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La ciudad de papel (parte 1).

Antes de empezar con el cuento quiero dar las gracias a Loto, Lucía, Verónica e Ilión por tomarse la molestia de repasar la primera versión del cuento. Sé que no os contesté (perdonad) pero sí apliqué todos los consejos en la historia. Al final no me ha dado tiempo de terminarlo para el concurso así que lo publicaré entre hoy y mañana. Vamos allá.

Doblé con delicadeza la última esquina de aquel pedazo de papel casi convertido en figura y, una vez acabado, lo deposité suavemente sobre la pequeña ciudad de cartulina. Podía advertir la expectación que creaba pero eso no me ponía nervioso. Rebusqué entre los rotuladores y elegí los más adecuados para el futuro personajillo. Negro para el cabello y el perfilado de la fisonomía y vestimenta, azul cielo para las pupilas, verde hierbabuena a modo de traje, zapatos en marrón claro… Todo ello sobre la base salmón del papel especial para papiroflexia y rematado con unos detalles en blanco para los ojos y moteado del traje. Y ya estaba preparado para el toque final.
-¡Ahora voy a darte la vida! –exclamé cogiendo del estuche el rotulador transparente. Los habitantes de la ciudad de cartulina comenzaron a acercarse con timidez-. ¡Levántate y anda! –grité al tiempo que trazaba un minúsculo corazón sobre el pecho de mi última creación de papel-. ¡Ahora estás vivo!
Los pliegues comenzaron a articularse por si solos con algo de dificultad dada su inexperiencia en el movimiento. Las diminutas circunferencias que había dibujado simulando los ojos desaparecían formando una delgada línea cada vez que parpadeaban. Pero, a pesar del esfuerzo que demostraba, la figura de papel aún tardó varios minutos en adaptarse a su nueva vida. Tras ese rato, y el bombardeo pertinente de saludos por parte de sus futuros compañeros, comenzó a hacer gestos indicando que era incapaz de articular palabra.
-Perdona –dije disculpándome. Retomé el rotulador negro y le dibujé un semicírculo en la cara con las puntas hacia arriba. Al instante se torcieron hacia abajo en una mueca de tristeza-. No tienes por que estar triste. Verás como te gusta tu nueva vida –los gritos de mi novia interrumpieron mi discurso-. Perdona. Me tengo que ir a comprar –me levanté de la silla dispuesto a abandonar mi habitación, no sin antes repartir instrucciones entre mis creaciones-. Cuidadle bien. Y enseñadle las normas. Ya sabéis lo importantes que son.
Tras estas palabras abandoné la estancia con la tranquilidad de haber dejado el mando bien delegado. “Seguro que se encargan de cuidar la casa. Y de enseñar bien al nuevo”. Que equivocado que estaba.

