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Desempleada: presentarse es siempre el primer paso – Relato.

-Parte 1: en la desesperación está la oportunidad.
 

-Pase, pase -Jacinta le reconoció inmediatamente por la voz: aquel era el hombre con el que había hablado por teléfono-. Veo que es usted puntual. Eso es algo que valoramos mucho.
-Gracias.
Cualquier otro lugar hubiera resultado más acogedor que la entrevista de trabajo que se cruzaba en su camino y Jacinta hubiera dicho que no sin dudarlo de no ser porque la necesidad le oprimía cualquier disculpa o excusa para escaparse de aquella encerrona. Así que no pudo hacer nada más que enfrentarse al futuro con la valentía de una mujer decidida a salir adelante. Aunque sólo consiguiera avanzar un paso.
-Sígame por este pasillo. Tenga cuidado, está algo oscuro.
Oscuro era una aproximación adecuada, pero lo que realmente definía aquel pasillo, y a la casa en general, era opulento. Amplitud generosa que permitía un desfile de tres personas en paralelo, techos altos característicos de un palacio de la Barcelona modernista habilitado en edificio de viviendas, obras de arte de las que Jacinta desconocía los autores y que seguramente fueran valiosas… Toda una apariencia que apabullaba a quien no estuviese acostumbrado. Y sólo era el principio.
-Buenos días -una mujer bien vestida les salió al paso nada más flanquear la puerta del comedor-. Jacinta. ¿No?
-Así es -respondió ésta estrechando la mano de la mujer-.
Era joven, estilizada y atractiva, denotando en sus ademanes una tranquilidad y exquisitez que encajaban con el resto de su aspecto. Pantalones largos y anchos de lino blanco, camisa negra con cuello abierto que dejaba entrever el inicio del escote, de manga larga y desabotonada en los puños, y unos zapatos de tacón, también en negro, que, sin ser vertiginosos, sí levantaban a su dueña unos cuantos centímetros de más. Carecía de maquillaje o era tan sutil que parecía no haberse maquillado y sus rasgos, una vez fuera de la oscuridad del pasillo, se asemejaban a los del hombre que le había abierto la puerta y con el que también había hablado por teléfono.
-Yo soy Rosaura y él es Félix, mi hermano.
-Mucho gusto -saludó el hombre estrechando la mano de Jacinta-. Espero que se encuentre a gusto entre nosotros desempeñando su trabajo.
-Seguro que es así -afirmó Jacinta temiendo lo contrario-.
-Bien -Rosaura tomó la palabra-. Su trabajo será el de llevar a nuestro padre a la residencia y recogerle de allí, haciéndose también cargo de sus cuidados cuando no esté en ella. ¿Alguna objeción?
-En principio no -dijo Jacinta intimidada-.
-Bien. Nuestro padre no se encuentra en perfectas condiciones y está algo incapacitado para caminar y valerse por sí mismo. Para salir a la calle utiliza silla de ruedas pero, para distancias cortas, con un poco de ayuda se resuelve bien. También hay que ayudarle en el aseo, la toma de medicinas, a vestirse -Rosaura iba enumerando con los dedos de la mano derecha-… No controla muy bien sus necesidades por lo que lleva pañal y, por ello, hay que cambiarle regularmente.
A Jacinta se le revolvió el estómago con sólo imaginarse la escena de un señor mayor llevando un pañal rebosante, habiéndosele reservado el papel de coprotagonista. Sus peores presagios se cumplían uno por uno, como las piezas de dominó que van cayendo tras ser empujadas por las que cayeron antes.
-Supongo que estará usted habituada a estos cuidados -intervino Félix-.
-Así es -mintió. Y sin valorar sus palabras, subida ya a la cresta de la mentira, añadió-. Tengo mucha experiencia en cuidar a personas mayores.
Miró a su futuro patrón a los ojos sin que el orgullo le dejara siquiera pestañear. Ahora que se fijaba, también el aspecto de Félix rebosaba opulencia, a juego con la casa y su propia hermana. Enfundado en un traje azul marino de corte italiano, camisa rosa palo de la que sólo se asomaba el cuello, envolviendo con elegancia a una corbata granate, perfectamente anudada y cubierta en su extremo por la chaqueta. Su rostro era alargado y teñido por el sol artificial de los rayos uva, la barba llamaba su atención por su ausencia, como si en aquella barbilla jamás hubiera habido pelo y el cabello, engominado hacia la coronilla, tenso como la cuerda de un arco, revelaba unas incipientes entradas. Pero lo que más llamó la atención de Jacinta, como si de repente le hubiera hipnotizado una cobra, eran los ojos de Félix, pequeños y enclavados en las cuencas, que proyectaban una mirada tan afilada que podría pinchar un globo observándolo desde la distancia.
-Perfecto, perfecto -dijo Félix apartando la vista, para alivio de Jacinta-. Pase por aquí, le presentaremos a nuestro padre.
Ambos hermanos echaron a caminar hacia el otro extremo del comedor, inmenso en comparación con el de cualquier piso corriente, y se sumergieron en la oscuridad del pasillo que se abría tras una nueva puerta, del que no se percibió el fondo hasta que los ojos se acostumbraron al nuevo ambiente. Pero no sólo la oscuridad del pasillo se contraponía a la parte anterior de la casa sino que algo en lo que no había recaído Jacinta, por ser tan confortable que pasaba desapercibida, se hacía más acuciante conforme avanzaban, casi a tientas: la temperatura. Si bien el comedor era cálido, la parte norte de la casa parecía adentrarse en una gruta de hielo sin fondo y no fue hasta que se detuvieron, estando a punto de chocar con los dos hermanos que la precedían, cuando sintió un tenue halo de calidez tras avistar una línea de luz a ras de suelo, a la izquierda de donde se habían detenido.
-Aquí es –dijo Félix. Su voz sonó tétrica, como proveniente del fondo de la tierra-.
El mismo Félix tanteó en la pared hasta encontrar el picaporte de una puerta, lo giró escuchándose el clic que indicaba su apertura, y empujó hacia el frente hasta que la línea inferior se convirtió en un enorme marco rectangular de claridad del que salpicó la luz, arañando con sus garras a las sorprendidas pupilas. Tras el lapso de adaptación, Jacinta abrió los ojos y no pudo evitar el espanto ante la imagen que le devolvieron. Si aquello era una pesadilla estaba tardando mucho en despertarse.

 
-Capítulo siguiente.
 


Comentarios

2 comentarios

neruda

Me encanta como describes todos los detalles, haces que pueda ver la escena en mi mente como si de una película se tratara…He podido imaginar con gran definición tanto los rasgos de Rosaura como los de Félix, y por tanto ponerles en mi mente una cara definida…Enhorabuena Iván…

Iván

Gracias, Neruda. Es un grandísimo cumplido. Quizá unos personajes secundarios no merezcan tanta descripción, pero creo que pegaba bien con la historia. Aunque el capítulo complicado viene ahora…


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