Desmontando el deseo. Hoy: el Kama Sutra.
Voy a dedicar una serie de entradas a desvelar las mentiras que circulan sobre el deseo y averiguar si realmente nos motiva aquello que debería de motivarnos. ¿El deseo es un invento de la sociedad o viene implícito en nuestro carácter sexual? Descubrámoslo.
Hoy empezaré con el “Kama sutra”. ¿Existe una obra literaria tan morbosa o intrigante como ésta? (el “Sex” de Madonna no cuenta). Quizá las “Mil y una noches” se le acerque pero esta última no tiene el poder de atracción del “Kama sutra”. Uno se espera un libro realista con multitud de posiciones sexuales, fotografías de desnudos… Pero, al contrario de lo que sugiere la imaginación, es una colección de ilustraciones hindúes de hace 1.500 años. Confieso que se me cayó un mito cuando de pequeño descubrí lo que en verdad era el “Kama sutra”. El libro en sí no provoca mucho deseo.
¿Alguien ha practicado más de tres posturas consecutivas sin fracturarse la pelvis? Seguramente no (quién diga que sí miente). Eso es algo que sólo está al alcance de los actores porno y ciertos gimnastas rusos. Y entonces, ¿por qué nos resulta tan provocativo y excitante imaginarnos que somos capaces de hacerlo? Quizá no sea por falta de ganas pero es que da tanta pereza intentarlo… Llegas a casa después de un duro día de trabajo, toca limpiar, hacer la cena, comerla, descansar… ¿A alguien le apetece utilizar la cama para algo más que no sea planchar la oreja siete horas seguidas? (en mi caso me conformo con seis). Y es que el sexo se ha convertido en un problema de agenda. Cuando los dos miembros de la pareja tienen un hueco libre tratan de rellenarlo de la manera más sencilla posible escatimando al máximo las filigranas. El “aquí te pillo aquí te mato de toda la vida” cambiando el deseo por la oportunidad que nos ha dejado el niño, el trabajo o que el perro ha subido antes de su paseo. Total. Que las posturas quedan relegadas al fin de semana (y ojalá no se duerma uno de los misioneros).
“¿Por qué no ponemos una película porno y practicamos todo aquello que veamos?” Seguramente más de uno habremos dicho estas palabras o las habremos escuchado y, sin duda, deberían de funcionar para salir de la monotonía sexual. Es el método de toda la vida: primero la teórica y luego la práctica (y si se ha de repetir examen mejor). Pero no contamos con algo que disminuirá nuestra libido: no hay una postura normal en ninguna película porno. Tríos, retorcimientos corporales, el típico 69… Pensaba que sólo los pechos eran de goma. El caso es que a mitad de la película acabáis comentando lo imposible que resulta realizar más posturas de las que habitualmente utilizáis (aparte de discutir sobre los atributos sexuales de los actores), aunque prometéis intentar alguna nueva. Pero pasa lo de siempre: el 69 no sale (es ciencia ficción), el tamaño de vuestros cuerpos no está acompasado por lo que algo que debería llegar no llega, de los tríos nos olvidamos antes de empezar… Y los nervios acaban poniendo en peligro la relación sexual (y vuestra integridad física).
¿Dónde está el problema? ¿Por qué algo que a priori resulta atractivo acaba resultando imposible? ¿Por qué todos compartimos estímulos sexuales capaces de frustrar nuestro deseo? Quizá sean demasiadas preguntas como para responderlas todas de golpe. Sólo hay una cosa que tengo clara: el “kama sutra” es un engaño y por más empeño que le pongamos jamás conseguiremos practicar más allá de las tapas. Además. Tampoco hay que conocer tantas variantes del mete y saca. Nos bastaría con encontrar, y entender, la mejor manera de comunicarnos en la cama. Incluso fuera de ella.
Hoy empezaré con el “Kama sutra”. ¿Existe una obra literaria tan morbosa o intrigante como ésta? (el “Sex” de Madonna no cuenta). Quizá las “Mil y una noches” se le acerque pero esta última no tiene el poder de atracción del “Kama sutra”. Uno se espera un libro realista con multitud de posiciones sexuales, fotografías de desnudos… Pero, al contrario de lo que sugiere la imaginación, es una colección de ilustraciones hindúes de hace 1.500 años. Confieso que se me cayó un mito cuando de pequeño descubrí lo que en verdad era el “Kama sutra”. El libro en sí no provoca mucho deseo.
¿Alguien ha practicado más de tres posturas consecutivas sin fracturarse la pelvis? Seguramente no (quién diga que sí miente). Eso es algo que sólo está al alcance de los actores porno y ciertos gimnastas rusos. Y entonces, ¿por qué nos resulta tan provocativo y excitante imaginarnos que somos capaces de hacerlo? Quizá no sea por falta de ganas pero es que da tanta pereza intentarlo… Llegas a casa después de un duro día de trabajo, toca limpiar, hacer la cena, comerla, descansar… ¿A alguien le apetece utilizar la cama para algo más que no sea planchar la oreja siete horas seguidas? (en mi caso me conformo con seis). Y es que el sexo se ha convertido en un problema de agenda. Cuando los dos miembros de la pareja tienen un hueco libre tratan de rellenarlo de la manera más sencilla posible escatimando al máximo las filigranas. El “aquí te pillo aquí te mato de toda la vida” cambiando el deseo por la oportunidad que nos ha dejado el niño, el trabajo o que el perro ha subido antes de su paseo. Total. Que las posturas quedan relegadas al fin de semana (y ojalá no se duerma uno de los misioneros).
“¿Por qué no ponemos una película porno y practicamos todo aquello que veamos?” Seguramente más de uno habremos dicho estas palabras o las habremos escuchado y, sin duda, deberían de funcionar para salir de la monotonía sexual. Es el método de toda la vida: primero la teórica y luego la práctica (y si se ha de repetir examen mejor). Pero no contamos con algo que disminuirá nuestra libido: no hay una postura normal en ninguna película porno. Tríos, retorcimientos corporales, el típico 69… Pensaba que sólo los pechos eran de goma. El caso es que a mitad de la película acabáis comentando lo imposible que resulta realizar más posturas de las que habitualmente utilizáis (aparte de discutir sobre los atributos sexuales de los actores), aunque prometéis intentar alguna nueva. Pero pasa lo de siempre: el 69 no sale (es ciencia ficción), el tamaño de vuestros cuerpos no está acompasado por lo que algo que debería llegar no llega, de los tríos nos olvidamos antes de empezar… Y los nervios acaban poniendo en peligro la relación sexual (y vuestra integridad física).
¿Dónde está el problema? ¿Por qué algo que a priori resulta atractivo acaba resultando imposible? ¿Por qué todos compartimos estímulos sexuales capaces de frustrar nuestro deseo? Quizá sean demasiadas preguntas como para responderlas todas de golpe. Sólo hay una cosa que tengo clara: el “kama sutra” es un engaño y por más empeño que le pongamos jamás conseguiremos practicar más allá de las tapas. Además. Tampoco hay que conocer tantas variantes del mete y saca. Nos bastaría con encontrar, y entender, la mejor manera de comunicarnos en la cama. Incluso fuera de ella.
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