Regalos y dedicatorias para el día del padre.
-Irse de la lengua. Tu padre todavía se acuerda de aquella vez que le dijiste a tu abuela lo mala que le parecía la comida de su suegra. O las confesiones a tus vecinos sobre lo mucho que se oían aquellos quejidos de medianoche. Así que desengáñate: por mucho que hayan pasado los años no lo ha olvidado. Aprovecha y demuéstrale lo arrepentido que estás.
-Las malas notas. No hay nada que molestara tanto a los padres como los suspensos al final de trimestre. Poco importaba lo mucho que te habías esforzado por aprobar ética, o las agujetas que aún tenías por superar el puñetero test de Cooper, cuando en el resto de las materias había un insuficiente. No hay excusas: le defraudaste. Hazle una dedicatoria sin faltas de ortografía: pensará que tampoco lo hizo tan mal.
-La desobediencia. Si a los niños nos hubiesen arrestado cada vez que no obedecíamos una orden jamás habríamos visto el sol. Y es que, aunque les pese a los padres, desobediencia y niñez van casi de la mano (como los niños y los pañuelos de papel). Te faltarían dedos para contar las veces que desesperaste a tu pobre padre así que no lo dudes y regálale un cachorro: rememorará aquellos tiempos (y recordará lo que significa recoger caca).
-Las malas compañías. Sí. No creas que el ex presidiario al que tienes como mejor amigo es la mejor de las compañías. Tu padre jamás aprobó a la gente con la que te relacionabas (y su extraña manía de ir siempre con mecheros). Y aunque más de una vez te prohibió salir con ellos ambos sabéis que jamás lo cumpliste (volviendo al punto anterior) por lo que ya va siendo hora de confesarte y pedirle perdón por todas las gamberradas que hiciste mientras tus amigos te lavaban el cerebro. Reconocer que te equivocabas puede ser el mejor de los regalos.
-Las travesuras. Llamadas de distinta manera según vamos creciendo: ocurrencias cuando somos bebés, travesuras cuando rondamos los siete años, gamberradas cuando rozamos los doce… Y putadas cuando superamos los dieciséis. ¿Cuantas veces habrá dado la cara nuestro padre por nosotros avergonzándose de lo gamberro que podía ser su hijo? Es la edad, podría ser la excusa. Y puede ser cierto. Pero en esa época también teníamos cabeza (aunque no la utilizáramos precisamente para pensar).
-No cumplir los horarios. “¡A las once en casa!”. ¿Cuántas veces habremos oído esta expresión, u otras similares a ésta? Y ante ella cientos de excusas: no llevo reloj, ninguno de mis amigos lo llevaba, el que robamos estaba parado, iba tan borracho que me equivoqué de manecilla… Tantas veces que habremos hecho sufrir a nuestro padre mientras nos esperaba en el comedor hasta que llegáramos… Jamás coló ninguna de las excusas excepto la de la borrachera (obvio) pero a él no le importaba que tratases de engañarle: con verte intacto ya le bastaba. ¿No crees que va siendo hora de recompensarle por todos esos malos ratos? Cómprale un reloj de pared (que se ilumine por la noche).
-Destrozar lo que te prestó. Tanto que le costó reunir el dinero para la entrada del coche y tú se lo destrozaste en la primera salida… O aquella vez que te dejó la casa y se te ocurrió montar una fiesta de barra libre invitando a todo el que pasaba por la calle. Tu padre ya intuía que no podía acabar bien pero, aún así, decidió confiar en ti. ¿No crees que ya va siendo hora de pedirle perdón de manera sincera? Seguro que se lo dijiste mil veces tras sacarte bajo fianza de la cárcel pero nunca está de más hacerlo una última. Regálale aquello que le rompiste reparando el daño ocasionado (excepto si tienes que comprarle una casa nueva).
-Las palabrotas. Ya se sabe que es de lo primero que dicen los niños pero hay algunos que aprenden a decirlas antes de que les salgan los dientes, poniendo en más de un aprieto a su progenitor. Nadie sabe dónde las aprenden (¿del Gran Hermano?) pero pronto le sacaste los colores a tu padre. Y lo peor no es la palabrota en sí sino tener que disculparse cuando, en el fondo, el niño lleva la razón. Y ésta es una de las primeras enseñanzas: la hipocresía del mundo adulto. El bofetón podría ser la segunda (la vida te da muchos golpes). Cómprale un loro a tu padre y enséñale a decir “hijoputa” antes de regalárselo. Recordará viejos tiempos.
Siempre hay un momento para pedir perdón. Siempre habrá otro para perdonar. Normalmente suelen ir seguidos uno del otro y ésta vez no va a ser una excepción. Para un padre no hay mejor regalo que el cariño. Demuéstraselo el resto del año y el diecinueve hazle un regalo o una dedicatoria. Mejor ambas cosas.
Puede que tengas muchas cosas de las que arrepentirte ante tu padre pero tampoco hace falta que te preocupes. La vida te reserva su venganza: un día tú también serás padre.
Comentarios
4 comentarios
¡Me acabo de dar cuennnn! ¡viene mi padre JUSTO en su día!!!!
oh, cielos, ¿y yo qué le envuelvo? ¿un beso, un perdóname por, un gracias????
Sería un paquete inmenso.
Seguro que entenderá que se lo cambie por una mirada de hija que diga: «padre, sé que siempre estás ahí».
Tampoco necesitas nada más, Ispi. Seguro que tú eras una angelita de pequeña y no tienes nada de lo que arrepentirte.
Un beso!
yo le voy a regalar un muñeco personalizado con su cara y vestido como su personaje favorito del cine, tienen un tamaño de 50cm, e s muy original, lo he encontrado en andasisoyyo.es
holas
la verdad esta +omenos ^^
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