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Resurrección de una muerte literaria – Relato.

Sergio se agachó, recogiendo las flores que descansaban en el suelo, y se irguió, colocándolas con cuidado dentro del diminuto florero anclado al mármol. Leyó la inscripción cincelada sobre la lápida y le fue imposible no romper a llorar. Doce de agosto del 2008, rezaban las letras en silencio. Murió enamorada de la vida y de los que la querían.
-¿Por qué tuviste que irte? -sollozaba Sergio canalizando la tristeza-. El accidente fue culpa mía. ¡Tenía que haberme muerto yo!
Se arrodilló golpeando con furia el suelo, cubierto de césped. Continuó golpeándolo hasta que una voz conocida sonó a su espalda.
-Vas a acabar haciéndote daño.
-¿Marta?
Sergio sintió un escalofrío tan profundo que le mantuvo paralizado por unos instantes, segundos durante los que su mente, funcionando a toda velocidad, barajó diversas hipótesis para aquella voz, cuya opción más factible era la incipiente locura en la que sentía sumergirse.
-¿No vas a saludarme?
Sergio dudó pero, sobreponiéndose a la repentina parálisis, decidió levantarse, girándose despacio. Su corazón se encabritó, escapando al galope cuando vio a la persona dueña de aquellas palabras.
-¡Marta!-exclamó Sergio. Parpadeó varias veces hasta comprobar que la visión no desaparecía-. Me estoy volviendo loco.
-Te aseguro que soy yo -la aparecida Marta se acercó hasta el ex viudo apretándole con un abrazo. La fuerza no era propia de un fantasma-. No sé por donde empezar a contarte la historia…
-Pero, pero… Estás muerta.
-Parece increíble pero te aseguro que estoy bien viva. ¿O es que no me sientes?
-Ya no sé si siento, sueño o estoy ta muerto como tú.
-Te repito que yo no estoy muerta -Marta ordenó su mente preparando la historia de sus últimos meses-. Tuvimos el accidente y en el hospital, al ingresarnos, confundieron mi historial con el de otra paciente, intercambiando nuestras identidades. Fue ella la que murió, no yo. Tenía unas quemaduras tan profundas que era imposible reconocerla. Tampoco le hicieron ninguna prueba de Adn, por lo que me atribuyeron su muerte.
-¡Es imposible! ¡Te enterramos aquí!
-¿Realmente me viste?
-No -Sergio vaciló-. El ataúd estaba cerrado.
-¿Y cómo puedes estar tan seguro de que yo estaba dentro?
Fue incapaz de contestar. No sabía si era cierto lo que Marta le estaba contando aunque decidió abandonarse a la repentina realidad que el abrazo le proporcionaba. Era cálido, suave, tal y como lo recordaba de sus sueños pasados. Los labios de la reencontrada pareja se buscaron con avaricia y, tras encontrarse, se fundieron en una misma masa de carne y saliva. Todo había terminado. Y, aunque fuese un mal sueño, Sergio supo que jamás soportaría el despertarse de él.

·················

«¿Pero que basura estoy escribiendo? No puedo creer que haya cedido a las presiones de mi editor. Nadie se tragará jamás esta burda estratagema para recuperar un personaje que, encima, sobra claramente de la historia. ¿Es que a nadie le importa la opinión del que ha creado, con el esfuerzo mental que eso supone, la colección de aventuras con las que ha pasado sus horas más entretenidas? Ninguna de las continuaciones encaja lo suficientemente bien como para merecerse ese término». Eché un vistazo a la mesa del escritorio recopilando todas las posibles variantes de la resurrección. «¿Confusión en el hospital? Parece digno del peor culebrón venezolano. ¿Se escapa con un amante? No tiene sentido ya que, además de no encajar con la personalidad de Marta, sería imposible que desapareciera sin dejar rastro. ¿Sergio se quedó en coma y todo lo que ha vivido durante los últimos meses ha sido una pesadilla?». Continué barajando posibles soluciones a aquel problema sin que ninguna me acabara de convencer por completo. Los papeles se mezclaban en mis manos como un puñado de naipes mal barajados formando un cóctel de palabras tan enrevesado como mareante y, como tantas otras veces, maldije mi aparentemente ordenada forma de trabajar. Más de una vez me habían dicho que era una tontería imprimir cada borrador teniendo ya todas las variantes en la pantalla del portátil pero siempre hacia caso omiso a aquellos consejos. Y, vista la maraña de papeles que se agitaban inmóviles sobre mi escritorio, estaba empezando a reconsiderar mis métodos de trabajo.
-¡Estoy harto ya! -exclamé lanzando los papeles al aire, que acabaron desperdigados por toda la habitación-.
«¿Estaban numeradas?», pensé contemplando el estropicio. «Bueno, es igual. Ninguna tiene las cualidades necesarias para imprimirse. Al final tendré que darles la razón a todas aquellas personas que afirman que Cardoso es un fracasado. Si no soy capaz de encontrar algo coherente para seguir la historia será mejor que me retire como escritor. Aunque… Espera. Si mis lectores quieren guerra… La tendrán». Coloqué el dedo índice en el «touchpad» del portátil, desplacé el cursor por la pantalla pinchando en el Word y esperé a que se abriese una página en blanco mientras ejercitaba los dedos.
-Vais a ver que continuación.

