os comportáis igual que en las antiguas cenas de empresa.
-¿Y que tal por allí? –preguntó Sergio apartando la tensión de la mesa-. ¿Todo sigue igual?
-Como tú lo dejaste –contestó Ángel-. De nuestra sección solo te despidieron a ti. De lo demás no ha variado nada.
-Bueno, algo sí –Miguel miró a Idoia señalándola con la cabeza-. La han nombrado supervisora. Es nuestra jefa.
-No soy vuestra jefa –Idoia bajó la mirada sonrojándose-. Solo soy supervisora. Reviso vuestro trabajo. Nada más.
-Pues eso –puntualizó Miguel-. Nuestra jefa. Muy buena. Pero la jefa al fin y al cabo.
-La más guapa de todas las jefas –apuntó Ángel-.
-Eso es imposible de negar –comentó Sergio mirando a la chica con una sonrisa seductora en los labios. Las piernas de ambos se rozaban por debajo de la mesa sin que ninguno de los dos quisiera apartarlas.

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Comentarios

2 comentarios

Ilión

Supongo que si es «parte 1» continuará pronto. Me alegro. 🙂

No es nada cansado leer tus «entradas largas»…

Iván

Continúa el lunes, ilión. O sea mañana. Si me da tiempo a terminarla. Me queda muy poco.
Siempre tengo miedo a la hora de escribir entradas largas. Sé que da pereza leerlas. Pero me gusta hacer historias más largas. Y a Marta le tengo mucho cariño. También a Sergio, aunque menos.


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