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Dos coches y una baraja de naipes.

-¿Qué te juegas?
Sabía que esas palabras me llevarían a la perdición pero aún así decidí caer en ellas fiándome de la suerte que siempre me había regalado mi baraja favorita. Confiaba en ella ciegamente, seguro como estaba de que era incapaz de traicionarme.
-Está bien -respondí con gallardía asumiendo el reto-. Pero si jugamos al póquer tiene que ser por algo grande.
-¿El coche te parece lo suficientemente grande?
-Por supuesto -¿quién no iba a querer ganarse un Bmw?-. Pero te advierto que la apuesta va en serio. El que gane se queda con el coche del otro.
-Ese es el trato -afirmó tendiéndome la mano-.
Se la estreché y ambos apretamos nuestras extremidades sellando con firmeza aquel pacto de caballeros. Nos sentamos a la mesa y acordamos repartir las cartas alternativamente con un máximo de dos descartes, apostando antes de realizar cada cambio de naipes. Quince minutos más tarde el sudor enturbiaba con sus goterones mi ensayada cara de póquer.
-Parece que no te sonríen las cartas -me dijo con una sonrisa burlona. «Es mi baraja de la suerte», pensé desesperado. «No puede fallarme»-.
Pero sí que me falló. Tras un último intento de resarcirme de mi mala racha, y jugarme todas mis fichas a un trio de damas, mi mundo se desplomó como un castillo de naipes al ver entre las manos de mi adversario una descarada escalera de color.
-Parece que voy a tener que ampliar mi garaje.
Lo que sucedió a partir de ese momento se ha difuminado de mis recuerdos. No sé si sonrió cuando le entregué las llaves de mi Volvo ni tampoco si salió montado en él de aquella estúpida timba de póquer. No sé cuantas vueltas dí alrededor de mi casa hasta decidirme a entrar en ella y enfrentarme al previsible enfado de mi mujer por haber apostado tan tontamente el regalo de bodas de sus padres. Ni sé a la hora que introduje las llaves en la cerradura ni la excusa que pretendía poner por mi comportamiento. Pero sí recuerdo la cara de alivio de mi esposa al verme aparecer por la puerta y como me abrazó tan fuerte que aun hoy siento sus brazos alrededor de mi espalda.
-¡Estás vivo! -gritó entre sollozos-.
-¿Y por qué no iba a estarlo? -pregunté extrañado-.
-Me acaba de llamar la policía -respondió hipando. Sacó un pañuelo de papel empapado del bolsillo y se secó como pudo las lágrimas-. Me dijeron que habías tenido un accidente con el coche y no habían podido sacarte con vida de dentro. Y yo tenía que identificar.. Tu cadáver…
Mis piernas flaquearon, incapaces de aguantar el peso de un cuerpo que, aparentemente, había aumentado de peso. Me senté en el suelo, respiré hondo y me apretujé contra las piernas de mi mujer, notando un bulto en mi chaqueta. Lo palpé y reconocí en él a mi baraja favorita. «Perdona por haberte juzgado mal», pensé acariciándola. «Me reservaste la mejor de las suertes».


Comentarios

9 comentarios

pilyboop

O_o Wow¡¡ Impactante¡ La vida en verdad tiene unas maneras de sorprendernos bastante duras.  😉

La última entrada de pilyboop cuando publicaba el comentario: Blogeando que es gerundio

Eduardo

Ja, no sé. Siento que la próxima vez vuelve a confiar en su baraja de la suerte y esta vez pierde la casa.

La última entrada de Eduardo cuando publicaba el comentario: Color

Lucía

Me ha encantado … de esta historia se podría hacer un corto estupendo!!

Nenhari

Bonita historia, he llegado a tí através de Isa, me hagustado lo que he leído, los haikus me parecen muy interesantes.
Volveré avisitarte.
Un Biquiño

Iván

Gracias, Pilyboop. Nunca te puedes fiar de por dónde te va a sonreír la suerte. O dejarte con la cara descompuesta…

Quien abusa suele perder lo que tiene, Eduardo. De eso no hay duda. Aunque da igual perder la casa si mantienes la vida. ¿No?

Te cedo los derechos si quieres rodarlo, Lucía. Por las calles de Barcelona, por supuesto. ¿El Raval, tal vez?

Gracias, Nenhari. Encantado de que me visites. ¿Ya sabes lo que es un haiku? 🙂 Es broma. Lo leí en el blog de Isa precisamente…

ReChalado!

«Siento que la próxima vez vuelve a confiar en su baraja de la suerte y esta vez pierde la casa.» Segundos antes de que se prenda fuego, explote y vuele por los aires jaja

Muy bueno el relato, me gusta esa vuelta que da llegando al final. Sorprende.

Isa

Ostras impresionante,quien iba a imaginarse un final así,mientras leía iba pensando…pero será gilipichi,si soy yo la mujer….pero mira al final como acabó,fantastico relato.
Un beso

Isa

Ilion

Me ha encantado esta historia, Iván. Muchísimo.

Además, es algo que pienso a menudo. Cómo lo que en un momento dado de nuestra vida podemos ver como una desgracia, con el transcurso del tiempo y la perspectiva adecuada, descubrimos que fue una suerte. Y que seguimos siendo afortunados. 🙂

Besos

La última entrada de Ilion cuando publicaba el comentario: El desafío de Mary

Iván

Que final tan explosivo, Rechalado. Aunque podría pasar si confiase demasiado en algo tan abstracto como la suerte. Su lado oscuro siempre es malo…

Seguro que le arreas con la sartén según entre en casa, Isa. 🙂 Desde luego se lo tendría merecido.

Me alegro de que te haya gustado, Ilion. Y coincido contigo: sólo el tiempo acaba dando la razón. Al fin y al cabo somos el resultado de todas nuestras acciones, incluidas las fatídicas. Y si no nos sentimos orgullosos de lo que acabamos siendo, ¿qué nos queda? Sólo melancolía…


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