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Infimocuentos: Papá Noel.

-¿Eres Papá Noel? –la niña le miraba desde la puerta del comedor mientras se restregaba los ojos tratando de ahuyentar el sueño. Éste luchaba en contra suyo intentando cerrárselos-. ¿Has venido a traerme los regalos?
El hombre se giró acobardado dejando el valioso reloj sobre la repisa de la chimenea. Las brasas titilaban entre las cenizas quemándole la piel que no cubría el abultado traje rojo. Miró a la niña sin atreverse a decirle nada.
-¿Eres Papá Noel? –insistió. Avanzó lentamente hacia donde éste se encontraba-. Mi Mamá me ha dicho que me traerías muchos regalos. Este año he sido muy buena.
-¿Seguro? –una tos seca interrumpió las palabras del hombre. La voz que intentaba imitar era demasiado grave-… ¿Seguro que te has portado bien?

Las luces del árbol de navidad alumbraban la escena como una bola de espejos girando solitaria en una discoteca con solo dos personas sobre la pista. Ambas se miraban sin saber que decirse. Una de ellas estaba ilusionada ante la posibilidad de conocer a uno de sus sueños infantiles. La otra asustada al ser descubierta en sus propósitos. La base del árbol, que dominaba el centro de la estancia, estaba repleta de paquetes envueltos en vivos colores. La niña avanzó hasta ellos revolviéndolos hasta encontrar los que llevaban su nombre.
-Seguro que está todo lo que habías pedido –el hombre retrocedió lentamente hasta la ventana. Aún siendo una noche fría los cristales estaban abiertos de par en par-. Tengo que marcharme a visitar a otros niños.
-¡Espera! –gritó la niña dejando los regalos en su sitio. Acto seguido corrió hacia el hombre. Éste no pudo reprimir el pánico-. Quiero darte las gracias –la niña se colgó del traje obligando a su dueño a agacharse-. Y darte un beso –puso los labios en cada una de las mejillas del hombre plantándole un sonoro beso-. ¿Te acordarás de todo lo que te pedí?
-Claro –la garganta le dolía con cada palabra que articulaba-. Lo tienes todo bajo el árbol.
-Los regalos no. Quiero que me traigas a mi papá.
El silencio se hizo nuevamente entre los dos. Ambos se miraban teniendo los ojos a la misma altura. Tras unos segundos el hombre consiguió levantarse sin ofender a la niña. Acarició con dulzura su cabeza y se encaramó a la ventana.
-Quizá mañana tu padre venga a visitarte. Aunque puede que no se haya portado tan bien como para merecer verte.
Tras las últimas palabras el hombre desapareció de un salto hacia la calle. La niña se aupó tratando de divisarle pero la oscuridad del jardín, unida a la bruma nocturna, ocultó su llamativo traje. “Como me gustaría volver a verte, Papá”, pensó la niña mientras cerraba la ventana. Aún tenía los ojos de papá Noel en mente. Unos ojos que le resultaban curiosamente familiares. “Estoy seguro de que vendrá. Mi padre siempre se ha portado bien”.
“Casi me reconoce”, pensaba el hombre mientras saltaba la valla del jardín tratando de no engancharse en el alambre de espino. “¿Por qué se me ocurriría esta idea absurda? Recuperar mis cosas entrando de noche en mi casa no ha estado bien. Por fortuna me disfracé de Papá Noel”. Abrió la puerta del coche, aparcado cerca de la valla, y depositó dentro el saco con todos los objetos. “Menos mal que mi ex mujer sigue contándole el mismo cuento a la niña”.


Comentarios

4 comentarios

ISOBEL

sigues sorprendiendo truan

camdem

lo mismo digo
por cierto, feliz navidad

unjubilado

Me ha gustado el cuento.

Iván

Gracias a los tres!!!
Feliz Navidad!!


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