-¡Hola! –exclamó la garza. Su constante aleteo le otorgaba un cierto aire cómico-. ¡Bienvenido a Villa Papel!
-¡Bienvenido! –repitieron el resto de figuras saludando al recién llegado-.
El grupo constaba de veinte personajes repartidos en diferentes formas. Desde pajaritas a elefantes, jirafas y algún dinosaurio. Sin contar la garza y otra efigie humana, aunque femenina. Ésta miraba con curiosidad al nuevo. La garza retomó la conversación.
-Tengo que enseñarte las normas. Son pocas pero hay que tomárselas en serio. De ello depende nuestra supervivencia. ¿Estás preparado? –la última creación prestó atención a su interlocutor aunque con el rabillo del ojo espiaba a la figura femenina-. La primera: jamás debemos salir de la ciudad de papel. Nuestro territorio abarca desde aquella fuente –la garza señaló una plazoleta con una diminuta escultura de un angel esculpida en papel maché- a aquel rascacielos de la otra punta –todos se giraron hacia el otro extremo para contemplar un rectángulo vertical de cartulina blanca con minúsculos cuadrados de color negro a modo de ventanas-. No podemos abandonar este espacio bajo ningún concepto. La segunda norma: jamás tocaremos ningún objeto que sea ajeno a nuestra ciudad. Aunque nuestro creador se lo haya olvidado en nuestro territorio –la garza miró inquisitivamente al recién llegado. Éste le devolvió una mirada de comprensión mientras asentía con fuerza plegando su cabecita de papel-. Perfecto. Y la tercera: nunca haremos daño a ninguno de nuestros compatriotas. Ni al creador, por supuesto. El mal comportamiento podría estar penado con el desdoblamiento –la garza sonrió maliciosamente al ver el gesto de horror que manifestó su interlocutor. Continuó aleteando vigorosamente-. Espero que te hayas aprendido bien las normas así que solo te hace falta una última cosa. Aquí todos tenemos un nombre por lo que habrá que bautizarte. A ver que nombre te ponemos… ¡Pepe! ¿Qué te parece? –éste asintió nuevamente. El resto de figuras coreó el nombre-. Pues ya está. Puedes ir a conocer tu nuevo mundo. Terracota –la figura femenina dio un paso al frente. Sus mejillas de papel color salmón enrojecieron ligeramente-… ¿Puedes encargarte de enseñarle nuestra ciudad? –la chica asintió-. Perfecto. Pues ya está todo arreglado. Volvamos a nuestras tareas.
Tras las últimas palabras de la garza los animales de papel se esfumaron rumbo a sus quehaceres diarios dejando solos a las dos figuras humanas. Ambos se miraban sin decirse una palabra hasta que al cabo de unos minutos la chica de papel rompió el silencio mientras se acercaba a Pepe.
-Yo soy Terracota –dijo con voz suave-. ¿Todavía no puedes hablar? –Pepe trató de hacerlo pero de su garganta de papel solo salió un ligero crujido-. Bueno. No te preocupes. Antes de acabar el día verás como puedes. ¿Vamos a dar un paseo?
Terracota le tendió la punta de papel que simulaba una mano y su compañero se la cogió con delicadeza notando como su falso corazón latía con ímpetu bajo las numerosas capas de celulosa. Era una sensación nueva. Como todas las que estaba experimentando. Y estaba seguro de que jamás sentiría nada más agradable que el tacto áspero, y a la vez suave, de Terracota. La mente de Pepe estaba ausente siendo incapaz de prestar atención a lo que su amiga le contaba. Solo podía centrar la mirada en aquellos pliegues femeninos que se le antojaban celestiales. Aunque era incapaz de comparar sus emociones con ningún otro sentimiento.
-… Y a mi derecha está el ayuntamiento donde el alcalde, que es el señor garza, dirige nuestra pequeña ciudad. Y a mi izquierda está la biblioteca. No tenemos muchos libros pero los que hay son realmente interesantes.
-¿Y dónde? –Pepe se sorprendió al escuchar su propia voz. Sonaba grave y masculina enturbiada por una ligera afonía-… ¿Dónde está tu casa?
-Está en el borde de la ciudad. Yo te llevo.
Terracota estiró con fuerza de Pepe haciendo que éste acelerase el paso. Cruzaron avenidas de papel que le parecieron inmensas a sus novatos ojos, bordearon edificios aparentemente sólidos construidos con materiales reciclables cuya fachada estaba primorosamente pintada con lápices y rotuladores, pasaron bajo rascacielos de apenas un metro y medio de altura que contrastaban en sobriedad cromática con las casas particulares… Hasta que llegaron al final de una calle estrecha donde la cartulina negra que imitaba al asfalto terminaba bruscamente, como cortada a tijera, y en su lugar aparecía una tabla de madera de abedul que conformaba la base sobre la que se sustentaban los cimientos de la ciudad de papel. A ambos lados de la calzada se levantaban dos pequeñas casas esculpidas en cartón lindando con la línea fronteriza. Ambos edificios mostraban una reciente capa de pintura blanca.
-Ésta es mi casa –dijo Terracota señalando a la derecha. Pepe miró hacia donde le indicaba aunque sentía más curiosidad por el mundo que se extendía fuera de aquella ciudad-. ¿Te apetece verla por dentro? No es que sea muy grande pero es acogedora.

Siguiente.


Comentarios

4 comentarios

unjubilado

Bonito relato, ¡que difícil es dar vida, aunque sea imaginaria a un personaje de papel!
Este relato me ha sugerido un post que no se si verá la luz, unjubilado era un personaje de informática y el resto de compañeros le tenían que ir diciendo lo que tenía que hacer, pero con órdenes claras, sencillas e informáticas.
«Mira la ventana», eso no valía ya que podía estar posicionado en dirección contraria…
Saludos

Lucía

No te ha dado tiempo para terminarlo para qué concurso??

Para los Perezoso tienes tiempo de enviarlo hasta el día 5 de Febrero …

Hasta aquí ya leí!!! Más,más …

Iván

Gracias por el elogio, Jubi. Espero ansioso ese post. Espero que lo publiques…
Es un concurso de cuentos literarios. Uno de los que se celebran en España (ahora no recuerdo de que pueblo). El de los Perezoso ya está escrito. Esta tarde termina este cuento.
Un saludo!

alejandra

quiero aprender a hacer una ciudad enn papel se lo agradesco


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