………..

-¿Marta?
Sergio no podía creer las imágenes borrosas que le devolvían sus ojos, tras pasar por la cortina de lágrimas. Un extraño ser verdoso, aparentemente femenino, le devolvía la mirada desde sus casi dos metros de altura.
-¡Socorro! -gritó Sergio arrastrándose en dirección contraria a aquel ser-. ¡Tú no eres Marta!
-Sé que no vas a creer la historia que voy a contarte -dijo el recién llegado aproximándose lentamente a Sergio, mientras este seguía moviéndose en dirección contraria-. Que no te engañen lo que ven tus ojos. Soy Marta.
-¡Mentira! -replicó Sergio consiguiendo erguirse-. ¡Está muerta! ¡Y tú no eres más que una invención de mi cabeza!
-Entonces, ¿por qué huyes? Si me has inventado no puedo hacerte más daño del que ya te haces tú solo.
Sergio se quedó inmóvil a escasos metros de su verdoso interlocutor, incapaz de rebatir aquella sentencia. Y lo que sucedió a continuación le mantuvo petrificado durante un par de minutos más. Como si fuera un personaje de una película de ciencia ficción, o un gusano a punto de convertirse en mariposa, aquel ser verdoso fue mudando su aspecto hasta lograr el de un ser humano, pero de forma tan gradual que una vez concluido el proceso de metamorfosis fue imposible determinar el momento exacto en el que la piel adquirió el tono rosado de la carne humana. O en el que el cabello creció hasta convertirse en una melena castaña y recién cepillada. O el instante justo en el que aquellos ojos inexpresivos de ser de pesadilla devolvieron una mirada conocida, recordada y soñada.
-¡Marta! Pero… ¡Es imposible!
-Imposible no. Sólo difícil de creer.
La metamorfoseada Marta volvió a avanzar en dirección a su marido, sin que este retrocediera, y le abrazó, acariciándole la espalda. No encontró resistencia. Nunca supo si en ese instante Sergio creía haberse abandonado a su locura, pensaba que todo lo que había visto era cierto o, simplemente, aguardaba al peor momento para despertarse.
-Los extraterrestres se llevaron mi espíritu justo antes de que muriese en la cama del hospital -Marta esperó unos segundos pero no hubo ninguna reacción a sus palabras-. Me hicieron mil experimentos tras implantarme en un cuerpo artificial, hecho a semejanza de quienes me rescataron de la muerte. Y, tras conseguir lo que ellos querían, me soltaron, con la condición de que no intentara recuperar mi pasado. Pero te quiero tanto que me ha sido imposible acatar las normas.
-Pensé que no volverías -sollozó Sergio-. No soportaba la idea de estar solo…
-Y no lo estarás mientras esté yo con vida. Y, por lo menos, aguantaré doscientos años.

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Comentarios

4 comentarios

Capitana

A veces personas que no deberían sufren por nuestros actos en un sentido menos trágico que el del cuento y uno se siente mal porque no es así como deberían acabar las cosas, pero es una nueva oportunidad para aprender en lo que hemos fallado.

La última entrada de Capitana cuando publicaba el comentario: Un espejo

david ankee cheyenne

Y si fuera verdad, si existieran estos extraterrestres para hacernos resucitar de alguna manera… no sé, extraterrestres, resurrección…

De cualquier manera interesante relato

La última entrada de david ankee cheyenne cuando publicaba el comentario: ¿Qué es la Vida?

Seele

La verdad es que no me esperaba ese giro ^^ Yo de Cardoso hubiera acabado plagiendo algún cuento chino 😛

Mantenimiento informático Valencia

Interesante relato e interesante historia la que cuenta. Actualmente vemos pocos escritos como estos que juegan con la parábola y que cuentan cosas interesantes, aunque tampoco me esperaba ese final.
Leyendo el relato, con una de las cosas que más he disfrutado ha sido con la variedad y la gran cantidad de adjetivos que contiene. Los adjetivos dibujan lo que ocurre, nos ayudan a imaginar en lo que está pensando el autor/autora.

http://www.mantenimiento-informatico-valencia.es


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