Flechazo en las escaleras (continuación).
Hacía tiempo que quería continuar esta historia y saber que sería de un segundo encuentro entre los dos personajes. Neruda también se lo preguntaba y aquí podría estar la respuesta.
«Vaya mierda de cita», pensó David mientras entraba en la estación del suburbano. Recibió un golpe de aire caliente nada más poner el pie en el recibidor aunque eso no le amilanó en sus ansias de llegar a su casa, quitarse la ropa empapada en el sudor seco que deja la repentina carrera y relajarse pensando en los ojos que aquella tarde le habían robado la mirada sin detenerse a dejar ningún dato que le permitiera seguirles el rastro. «¿Porqué no habré dado media vuelta para ir tras aquella chica? Seguro que hubiera resultado mucho más interesante que la que me tocó en suerte». «Con lo poco que me gusta el café y he tenido que tomarme dos para soportar a aquel pelmazo», pensaba María abandonando el vagón de metro semivacío. Miró el reloj y maldijo cada minuto de más que había pasado con su cita vespertina. «Con solo cinco me hubiera bastado. El resto no ha sido más que paja». Recorrió el andén tras la única persona que lo transitaba desembocando en un par de escaleras mecánicas que comunicaban diagonalmente la planta subterránea con la superior, también desierta. Se le antojaron extrañas, como salidas de un sueño del que jamás había despertado deparándole vivencias singulares con solo imaginarlo. Y eso fue lo que hizo: imaginó que el chico desconocido bajaba a reencontrase con ella, puso el pie derecho en uno de los escalones que ascendían y se dejó llevar con destino a sus sueños. Aunque no era la única que soñaba despierta. En la escalera gemela un nervioso David descendía del recibidor hirviente con la cabeza encastada en unos ojos de mujer. «¿Y si diera la casualidad de que nos encontrásemos de nuevo?», pensaba. «¿Sería capaz de decirle algo?», pensó María inspeccionando al chico que bajaba por las escaleras contiguas. Súbitamente el corazón le dio un vuelco tras descubrir que aquellos eran los ojos, y el resto de persona, de los que se había quedado prendada esa misma tarde. Aunque no era la única que hervía en nervios ya que David también había visto a María y ahora, ente el inevitable cruce de escalones móviles, era incapaz de discernir cuales iban a ser sus movimientos futuros, si es que realmente se atrevería a decir o a hacer algo. «¡Tengo que hacerlo!», pensaron al unísono. Y ya quedaba poco para decidirse. Diez metros, ocho, menos de cinco, y las escaleras continuaban acercándoles sin que ninguno de los dos hubiese tomado una decisión. Tres metros, dos, ya casi podían tocarse si ambos estirasen los brazos… «¡Quiero conocerte!», gritaba una voz desesperada dentro de sus cabezas. Pero esa oportunidad amenazaba con escaparse si ninguno de los dos se decidían. Y de repente, como por ensalmo, David y María se detuvieron uno frente al otro como si se mirasen en un espejo capaz de mostrar el alma gemela en lugar del simple reflejo de uno mismo. Inspeccionaron cuanto les rodeaba pero allí, inexplicablemente, no había nadie. Aunque no importaba. Ambos entendieron que el destino era capaz, incluso, de detener escaleras mecánicas.
Comentarios
6 comentarios
Madre mia,quiero que siga,que siga por favor,se dirán algo?
Alomejor todo es un sueño tanta casualidad parece irreal.
Un beso
Isa
Quizá me lo piense y la continúe. A ver en que podría desembocar un felchazo como este.
A mí me parece preciosa hasta aquí Iván, a veces es mejor no darle más vueltas.
La imagen mental final de ese encuentro en unas escaleras misteriosamente detenidas es fantástica!!
Me encanta…. no puedo decir otra cosa. Adoro las historias de amor, y si te soy sincera cuando he empezado a leerla temí que no los hubieses vuelto a unir.
Me ha latido el corazón con rapidez mientras leía como se acercaban por la escalera y quería seguir leyendo apresuradamente para comprobar el final.
Crees que pueden existir historias de este tipo en la vida real? Ya sabes que a mí me encanta soñar y quisiera pensar que algo tan bonito puede suceder a nuestro alrededor. (Me he quedado con ganas de más…) Un beso.
Mmmm… Yo no sé por qué les tengo cierta… aversión a los cuentos de hadas.
Como cuento de hadas, me quedo con aquel en el que aquella mujer se dejaba pintar… para deshacer un hechizo. 🙂
Off: ¿Has visitado ya la Expo? Si vas, no te pierdas los pabellones de Corea, Japón, y Aragón, ni el Iceberg o El Hombre Vertiente… aunque es una apreciación particular, y gustos hay para todos.
Un beso!
Coincido contigo, Lucía. Creo que la historia está bien hasta aquí. MEjor dejarle algo de hueco a la imaginación, ¿no?
Yo creo que sí pueden pasar este tipo de cosas en la vida real, Neruda (Ilion no está tan convencida). Quizá no tan imaginarias pero siempre igual de llamativas. En sí mismo un flechazo ya es algo extraordinario. Y cupido parece que no hace vacaciones…
A veces hay que ser realista, Ilion. Aunque yo sí creo en las hadas… Aunque disfrazadas de algo más de cotidianeidad. De la Expo… A ver si puedo escaparme un finde semana de septiembre antes de que lo cierren. Por supuesto iría con tus recomendaciones…
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